La herencia de la hija del billonario

Capítulo XXXII

—Me refiero a Victoria, esa mujer cruel no tuvo compasión de lo que le pasó a mi madre. Además, me humilló al cambiarme de puesto de trabajo para hacerme limpiar los baños. —expresa el rostro con enfado.

—Poco a poco mi prima está mostrando su verdadera identidad. —Sara, lamentándose, le contesta y luego le pasa un vaso de agua a Pamela.

— ¿Ella es tu prima?

—Desafortunadamente, sí.

—De todas maneras, hablaré con mi padre para que sigas trabajando conmigo. —le dice Sara para consolarla.

—No, amiga, estás haciendo demasiadas cosas buenas por mí y por mi madre. Además, no quiero enfrentarme de nuevo a tu prima. Tiene los ojos húmedos de tristeza.

— ¿Estás segura de lo que dices? —le pregunta.

—Estoy segura, es mejor que me vaya al departamento de personal de limpieza para empezar con mis nuevas labores. Su rostro emana una profunda tristeza.

Sara, al ver el semblante triste de Pamela, se acerca para abrazarla. Ambas se ponen a llorar y, lastimosamente, ella abandona su puesto de trabajo y sale con la jefa de limpieza para que la capacite.

Sara pasó todo el día indignada por lo sucedido a Pamela y por lo que vio a Miguel Ángel con Victoria.

« ¡Ese hombre es un perro! No hay mujer que se le resista, hasta yo estuve a punto de dejarme seducir por él aquel día que me besó a la fuerza. Pero algún día tendrás que pagar Miguel Ángel por todo lo que has hecho, especialmente a las mujeres».

Al final de la tarde, Sara va como de costumbre al gimnasio. Por otro lado, Miguel Ángel y Victoria salen juntos para ir a un bar donde puedan conversar, tomarse una copa y pasar un buen rato. Luego irán al hotel donde han pasado varias noches llenas de pasión.

— ¡Por fin, Victoria, estamos en el bar que te prometí que vendría después de que regresaras de tus vacaciones! —le dice Miguel.

—Me gusta el bar, tiene un ambiente refinado, culto y elegante. Ella echa un vistazo al bar.

—Aquí he venido con mi prima muchas veces, siempre bebimos hasta emborracharnos. —le comenta.

—Pidamos una botella de whisky para empezar la noche, luego bailaremos un rato abrazados. Su voz seductora provoca fascinación.

—Me encanta cuando hablas así, ¡me excitas! Miguel la besa.

Ambos se abrazan una y otra vez, disfrutando de lo que están pasando. Luego van a la pista de baile y bailan al ritmo de una música provocativa. Victoria besa con intensa lujuria los labios de Miguel, mientras que él le pasa la lengua por las orejas.

— ¡No puedo más! —Vámonos de aquí para hacer el amor. —susurra Victoria.

—Vamos, mi hermosa hembra. Miguel le agarra de los brazos y la lleva al coche.

Miguel Ángel es la única persona a la que Victoria ha podido manejar casi a su antojo; ella jamás se ha dejado manipular por ningún hombre. Sin duda, se está enamorando de verdad.

Al subirse al coche, Miguel, en el estado de embriaguez en el que se encuentra, circula a más de 100 kilómetros por hora. Victoria trata de detenerlo sin éxito.

—Miguel, ¡baja la velocidad! Nos vamos a matar si continúas manejando así. —Su voz le tiembla y se pone nerviosa.

—No pasa nada, Victoria. No es la primera vez que conduzco mi coche un poco bebido, tampoco será la última. —Mientras conduce, agarra una botella y sigue bebiendo.

— ¡Frena un poco, por favor! —insiste ella.

—Ya mismo llegamos, no te preocupes. —le contesta.

Mientras ellos seguían discutiendo, una niña se cruza por la vía con su perrito. Miguel, al tratar de esquivar a la niña, choca fuertemente con un poste. Victoria sale volando por la ventana delantera del coche, Miguel queda inconsciente y atrapado en el interior.

Por suerte, ella no tiene heridas graves, pero se levanta lentamente para tratar de sacar a Miguel del coche antes de que explote.

— ¡Miguel! ¡Miguel! ¡Despierta! Victoria trata con desesperación de ayudarlo.

— ¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Auxilio! Son los angustiosos gritos de Victoria.

Ella a duras penas logra llamar a emergencias para reportar el siniestro. Diez minutos después llega la ambulancia y la policía para ayudar a Miguel Ángel a salir del coche. Él sigue inconsciente por el fuerte golpe que recibió al chocar con el poste.

Victoria grita consternada al ver que su amado no reacciona. Los policías tratan de alejarla del lugar, ya que corre peligro de que el coche explote, pero ella se resiste y, en su desesperación, va hacia donde está Miguel.

— ¡Miguel! ¡Miguel! ¡Despierta, mi amor! —Sus palabras son inútiles cuando se da cuenta de que no se despierta.

Su rostro está ensangrentado y parece tener una pierna fracturada. La ambulancia llama de inmediato a los bomberos para que ayuden a sacar a Miguel.

Victoria observa desde lejos cómo tratan de sacar a Miguel Ángel, pero sus esfuerzos parecen en vano. Faltan pocos minutos para que el coche explote.




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