La herencia de la hija del billonario

Capítulo III

Cuando se acerca al doctor Néstor, este la presenta a Sara, como su legítima hija.

—Sarita, esta es mi querida sobrina Victoria, en quien me complazco. —Dice el doctor Néstor con regocijo.

—Es un gusto conocerla, Victoria. —Le dice Sara con una cálida sonrisa.

—Tío Néstor, ¿quién es esta naca? —Le dice con aires de superioridad.

—Victoria, ten un poco más de consideración con mi hija Sara. Es mi anhelo que las dos se lleven bien, es lo más preciado que tengo en mi vida. —Le contesta con una sonrisa.

—Esa naca es tu hija. ¿De dónde salió? ¿Acaso es una chiquilla que solo quiere sacarte dinero? —Le responde con palabras despectivas.

—Es una historia larga de contar, pero ahora quiero que sean como hermanas, ya que a las dos las estimo mucho. —Néstor le contesta con el semblante serio.

En su interior, Victoria está enfadada porque sabe que ha llegado a su vida una peligrosa enemiga. Ella quiere heredar todo de su tío y no va a permitir que una desconocida se salga con la suya.

—Hola, Sara. —Victoria le saluda con su hipócrita sonrisa.

—Buen día, señorita Victoria. Espero que podamos ser buenas amigas y primas al mismo tiempo. —Le contesta con amabilidad y respeto.

—Lo que tú digas, primita. —Ella le da un beso en la mejilla, pero siente repugnancia.

El doctor Néstor se alegra al ver la aparente buena relación entre ambas primas, sin embargo, desde un principio, Sara se da cuenta de que su prima tiene celos de ella, pero tiene la esperanza de que con el paso de los días puedan llevarse mejor y evitar así cualquier malentendido.

En los días siguientes, Sara ingresa en la prestigiosa y reconocida Universidad Autónoma de México (UNAM), catalogada como la mayor universidad de México y considerada uno de los centros de estudios más prestigiosos de América y del mundo por la calidad de su enseñanza, su nivel de investigación y su internacionalización.

«Este es mi nuevo lugar de estudios, cursando la carrera de Ingeniería en Comercio Exterior». Dice con alegría Sara.

En su primera clase como alumna nueva, los chicos y chicas aquí son un tanto diferentes a los españoles en su forma de hablar y vestir, pero su jactancia por ser hijos de acaudalados capitalistas es idéntica.

De entre todos ellos, hay uno que destaca por su altura y buena presencia: Miguel Ángel Martínez. Tiene el cabello rubio corto, ojos azules del cielo, la piel blanca y una sonrisa que derretía a cualquier chica.

Es vanidoso, serio y soberbio, pero también un poco molestoso. Es hijo de una de las familias más adineradas de México y es conocido por ser el galán de los galanes en todas partes donde va; a innumerables chicas ha roto su corazón.

Este es el hombre con quien menos se pensaría tener al lado de Sara; esos engreídos hijos de millonarios no se hacen caer bien, mucho menos si son conocidos por ser muy mujeriegos.

Miguel Ángel es un verdadero casanova, va de flor en flor bebiendo todo su néctar hasta que se cansa y va a un nuevo jardín en busca de nuevas y delicadas flores.

Para su mala fortuna, él es compañero de clase desde el primer semestre. Sara se siente incómoda, pero se centra en sus estudios para que ningún inmaduro como Miguel Ángel la distraiga.

Luego de presentarse todos los alumnos, la doctora de Finanzas les manda hacer un trabajo grupal y la designación de los grupos se hace por sorteo. ¡Sara no lo puede creer!: justamente el hombre más detestable del aula tiene que salir como compañero de su grupo.

Con disgusto, acepta que Miguel Ángel forme parte del equipo. Las clases continúan y, desde el asiento trasero del aula, él la observa disimuladamente.

Durante todo el día no la deja de echar un vistazo. Sara está nerviosa y, a la vez, molesta por las miradas seductoras de Miguel Ángel.

Al finalizar la clase, él se acerca a ella.

— ¿Al parecer no te agrado, extranjera? —Dice Miguel Ángel con vanidad y cierto cinismo.

—Chaval, dedícate a estudiar, que el trabajo en grupo tenemos que presentar la próxima clase. —Ella le contesta seriamente.

—Te estás haciendo la rogada conmigo, pues te equivocas. Tarde o temprano seré yo quien te tenga. —Sus palabras son seguras y llenas de arrogancia.

— ¡Déjame en paz! No me conoces y te atreves a hablarme de esa manera, típico de los ricachones mexicanos como tú. —Su voz se torna grave, fuerte y profunda.

—La española ha resultado muy atrevida. Tarde o temprano caerás, de eso te lo aseguro.

Tras decir esas palabras soberbias, se da la media vuelta y se va.

Sara está a punto de explotar de ira cuando una de sus compañeras de clase, vestida con una minifalda corta y mostrando casi en su totalidad sus pechos, se acerca a Miguel Ángel para que la folle, y luego se besan descaradamente delante de ella.

—Como te das cuenta, española, las tengo muertas a todas por estar un instante conmigo; si quiero, puedo tener sexo en cualquier momento. —Le responde alardeando el macho alfa que se cree.

Antes de marcharse, Sara le da una fuerte bofetada en la mejilla. Sin embargo, pese a lo indecoroso y arrogante, no ha dejado de pensarlo durante toda la noche.




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