La herencia maldita

Capítulo 13.

 Paola.

Parecía obtener lo que quería, pero mi corazón no estaba tranquilo. Por alguna razón, parecía que me apoderé ilegalmente de su casa. De hecho, no la necesitaba, pero me avergoncé de admitirlo primera, sobre todo que me negué a vender mi parte de inmediato, además, las palabras de mi madre me dolieron mucho. En su opinión, no era capaz de gestionar este patrimonio, incluso con su ayuda. Por lo tanto, quería dejarle claro a Felipe, que este no era solo su castillo, porque es el duque de Zermatt, sino también el mío, porque Paul le dejó la mitad a mi madre, y ella me la dio legalmente.

La idea de la cinta adhesiva se me ocurrió en una tienda de deportes, donde compré zapatillas nuevas. Dividir la casa en dos partes, incluidos los muebles, en aquel momento me pareció divertido e instructivo. Por primera vez en mi vida, decidí defender mis intereses. Nunca había podido hacer esto antes, ni con mi mamá, ni con Jonathan, ni en el trabajo, ni con el casero. Siempre tenía que hacer lo que me pedían. Pero habiendo conseguido esta pequeña victoria, no sentí placer, que esperaba.

A pesar de nuestro nefasto encuentro, todo podría haber sido diferente, si Felipe no se hubiera comportado tan escandalosamente conmigo. En principio, podría perdonarle todo, literalmente todo, excepto la mala educación y la falta de respeto. Ya una vez permití que un cabrón me faltara el respeto, mi autoestima cayó al fondo, comenzaron a pegarme los problemas como moscas a miel. Como resultado, después de esta relación toxica con este tipo, me sentí como una notoria perdedora con deudas e ilusiones rotas.

"¡No! Hice todo bien. Necesito mostrarle a este pavo pomposo que necesito que me traten como a un igual". - Pensé, tomé mis paquetes del súper y me fui a mi parte de la cocina. Habiendo puesto todo en el refrigerador y en los armarios, examiné la cocina de leña y me di cuenta de que no sería tan fácil lidiar con ella. No tenía idea de cómo encenderla con madera, que tampoco había, y no estaba del todo segura de que alguna vez se hubiera usada. De repente sentí hambre, porque al medio día en la ciudad solo pedí una ensalada.

No me atrevía a hacer experimentos arriesgados con la cocina por la noche, así que me preparé un simple sándwich con mortadela y queso. También quería prepararme un té caliente, pero el microondas se quedó del lado de mi vecino. "Se ha ido de todos modos, puedo usarlo un par de minutos, sin que él lo sepa." – pensé, eché el agua del grifo en una taza y la metí en el microondas.

- Cruzaste la línea de demarcación, - escuché su voz disgustada detrás de mí.

- Entonces dispárame, - protesté, girándome hacia él.

El idiota sostenía en sus manos una pequeña olla de barro, la misma de la que ayer comí un rico guiso. Me quedó muy claro que perdería esta guerra. Él tenía aliados en este castillo y yo no tenía ninguno. Por alguna razón, a Magda y Alan no les caía bien, aunque no les hice nada.

- Tú misma decidiste dividir la casa de esta manera absurda y ahora eres la primera en romper tus propias reglas, - sonrió. – Pero no me sorprende, todas las mujeres son así. Primero establecen órdenes, y luego ellas mismas las violan.

- No estoy rompiendo nada. Quería pedirte permiso para usar el microondas, pero tú te fuiste. ¿Por tu ausencia no puedo tomar un té? - Me justifiqué.

El Idiota puso la cacerola sobre la mesa, se me acercó y abrió "su" parte del armario, pero desafortunadamente para él, allí solo había ollas y sartenes.

- Está bien, te dejaré usar el microondas, si me dejas llevar los platos. - sugirió.

- Acordado. - dije rápidamente, porque me di cuenta que con la división de la casa me había pasado un pueblo.

Puse mi sándwich en un plato, tomé una taza de té y fui al salón, pero aun así estaba decepcionada. “Antes de hacer algo, primero hay que pensar con la cabeza y sopesar los posibles fallos. ¿Dónde tomaré la cena ahora? De todos los muebles solo tengo un sillón, una librería y una tele vieja con un mueble bajo.” - Me regañé a mí misma. Pero no había vuelta atrás. De lo contrario, realmente él pensará que estoy loca.

Me acerqué a la librería, elegí un libro más grande y decidí usarlo como bandeja. Puse encima un plato con sándwich y la taza de té, traté de encender la televisión, pero no funcionó. Después de presionar todos los botones del mando y revisar todos los cables en la parte posterior, no lo conseguí que el viejo cacharro funcione. Felipe sonrió satisfecho, mientras servía su cena en la mesa. Esa risa ahogada funcionó para mí como un trapo rojo para un toro, pero aguanté y no me salté. Me acomodé cómodamente en mi sillón, coloqué mi bandeja improvisada en mi regazo y comencé a masticar mi escasa cena. Mientras tanto, Felipe se acomodó en la mesa, el aroma de algo muy apetecible se expandió por todo salón. Él echó un poco de vino en la copa y, sacando su portátil, se puso a hojear el correo electrónico.

Durante un rato fingimos no darnos cuenta de existencia del otro. Aunque fue difícil, porque de repente comencé a mirar a mi vecino. Como se sentó un poco adelante, tuve una gran oportunidad de estudiarlo. Ahora no estaba vestido con un traje de negocios, sino con una camisa blanca con cuello alto, jeans azules y zapatillas grises y parecía una persona común. En realidad, era muy guapo, incluso el apuesto rubio Jonathan perdería frente a él, quizás porque Felipe era un moreno con un tono de piel bronceado y unas manos increíblemente hermosas. ¡Oh! esas manos de hombre! Era mi fetiche Habiendo imaginado por una fracción de segundo cómo estas manos acarician mi cuerpo, algo se calentó debajo.

"Me pregunto cómo sería él en la cama, en la intimidad. ¿Cariñoso, maleable o exigente?" - De repente pensé, pero inmediatamente me desperté de una tontería erótica. - "¡Nada de romances! ¡Ya tuve suficiente con Jonathan! Los agradables para los ojos, son tóxicos para el corazón. Y este será aún peor. Él duerme y ve, cómo conseguir mi parte del castillo y yo, como una idiota, sería capaz de regalárselo, porque cuando yo me enamoro, pierdo completamente la cabeza, dinero, y a mí misma. Mi madre no me perdonará el segundo fracaso económico por el amor.



#692 en Otros
#217 en Humor
#1718 en Novela romántica

En el texto hay: humor, odio amor, finalfeliz

Editado: 15.05.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.