La herencia de la hija del billonario

Capítulo XII

—Victoria, eres una diosa en la cama. —Le comenta él mirándole con intensa pasión a los ojos.

—No es casualidad que me parezca tanto a la diosa Venus. —Ella le dice, expresando orgullo y engreimiento en su semblante.

—No cabe duda. Me quedaría haciendo el amor contigo todo el fin de semana, pero tengo que hacer algunas gestiones empresariales con mi padre.

—Tenemos todo el tiempo disponible para venir cuantas veces queramos a este lugar, así que puedes irte, mi hermoso adonis. Ella se levanta de la cama para darle un beso.

Después de salir del hotel, Miguel se va a la concesionaria de sus padres; en cambio, Victoria se queda hasta el atardecer en la lujosa suite degustando langostas a la plancha con caviar y una botella de vino blanco.

Por otro lado, en la mansión del doctor Néstor, Sara, sale esa misma mañana al gimnasio con Estefany, pero antes de irse, su padre le pregunta si ha visto a Victoria, y ella le contesta que al parecer no ha venido a dormir.

Al llegar al gimnasio, Sara saluda a su amiga y ambas empiezan el calentamiento.

— ¿Por qué estás pensativa, Sara? —Le pregunta Estefany.

—Desde la primera vez que llegué a la mansión de mi padre, Victoria siempre ha venido a dormir. Me parece raro que no viniera ayer. —Sara muestra algo de incertidumbre en su rostro.

— ¿Y desde cuándo te preocupa si tu prima llega o no a dormir? —Le dice ella.

—No es que me preocupe, sino que algo se traerá entre manos. Quizá amaneció en los brazos de Miguel Ángel, ja, ja, ja. —Bromea Sara.

—No creo que tu prima sea tan promiscua como para acostarse con él en el corto tiempo que están saliendo. —Ella le replica.

—Si se trata de Miguel Ángel, puede pasar cualquier cosa. Una vez tuvo intimidad con una mujer en el pasillo de la facultad. La voz de Sara se torna grave.

—Para él no hay chica que se le resista por mucho tiempo, excepto tú. —Su amiga le responde.

Mientras ellas continúan charlando acerca de Victoria y Miguel Ángel, Diego se coloca sorpresivamente en la parte de atrás donde está Sara y le tapa los ojos con sus largas manos.

— ¿Adivinas quién soy?

— ¡No sé!

Estefany sabe que es Diego, pero él le dice que aún no le diga nada.

— ¿Quién eres? —Le dice Sara.

—Soy tu admirador número uno. —El tono de la voz de Diego es suave y delicado.

—Eres tú, ¡Diego! —Contesta ella.

—Así es, te he traído esta rosa roja y esta pulsera de oro. Espero que te gusten. Los ojos de Diego brillan con intensidad.

— ¡Oh, qué lindo eres! Gracias por estos detalles. —Sara le agradece con su bella y jovial sonrisa.

—Me alegro de que te haya encantado. ¿Te puedo hacer una pregunta?

—Claro, chaval.

—Después de entrenar, ¿puedo invitarte a desayunar en una cafetería cerca del gimnasio? Él espera con entusiasmo una respuesta afirmativa.

Sara se queda en silencio, pero Estefany le guiña un ojo para que acepte la invitación. Tras unos segundos, ella contesta.

—Acepto tu invitación.

— ¡Grandioso, espectacular, genial! Diego salta de alegría y regocijo por el sí de Sara.

Tras una hora haciendo ejercicio, Estefany se despide de ambos. Sara está un poco nerviosa porque es la primera cita que tiene con un hombre; sin embargo, sabe que Diego es una persona de total confianza, por algo es íntimo amigo del doctor Néstor, su padre.

Con su característica caballerosidad, Diego abre la puerta del porche rojo para que Sara se siente. Ella le agradece el gesto.

— ¿Te sientes bien, mi querida Sara? —Le pregunta.

—Estoy bien, sobre todo porque me relaja mucho hacer ejercicio por la mañana. —Ella responde con voz tímida.

—No tengas recelo de mí, puedes hablarme de lo que quieras con toda confianza. Sara, realmente eres especial para mí. —Diego le coge tiernamente de las manos.

Sara está nerviosa, nunca antes alguien había tocado sus manos de esa manera, mucho menos un hombre que está casi dos décadas mayor que ella.

—Agradezco tu cordialidad, mejor vayamos a desayunar, tengo algunas cosas que hacer con mi padre este día. —Contesta ella con tono bajo.

Los dos desayunan, pero Sara no pronuncia palabra. Diego no deja de mirar el hermoso e inocente rostro de ella; al parecer, él se está enamorando. Sin embargo, Sara no conoce el lado oscuro y oculto de Diego, ni siquiera el doctor Néstor, que lo conoce desde hace muchos años, lo sabe.

Este hombre esconde secretos nada alentadores sobre sus anteriores relaciones sentimentales con mujeres y chicas bastante jóvenes y agraciadas como Sara.

La verdad es que Diego es un coleccionista de chicas hermosas, jóvenes y, sobre todo, vírgenes. Él sabe por experiencia quién es virgen y quién no. Y está completamente seguro de que Sara nunca ha mantenido relaciones íntimas con ningún hombre.

Eso le emociona y está dispuesto a hacer todo lo posible para hacerla suya.




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