La herencia maldita

Capítulo 18.

Paola.

Eso sí, podría entender todo. Lo de que a Felipe le dolía la nariz tras el golpe, que tenía que sacar el coche de la carretera, que no quería meterse en esos líos, porque el policía no se le pedía a él, sino a mí ir a la comisaría y declarar como testigo, porque fui yo quien encontró primero a las ovejas, y luego a ese borracho, que resultó ser cliente habitual de la policía local. Pero me ofendió que Felipe no se ofreciera a ir conmigo y ni siquiera se despidió de mí.

"Ro tenía razón, cuando decía que los caballeros honrados se habían ido a la historia y a nosotras solo nos quedan sus caballos," - pensé, mirando al auto que se alejaba.

- Por favor, señorita Monti. - dijo cortésmente el policía, abriéndome la puerta del auto oficial.

- Lo siento, pero no puedo ir a Zermatt, porque no llevo ni dinero ni teléfono conmigo. ¿Cómo llegaré a casa? - pregunté.

- No se preocupe, en cuanto tomamos su declaración de los hechos, le llevarán a casa. - me aseguró.

Me subí al auto, él arrancó el motor y aceleró por la carretera a Zermatt. Me quedé en silencio, tratando de procesar lo que había sucedido. En solo dos días que pasé aquí, me sucedieron muchas más cosas, que no me habían pasado en París en seis años. Primero, el "demonio de Tasmania" de Alan arruinó mi zapatilla, asustándome de muerte, luego se arrestaron mi auto, con el aparente pretexto de lidiar con los gases de escape de motor de gasolina, por la noche aparecieron ratones en la misma habitación que elegí, ahora lo encontré las ovejas abandonadas por un pastor borracho y tuve que ir a la comisaría como testigo. ¿Qué más podría pasar? Parecía que estos eran signos del destino que claramente decían que debía salir de aquí lo más rápido posible.

- Hemos llegado, Señorita Monti. - dijo el policía, abriéndome la puerta.

Me llevaron a una habitación separada y me pidieron que esperara al investigador. Miré el reloj de la pared. Ya eran las dos de la tarde. "Tendré que olvidarme de un almuerzo normal, y eso si no de la cena. Quién sabe cuánto tiempo me retendrán aquí", - pensé, sentándome en una silla bastante cómoda, para un sitio como este.

La puerta de la oficina se abrió y apareció en el umbral Thomas, mi conocido, que pagó por mí en el autobús. Solo que ahora estaba vestido en un uniforme de policía, que le sentaba muy bien.

- ¿Tomás? - exclamé sorprendida.

 Pero ¿por qué sorprenderse? Antes, en el autobús, me dijo que trabaja en Zermatt en el servicio público. Si no lo veía en la oficina del alcalde, entonces solo quedaban dos lugares: la policía y los bomberos.

- Yo también estoy sorprendido, de verte por aquí, - sonrió él. - Así que eres tú, quien encontró a Mons y sus ovejas.

- Sí, o mejor dicho, al principio sus ovejas me siguieron y Felipe Von Buol me explicó que me confundieron con un pastor, sin el cual se quedaron los pobres animales. -  dije.

- ¿Felipe Von Buol? ¿Estaba allí también? ¿Por qué no vino a declarar también?

- No. Él no estaba. Salí corriendo a la carretera, porque tenía miedo de que las ovejas me siguieran, y detuve su auto, o mejor dicho, no detuve su auto a propósito, no me importaba de quién fuera, simplemente esperaba que me ayudaran, porque no sabía qué hacer. Fue él quien llamó a la policía. Después yo decidí volver al prado, donde encontré las ovejas para buscar al pastor.

- Espera, necesito anotar todo lo que pasó en el protocolo, así que dime cómo fue todo con detales, - dijo Thomas y se sentó frente a la computadora.

Conté todo lo que sucedió con todos los detalles, incluidas mis búsquedas en Google sobre la cocina de leña.

- ¿Así que aún no has comido nada? – exclamó él.

- ¡Por supuesto que no! Fui por las ramas para encender la cocina, y luego pasó todo eso, - respondí.

- Bueno, ahora acabamos con tu declaración, yo lo apunté casi todo. Esta vez al pobre Mons no le saldrá la trastada solo con la multa por violar el perímetro del parque para pastar las ovejas. - Thomas suspiró y sacó un par de hojas de la impresora y me las entregó. - Firma aquí y aquí.

Tomé el bolígrafo, pero me detuve. De repente me pareció que Thomas sentía algo de pesar por Mons. Ambos eran del mismo pueblo y lo más probable es que estuvieran conectados por algún tipo de vínculo, por lo que debe haber sabido algo que yo no entendía.

- ¿Y quién es él este Mons? ¿Qué tipo de persona? - Pregunté, dejando el boli.

- Te lo contaré, pero antes te llevaré a un lugar donde cocinan la fondue más rica de todo Zermatt. – respondió, levantándose de la mesa.

- Gran idea, pero ni siquiera tengo mi billetera conmigo. - Respondí.

- No te preocupes, te lo presto. - sonrió, y yo me distorsioné por su "te lo presto".

No, no es que esperara que pagara mi almuerzo. Soy una chica moderna, educada en el feminismo y la igualdad de género, el problema era que este "préstamo" incluía al menos una reunión más con él. Por alguna razón, tuve una corazonada de que le gustaba, me di cuenta de esto incluso en el autobús, cuando pagó mi pasaje, él no estaba en absoluto en contra de nuestro acercamiento, por lo que me invitó a la fiesta del pueblo y ahora a fondue. No es que no me alagaba su atención, simplemente él no entraba en mis planes ahora. No necesitaba ninguna relación romántica en absoluto. Especialmente aquí.

Después de todo lo que había pasado en esos dos días, estaba pensando seriamente en calcular el posible precio de mi parte de la herencia, aceptar vendérsela a Felipe y marcharme a París. Hoy entendí claramente que este no era mi lugar. Pero no quería morirme de hambre para nada, además, decidí ir a alguna inmobiliaria y averiguar el valor de mercado de un metro cuadrado de terreno en la zona del castillo.

-Estoy de acuerdo, pero tendrás que prestarme un poco más de dinero que para la fondue, - le dije con fingido regocijo. - Ya que me trajeron aquí, haré algunos negocios en Zermatt y compraré algunas cosas para la casa.



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En el texto hay: humor, odio amor, finalfeliz

Editado: 15.05.2023

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