La herencia maldita

Capítulo 19.

Felipe.

Me miré a mi cara en el espejo y me di cuenta de que mañana tendría magníficos moretones debajo de los ojos. Volví a tocar mi nariz. Ya no me dolía tanto, pero seguía hinchada. Hubiera sido mejor ir al médico y hacer una radiografía, pero no quería perder por lo menos dos horas en los pasillos de una clínica, sobre todo cuando tenía que llamar a mi amigo para saber sobre el progreso en la venta del apartamento y los cuadros. Necesitaba dinero para poder ofrecer a Paola una cifra exacta por su parte de la herencia y acabar todo más rápido posible.

Aunque Paola seguía siendo una persona incomprensible para mí y no sabía cómo convencerla de que me vendiera su parte del castillo, pero por alguna razón me parecía que ella estaría de acuerdo, cuando supiera la cantidad que estaba despuesto de pagarle. A juzgar por su automóvil viejo y el hecho de que estaba buscando trabajo en “Investservice”, la empresa de capital medio, y estaba tan interesada en adquirirlo, que le importaba privarme de herederos. Obviamente, la chica no tenía mucho dinero y conseguir una buena cantidad de dinero sería el último sueño para ella.

Según los términos del testamento, no podía vender su parte a otra persona, aunque nadie eliminaba los esquemas de corrupción, pero sería un proceso largo, problemático y se necesitarían conexiones aquí. ¿Quizás contaba conmigo para que le regalara mi parte, para que todo el castillo pasara a sus manos? ¿Sabía algo sobre los planes de restauración de mi padre? ¡No! Solo un completo idiota podría contar con ello, porque no iba a perder mi castillo bajo ninguna circunstancia. Paola no era tonta, aunque estaba loca. Después de todo, debido a su estúpida idea de ir a buscar al pastor de las ovejas, ahora tendré moretones debajo de los ojos.

¿O Magda tenía razón y todo estaba arreglado? ¿Para qué tanto complicarse? Sería más fácil seducirme con tus encantos y engañarme para que le diera mi parte gratis. "Parece que Magda ha visto suficientes películas sobre espías, por eso inventó los planes que están muy lejos de la realidad. Paola no era capaz de planear algo así". - Pensé y sonreí.

En ese momento escuché un golpe en la puerta. Era Magda.

- Perdona, señor, le traje el almuerzo, - dijo, colocó una cacerola de barro y un pequeño frasco con alguna substancia rara sobre la mesa.

- ¿Qué es esto? - pregunté.

- Es el pescado guisado con verduras.

- No. ¿Qué es esto? - Señalé el frasco.

- Esta es una pomada para los moretones. – respondió ella. - Pensé que le hará falta. Es un buen remedio, a Alan siempre ayudó. Sabe, es bastante torpe, siempre se golpea con algo y se lastima.

Mientras Magda me contaba de las desgracias que perseguían a Alan, yo abrí el frasco y olí. La pomada olía a col, miel, perejil y algo agrio.

- ¿De qué está hecho?

- Un poco de todo. De repollo, almidón, piñas tiernas, miel y hierba de nieve. – explicó la mujer.

- ¿Hierba de nieve? - Me sorprendió.

- Sí. Crece bajo la nieve en la ladera occidental de la montaña.

Al girar el frasco en mis manos, pensé que definitivamente no moriría por el uso externo de repollo y piñas, tampoco era el primero quien la usaba. Le agradecí a la mujer y fui a untarme la cara con esa pomada.

Nuestra fábrica también producía un tratamiento para hematomas a base de colágeno, pero no tuvo mucho éxito, como los otros. Los moretones tardaron desaparecer casi igual con cualquier medio anunciado, que por sí solos. Pero en mi caso no perdía nada al probar la medicina natural. De manera extraña, después de aplicarlo, o por deliciosa comida de Magda me sentí un ligero efecto relajante en todo mi cuerpo, me acosté en el sofá, que aún ayer era propiedad personal de mi vecina, pero las líneas blancas ya habían desaparecido, por eso me acomodé bien allí, encendí la tele y me quedé dormido.

Cuando me desperté, noté que la hinchazón alrededor de mi nariz había disminuido. Me miré en el espejo y me sorprendí. La pomada de Magda funcionó de un modo increíble, por eso marqué el número de François, que aparte de ser mi amigo, era un químico excelente en nuestra empresa. Quería enviarle una muestra de esta pomada para su análisis.

- Hola, amigo. ¿Cómo estás?

- Hay algunos problemillas. - respondió.

- ¿Cual?

- No hemos vendido un solo cuadro.

- ¿Por quéé?

- Porque según esa crítica de arte, esto es una blasfemia. Planea organizar una exposición en París.

- ¡¿Qué?! - Estaba indignado. - Sabes que necesito dinero ahora, no en tres meses.

- Traté de convencerla, pero me dijo que en Ginebra la gente no entiende nada de arte, solo saben contar dinero, por lo tanto, no puede vender a bajo precio las creaciones de su maestro a quien aprecia mucho.

- Está bien, parece que mi padre pagó a una empresa de construcción la restauración del castillo antes de morir. - Me calmé, dándome cuenta de que tal vez esto era lo mejor. – Tengo una cosa mucho más interesante, que podría lanzar nuestra farmacéutica al cielo.

- No digas que hiciste algo ilegal, aunque es ilegal estar en la misma casa con una mujer. Por cierto, ¿Como es esta pequeña Monti? - preguntó alegremente.

- Está loca. ¿Recuerdas que te conté que una loca me golpeó en los huevos? Entonces era ella, ahora no quiere venderme su parte. - Respondí.

- ¡Increíble! ¡Debo verla! - exclamó François.

- No creo que sea una buena idea. Tan pronto como hable con los constructores, veré el comienzo del trabajo e inmediatamente regresaré a París.

- ¿Para qué?

- Creo que estoy al borde de un descubrimiento sorprendente. ¡Sería un producto estrella! – exclamé.

- ¿Por qué no te tomas unas vacaciones? Despejas la mente. Estas demasiado inmerso en el trabajo, - dijo él. – Dedícate a la chica.

- ¡No! ¡Estoy hablando en serio! - exclamé. – Escucha, un idiota casi me rompe la nariz esta tarde. Pero la mujer que vigila el castillo me trajo una pomada, después de la cual desapareció toda la hinchazón.



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En el texto hay: humor, odio amor, finalfeliz

Editado: 15.05.2023

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