Paola.
- De verdad, ¿tu madre heredó un castillo y te lo dio? - exclamó Ro, todavía sin creer en tal milagro.
- Sí, lo es, pero cómo puedo juzgar por las fotos, parece más una ruina que un castillo de cuento de hadas, - le dije, mostrándole las fotos en el teléfono.
Me arrebató el teléfono de las manos y comenzó a examinar cuidadosamente las fotos que me habían enviado los abogados.
- ¡Guau! - silbó, e inmediatamente exclamó, - ¡Sí, de hecho, un verdadero castillo! O sea, ahora te tengo que llamar la excelentísima duquesa de Zermatt.
Ro con la risa me hizo una torpe reverencia.
-Si, ¡cómo no! Una duquesa sin un duro, sin trabajo y sin casa, - sonreí yo también.
- Ahora no, querida amiga. Ahora tienes un castillo, aunque se necesita una gran reforma.
Ro siguió mirando las fotografías, mientras yo trataba de averiguar qué podía hacer con un tesoro como un castillo medieval, yo sola, que no sabía ni por dónde empezar.
- ¿A lo mejor vender mi parte al nuevo duque? - pregunté.
Ro alzó las cejas con sorpresa.
- El caso es que este castillo fue dejado por el difunto duque a mi madre y a su hijo, quien me ofreció a comprar la parte que faltaba para poder poseer completamente este pedazo de historia. Según tengo entendido, me puede ofrecer una muy buena cantidad de dinero. – expliqué.
Mi amiga me miró de nuevo con desconcierto.
- ¡Estás loca! ¡Vender un castillo!
- Si, un montón de piedra. - Me reí, pero ella me miró seriamente.
- No sé, ¿quién de nosotras es el manager de inversiones? ¡Pareces inteligente, pero no entiendes las cosas simples! – exclamo ella. - ¡Debe haber algún tipo de fraude relacionado con este viejo castillo! Por ejemplo, una autopista de alta velocidad lo atravesará este sitio o se encontró un pozo de petróleo en la finca. ¿Qué persona normal necesita un montón de piedras en un pueblo entre las montañas?
- En cuanto al petróleo, es poco probable, pero la ruta... - pensé.
- Creo que tu madre tiene razón. Tienes que ir en este pueblo y averiguar qué hay allí. - dijo mi amiga. - Este nuevo duque sabe algo secreto al cien por cien, por eso se ofreció a comprar tu parte. Esos ricos siempre tienen enchufes en el gobierno.
- ¿No creías que él simplemente se interesaba por el castillo como recuerdo de sus antepasados? - Sugerí.
- Si era tan importante para él, ¿por qué lo llevó a tal estado? ¿Por qué dejo caer la casa en pedazos? - Ro no se dio por vencida.
- Tal vez no tenía dinero para eso o no podía llegar hasta allí. En realidad, está en medio de la nada, en los Alpes, en la frontera con Suiza. - objeté.
- ¡No me digas! Los nobles siempre tienen dinero. Y no está en quinto pino, ¿verdad? Se puede llegar en coche en unas ocho horas, o diez, en tren tal vez sería menos. Además, hay un pueblo cerca, podría contratar trabajadores para que arreglaran el castillo, - dijo. - Definitivamente necesito resolver todo en el acto. ¿Cuándo piensas ir allí?
- No sé. A lo mejor esta semana. Cuanto recoja mi coche del taller, me iré, también tengo que pagar los impuestos, arreglar algunos papeles.
- Yo pienso, que antes mejor. Quien sabe que trampa puede hacer este nuevo duque. Pero, si tu te estableces allí, sería mejor.
- Vale me iré, total en una semana tengo que abandonar el apartamiento y aun no encontré nada adecuado para vivir. ¿Podrías quedarte con algunas de mis cosas? No voy a llevar todo de golpe allí, porque aún no sé qué voy a hacer. - pregunté.
- Ningún problema. Me pasaré mañana antes del trabajo por tu casa y lo recogeré. ¿Y qué es eso? - Ro preguntó de repente, señalando el cuadro envuelto.
- ¡Oh! ¡No te puedes ni imaginar! - Me reí. - Este es el pasado turbulento de mi madre. Parece que el difunto duque era un amante de la pintura pastoril.
Desplegué la tela y le mostré a mi amiga la pintura.
- ¡Increíble! – exclamó ella.
- No sé qué hacer con este cuadro. Mamá dijo que la llevara al castillo, si me lo iba a quedar para mí. Me imagino, que no se atreve a llevarlo a Milán por culpa de Mateo, ya lo sabes como es. - dije. - Pero me parece que esto no es solo una pintura impresionista, es algo muy importante para ella.
- ¿De qué estás hablando? - me preguntó mi amiga, examinando el lienzo.
- Entendí perfectamente, que mi madre no quería que la vendiera, así que este cuadro significa algo para ella, que no es solo una pintura. - Respondí.
- Sabes, sabía que tú pareces a tu madre, pero aquí eres como una copia de ella. - exclamó Ro, sin entender, de que le hable. - Si no hubieras dicho que era ella, habría pensado que eras tú quien se acostó en el campo sin taparse. Ciertamente no soy un experto en pintura, pero parece muy caro. Algo así vi en el museo.
- ¡No! Ni pienses. - protesté. - Me lo llevo, aunque no sé qué haré con el castillo.
- O´key, aunque es una lástima que no piensas venderlo. Así te llegaría y para el viaje y para el piso en Paris.
- No mientras no hablaré con mamá y no entenderé que significa este cuadro para ella, no hare nada.
En este momento en el salón entró una clienta.
-Te llamaré por la noche. - Me susurró Ro y fue a atender una mujer.
Cuando volví a casa, empecé a buscar toda la información sobre los duques de Zermatt, sobre el castillo y, por supuesto, sobre Paul Von Buol. Pero no encontré mucho. El primer Von Buol fue un simple mercenario del ejército suizo que custodiaba al Papa Clemente VII en el siglo XVI, y con su coraje y devoción se ganó bastante dinero para comprar varios pueblos, entre ellos Zemartt. De aquí salió la familia Von Buol, unas décadas después se construyó el propio castillo y parece que ellos se dieron este título a sí mismos, porque Wikipedia no dio ningún dato sobre ese acto, así como sobre el castillo.