La herencia maldita

Capítulo 16.

Paola.

No pude conciliar el sueño durante mucho tiempo, porque aún estaba escuchando los sonidos del armario. ¡Pero había un silencio asombroso en la habitación! Me acosté y pensé que, en general, mi vecino, Felipe Von Buol, no estaba tan mal. ¡No! Sabía perfectamente que él tenía muchas deficiencias en su carácter. Y tantas. Demasiadas para llevarme bien con él, incluso como vecino. Pero tenía una ventaja indiscutible, era muy inteligente. Su comportamiento sin precedentes a la hora de atrapar ratones era prueba de ello.

Además, tenía otro rasgo positivo, hasta cierto punto, era valiente. ¡Cuántas veces he escuchado de mis amigas y conocidas, incluida Ro, que los hombres tenían miedo de estas pequeñas criaturas y saltaban con sus parejas en las camas y mesas! Para ser honesta, tuve la suerte de conseguir un biólogo, que sabía casi todo sobre ratones y, como se demostró al día siguiente, no solo sobre ratones.

Después de los procedimientos de higiene personal, fui a la cocina, puse el agua para el té en microondas y llamé a Felipe, para invitarlo a disfrutar también del desayuno, pero él no contestó. Recorrí toda la casa, pero no lo encontré en ninguna parte. “Ayer me dijo que tenía algo que hacer esta mañana.” - Me acordé y fui a preparar el desayuno para mí sola.

También tenía que ocuparme de las cosas. Primero arranqué la cinta blanca. No resultó ser una muy buena idea, como parecía al principio. Después decidí lidiar con la cocina de leña, porque no duraría mucho alimentándome solo con los sándwiches, y comer en la ciudad cada día era caro e incómodo para llegar allí sin mi coche.

Para averiguar el funcionamiento de este aparato, tuve que usar un hechizo mágico "Ok, Google". Después de ver algunos videos, me confundí aún más, pero llegué a una conclusión, que las cocinas son diferentes y sin la ayuda de personas con conocimiento sobre esta cocina, tenía alta probabilidad de quemar el resto del castillo, que aún seguía en pie, o causar un desastre ambiental con emisiones no autorizadas de CO2 a la atmósfera. La única persona que podían ayudarme era Magda, así que acudí a ella.

-Buenas días, - me dirigí con cautela a la mujer que estaba recogiendo manzanas en el jardín. - Lamento interrumpir, pero necesito su ayuda.

La mujer levantó la cabeza y me miró con desagrado. “¿Por qué es tan desagradable conmigo?” – pensé, pero aun así proseguí y pregunté:

- No sé cómo usar la cocina de leña. ¿Podría mostrarme cómo funciona?

- ¿Así que también sabes cocinar? -  se rio Magda. - ¿Tienes leña?

- No, pero pensé que podría usar las tablas viejas que están tiradas por ahí, - sugerí.

- ¿Con que piensas encender? - preguntó ella con una mueca.

- ¿Qué necesito? ¿Dónde se compra? ¿O usted tiene algo para eso?

- Lo que tengo, es mío. Vete al bosque y recoge ramas y piñas tu misma. Vosotros, la gente de la ciudad, pensáis que se compra todo en la tienda. No tienes idea de cómo es la vida en el campo. - Dijo disgustada y siguió recogiendo manzanas.

Sus palabras me cabrearon bastante. Sí. Nunca había vivido en el campo, pero sabía muy bien que una baguette no crece en un árbol. Yo ya ni esperaba su ayuda con la cocina, pero quería demostrarle que no era peor que ella y que, si es necesario, sería capaz de hacer lo que ella dijo. Regresé al castillo, tomé una bolsa vacía del súper y fui al bosque por ramas. Afortunadamente, el bosque estaba a unos pasos de la casa de Magda, solo había que cruzar la calle.

Pero mis expectativas de completar rápidamente esta misión resultaron ser en vano. Todo en el bosque estaba tan limpio que apenas recogí una docena de palitos pequeños, incluso las piñas estaban recogidas en unas sestas especiales, y encima de ellas encontré un cartel con una inscripción en tres idiomas que decía, que estaba prohibido sacar nada del bosque, porque era propiedad del Ayuntamiento de Zermatt. Recordando las dos multas que me esperaban por el auto, tuve miedo incluso de acercarme a ellas.

Casi me desanimé, pero de repente en el caminito entre los árboles me encontré con Alan, o más bien, al principio con su "demonio de Tasmania", quien nuevamente me asustó, aunque ya no gruñía, sino olfateaba. A la espalda del hombre vi un grande manojo de ramas secas.

- ¡Alan! ¿De dónde sacaste las ramas? - pregunté.

- ¿Y por qué lo necesitas? – preguntó él incrédulo.

- Magda me dijo que buscara ramas para encender la cocina de leña, pero aquí no hay nada, y también ese cartel aquí dice que no puedo llevar nada. - Respondí, señalando el cartel.

- Claro, esto es propiedad de Zermatt, tienes que adentrarte en el bosque. - respondió.

- ¿Y esto que es? ¡No es un bosque? – me sorprendí.

- No. Esto es un parque natural.

- Entonces, ¿Dónde está el bosque?

- Tienes que ir por este sendero, cuzas la carretera y allí puedes recoger las ramas. – dijo hombre e hizo un gesto con la mano hacia el caminito.

- Gracias. - Di las gracias y me fui en la dirección indicada.

El sendero me llevó a un lugar más increíble, que vi en mi vida. Un prado lujoso, completamente cubierto de flores silvestres, se extendía al pie de una montaña cubierta de pinos o abetos y se veía a lo lejos un pico nevado. "Parezco Heidi, solo me falta el abuelo, aunque tengo algo así, aunque más joven", - pensé y salté como una niña, sonriendo ante mis pensamientos.

- ¡Beee! - De repente escuché desde algún lugar a la derecha y giré la cabeza.

Resulta que yo no era la única, que admiraba este lugar. Tenía una compañía de un carnero enorme y un rebaño no muy grande de ovejas, que estaban comiendo la hierba. Él me miró y me saludó con otro "Bee". Seguramente, por estar embelesada por esta naturaleza, o no sé por qué, pero le hice señas con la mano, saludándolo también. Luego seguí adelante por el sendero, bordeando el prado, ya ignorándolo por completo, porque mis pensamientos centraron sobre Felipe.



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En el texto hay: humor, odio amor, finalfeliz

Editado: 15.05.2023

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