La herencia de la hija del billonario

CAPÍTULO V

—Hola, buenas tardes. —Saluda Sara con cierta timidez.

Sara, que se siente incómoda por la mirada penetrante de Diego, le dice a su padre que está cansada y que quiere volver a casa.

Antes de irse, el doctor Néstor y Diego charlan un par de minutos. Sara intenta acercarse disimuladamente para escuchar la conversación, pero se despiden con un caluroso abrazo.

Mientras padre e hija se suben a la limusina, él le dice:

—Sarita, ¿qué te parece la compañía petrolera de tu padre?

—No encuentro las palabras para describir lo asombrada que estoy por ver un edificio tan inmenso y tanta gente en todos los departamentos. —Contesta ella expresando admiración en su semblante.

—Es un gran esfuerzo por parte de tu padre y sus colaboradores, han sido décadas para convertirnos en una gran petrolera, no solo en México, sino también en Latinoamérica. —Él le expresa con una sonrisa.

—Te admiro, papá, eres una persona muy trabajadora, inteligente y responsable. Ella le devuelve la sonrisa.

—Hija mía, mejor cambiemos de tema. ¿Qué te parece Diego? —Le pregunta.

—Es simpático, caballero y, al parecer, se lleva muy bien contigo.

—Diego es mi socio más cercano, me llevo muy bien con sus padres, lo conozco desde pequeño. Es mi mano derecha en la empresa. —Le comenta.

—Según me doy cuenta, lo estimas bastante. —Ella responde.

—Diego es inteligente, ambicioso, emprendedor y, además, un buen muchacho.

—Entiendo, papá.

—Me encantaría que Diego y tú os conocierais un poco más, espero que con el tiempo se hagan buenos amigos y, porque no, que formes una relación formal con él. El rostro del doctor Miguel irradia dicha y felicidad.

Sara guarda silencio, comprende que el deseo de su padre es para su propio bien, ya que Diego es muy allegado a él; sin embargo, sigue pensando en el arrogante Miguel Ángel.

Al llegar a la mansión para cenar, Victoria aguarda en la mesa del comedor.

Su rostro está fruncido, no tiene cara de buenos amigos.

« ¡Maldita recogida! Ni bien mi tío te lleva a conocer la petrolera, ya te sientas a su lado en las reuniones ejecutivas de la compañía, creyéndote la dueña de todo. ¡Miserable! Vas a ver lo que te espera si sigues así, la vas a pagar muy caro». Ella dice esto en sus adentros.

El doctor Néstor saluda a su sobrina, ella le responde con calidez. Luego saluda a su prima, pero Victoria solo aparenta; en verdad está empezando a odiarla.

Sara, que es ingenua y no sospecha las malas intenciones de su prima, le responde el saludo con un tierno abrazo. Después se sirven la cena y se van a dormir.

El doctor Néstor se va a la sala, se sienta en su cómodo sillón, se abre una botella de vino tinto y se bebe un par de copas. Piensa mucho en la situación futura de su hija y sobrina, ya que su inmensa fortuna no solo es para Victoria, sino también para Sara, su única hija.

Sabe con certeza que, a pesar de los costosos tratamientos con los mejores especialistas de Cuba y EE. UU., el cáncer de colon ha seguido avanzando.

Le diagnosticaron la enfermedad hace 10 años y, si no hay cura, calcula que le quedan como mucho cuatro años más de vida.

De todas maneras, piensa ir de viaje con su hija, visitar a Guadalupe, su gran amor en España, ir de paseo a las mejores playas del mundo y, sobre todo, disfrutar con Sara y Victoria de las cosas sencillas de la vida.

Mientras tanto, Victoria no puede dormir en su lujosa habitación y piensa constantemente en la intrusa de su prima. Entiende que es una seria amenaza para sus planes de futuro.

Victoria sabe que su tío va a fallecer en poco tiempo y que la compañía petrolera y el resto de empresas van a pasar a sus manos, pero desde que Sara llegó a su vida, sus planes pueden desbaratarse.

Sara, mientras se baña en la tina, piensa en Miguel Ángel; es como estar hechizada por un sentimiento y deseo casi irresistibles para ella. No entiende cómo puede pensar en un hombre que tiene mujeres por doquier y que ella sería una más en su vida.

Si su madre llegara a saber del interés oculto que Sara siente por un engreído ricachón, se moriría de pena. Guadalupe siempre le ha advertido sobre los hombres. Todos son iguales: mentirosos, manipuladores, pervertidos y, sobre todo, astutos. Finalmente, Sara se duerme.

Al día siguiente, Sara va a la universidad como de costumbre y, al entrar por uno de los pasadizos principales, le encuentra mirando a Miguel Ángel abrazado de una hermosa mujer. Ella es alta, blanca, de ojos color almendra, cabello castaño, viste completamente de negro, tiene las uñas pintadas de negro y varios tatuajes en los brazos.

— ¿Por qué esa cara española? Al parecer, estás celosa otra vez porque tengo otra mujer hermosa en brazos. —Le dice Miguel Ángel a Sara con un tono burlesco.

—Buenos días, Miguel Ángel. ¿Acaso no te enseñaron buenos modales tus padres? —Sara frunce el ceño.

—Parece que la española se ha enfadado, no te irrites. La chica que está abrazada es mi prima, así que no te molestes y no pongas esa cara de celosa. —Él se expresa con arrogancia.




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