—Me vas a volver loca con tus dramáticas historias. ¡Cómo es posible que te hayas besado con el hombre más mujeriego del mundo! —Estefany no deja de mostrar asombro y estupefacción.
—Él me agarró fuerte de la cintura y me besó en los labios sin mi consentimiento. —le contesta.
— ¡Sara! Tus ojos están brillando, creo que te gustó el beso de Miguel.
— ¡Estás loca! —Mejor continuemos haciendo ejercicio, es tarde.
—No, amiga, sigue contándome lo que pasó después. —le suplica Estefany.
—Después del beso con Miguel Ángel, Diego apareció de la nada y le dijo con voz fuerte que me soltara.
— ¡Dios mío! Esto se está poniendo emocionante. —exclama Estefany.
Ambos comenzaron a insultarse y, si no es porque mi padre llegó a tiempo, se habrían dado a golpes. —le dice ella.
— ¡Santo Dios! Como te dije antes, esto parece una telenovela. —le contesta.
—A estas horas, ambos deben estar cenando con mi padre para cerrar un acuerdo de negocios. —le comenta Sara.
—Ja, ja, ja. O sea que ese par de chiflados están sentados en la misma mesa con tu padre. ¡Es una locura lo que me cuentas! Ella disimula su ansiedad con una carcajada.
Estefany acaba de quedarse sin palabras al enterarse de lo que sucedió en la oficina mientras Miguel Ángel, Diego y su amiga Sara estaban reunidos.
Aquella noche, durante la cena de negocios, Miguel y Diego mostraban una risa hipócrita. El doctor Néstor de la Torre tampoco se daba cuenta del conflicto existente entre ambos ejecutivos de la petrolera ni de que esto era por causa de su querida hija, Sara.
Néstor se sentía aliviado por el mutuo acuerdo entre Miguel y Diego, ya que la petrolera iba a obtener excelentes resultados al trabajar con la concesionaria «Apolo».
Esta es una de las metas más ambicionadas del doctor Néstor, ya que tiene claro que todo esto lo está haciendo para dejar la gestión completa a su hija y sobrina en un futuro no muy lejano.
Mañana tiene una cita importante con el especialista, al parecer se trata de un asunto muy delicado relacionado con su tumor maligno de colon.
No pudo dormir casi toda la noche pensando en los resultados de sus análisis médicos. Sabe con certeza que su pronóstico es poco satisfactorio, pero quiere viajar lo antes posible a España para visitar a su querida doña Guadalupe.
Al día siguiente, madruga para ir a la clínica a primera hora de la mañana; Sara, por su parte, va al trabajo para hablar con su compañera Pamela sobre su ausencia laboral.
Victoria, en cambio, va a llamar a Pamela a su oficina para multarla o, en el peor de los casos, pedirle la renuncia.
—Buenos días, doctor. —Saluda el doctor Néstor al especialista.
—Buenos días, mi querido doctor Néstor.
—Estoy un poco nervioso por los resultados de la prueba del tumor de colon. —Su semblante expresa zozobra e intranquilidad.
—Tengo que serle sincero, los resultados de los exámenes no son alentadores. El tono del especialista denota seriedad.
—Dígame, doctor, con toda confianza, ¿qué pasa? —le responde.
—El tumor maligno ha ido avanzando lentamente pese a los tratamientos y la quimioterapia.
—Entonces, ¿tengo poco tiempo de vida? Hay tristeza en su mirada al escuchar la respuesta.
—Si el tumor sigue avanzando, puede llegar a convertirse en metástasis. Eso significa que le quedarían como mucho dos o tres años de vida. El especialista mueve la cabeza en señal de lamento.
—Lo sé, doctor, por eso en la compañía petrolera y en mis otras empresas estoy dejando todo arreglado para traspasar mis bienes a mi hija y a mi sobrina.
—Como un consejo, le diré que viva al máximo estos últimos años con los seres que más ama. El especialista se acerca al doctor Néstor para darle un fuerte abrazo.
— ¡Gracias, doctor! Sobre todo, por su sinceridad al decirme la verdad. Sus ojos se llenan de lágrimas.
El doctor Néstor se despide del especialista con la mirada empañada por las lágrimas. Los resultados de los análisis no fueron nada satisfactorios, sin embargo, anhela vivir al máximo la vida.
En la compañía petrolera se está creando un ambiente tenso. Sara acaba de llegar a la oficina y, para su sorpresa, se encuentra a Pamela llorando.
— ¡Pamela! ¿Por qué estás llorando? ¿Qué te pasa? —le pregunta. Con expresión de asombro en el rostro.
— ¡Estoy acabada! ¡Estoy acabada! —Mi madre ¡No! Mi madre. El semblante de Pamela está demacrado y tiene ojeras de tanto llorar.
— ¡Por amor de Dios! ¿Qué le sucede a tu madre? Me tienes preocupada, Pamela. —exclama Sara.
—Tuvo un accidente en el departamento porque éste se incendió. —Le responde Pamela, sin dejar de llorar.
— ¡Es terrible lo que me cuentas! Pero, ¿tu madre está bien o resultó herida de gravedad en el incendio? —le pregunta, esperando con ansia la respuesta.
—Por fortuna no resultó herida de gravedad, pero casi todas las cosas del departamento, incluida la silla de ruedas de mi madre, fueron devoradas por el fuego.