La herencia maldita

Capítulo 26.

Paola.

¡Cinco millones! Francos suizos, dólares o euros, no me importaba. No podía imaginar tal cantidad de dinero ni siquiera en un sueño, y mucho menos tratar de devolverlo al banco, porque incluso cinco de mis vidas no serían suficientes para ganarlos. Por tales noticias, casi pierdo el contacto con la realidad y ya me imaginé con una túnica a rayas de prisioneros con esposas y grilletes. ¿Cómo pudo mamá permitir que esto sucediera? ¿Por qué no lo comprobó? ¿O es una especie de obra oscura de Von Buol?

- A lo mejor te podría ayudar, pero no gratis, - escuché en algún lugar desde lejos.

- ¿Qué tengo que hacer? - Ni siquiera lo dije yo, sino alguien más que vivió en mí y entendió a la perfección la desesperanza de mi situación.

- Debes conviértete en mi asistente confiable durante veintisiete días, - dijo Filipe.

En ese momento llegué a mis sentidos.

- ¡¿Qué quieres decir?! - exclamé.

- Justo lo que dije. - él sonrió. - Debes servirme durante veintisiete días, tratarme con respeto y cumplir todos mis ordenes, aunque no te gusten.

- ¿Qué? ¿Todos tus ordenes? Si esperas que me acostaré contigo por cinco millones, ¡estás profundamente equivocado! - exclamé indignada.

 Aunque era mentira, aceptaría acostarme con él y por una cantidad menor o más bien gratis, porque si, Felipe me gustaba y sentí atracción por él desde primer día, cuando cazamos los ratones. Simplemente no quería pensar en eso, alejaba cualquier pensamiento frívolo.

- No exageres tus posibilidades, querida. Como pareja sexual, no me interesas, tus parámetros no me convienen, - se rio sarcásticamente.

- No soy tu querida, - rechiné entre dientes, porque era insultante escuchar tal cosa y generalmente enfurecía su actitud condescendiente e insultante hacia mí.

- Todavía no, pero te aconsejo que trates de no decepcionarme, sino llegaran las consecuencias con las que no estarás encantada.

- ¿Me estás amenazando?

- No, por Dios, es solo una advertencia, o estas conmigo, o estas en …

Quizá podríamos llegar al punto de más pelea, a la que después lamentaría seguramente, pero en ese momento Anchen volvió con el túper de pasta para mí.

- ¡Señor Von Buol! ¿Está usted aquí también? – exclamó ella al ver a Felipe.

Él, como un camaleón, inmediatamente cambió su rostro, se levantó de su silla y le respondió a la mujer con una sonrisa amistosa:

- Creo, ¿que su nombre era Anchen?

- Sí. Trabajaré aquí como recepcionista. – sonrió ella.

- ¿Es usted socio de esta cooperativa?

- Si, claro, como todos trabajadores. - respondió ella, obviamente malinterpretando algo.

- Entonces tendré una pequeña petición para usted, - dijo Felipe cariñosamente y la invitó a salir de la oficina, con un gesto cortés.

Anchen puso delante de mí el táper con pasta, dejó un tenedor envuelto en una servilleta y siguió a Felipe al pasillo. Quedándome sola, no ataqué la comida, aunque tenía mucha hambre y mi estómago rugía de alegría, cuando olía la comida, en su lugar marqué el número de mi madre, pero ella no respondió. "Está bien, le llamaré más tarde", - pensé, y abriendo el túper comencé a comer pasta, pero debido al estrés, ni siquiera sentí el sabor o Anchen no era particularmente buena cocinera, por eso su hija no quería más pasta.

A los pocos minutos volvió Felipe, pero solo. Anchen no estaba con él, así que pregunté, limpiándome la boca con una servilleta.

- ¿Dónde está Anchen?

- Le pedí que informara al consejo de la cooperativa sobre la reunión de mañana, - respondió Felipe con calma y caminó hacia mí.

Se acercó tan cerca de mí que sentí el calor de su cuerpo y me asombré de mi reacción hacia él, que, por cierto, no me gustó para nada. Como me faltaba atracción por este idiota narcisista ante la plenitud de los problemas que tenía a la vista. Aunque Felipe era la personificación de los sueños de millones de mujeres, un auténtico macho alfa, de él emanaba tal... energía sexual que se hacía difícil respirar. Pero me recuperé, dándome cuenta de que no tenía derecho a pensar en esta dirección, porque he tenido suficiente de una mala experiencia, una más no aguantaría.

Lo miré con desprecio e indignación, preparándome para el hecho de que tendría que defenderme, pero él sonrió, mirándome cuidadosamente, leyendo cada emoción en mi rostro.

-No te hagas ilusiones, - dijo, tomó mi codo, me levantó de la silla frente a la computadora y se sentó allí.

Hojeó algunos archivos, envió algo a la impresora y dijo:

- Dijiste que trabajabas como contable en una fábrica de chocolates, necesito que averiguas todo aquí y reportes lo que debo temer en esta cooperativa. Mañana debes acompañarme a una reunión con el consejo, donde te propondré como gerente.

- En una palabra, ¿quieres convertirme en un espía? - exclamé, aunque estaba lista para aceptar sus términos y por fin probarme con un puesto de mando.

- Hasta cierto punto, pero en público harás el papel de mi novia, que está enamorada de mí y, naturalmente, ningún otro hombre debe estar cerca de ti. - dijo él. - Mi reputación es importante para mí, a diferencia de ti.

- ¿Puedo pensar?

- Claro, pero no mucho y no te olvides que, en otro caso, te enfrentarás a prisión y pérdida de propiedades, a menos que, por supuesto, tengas algo. - Este insolente obviamente se burló de mí.

Mi cerebro trabajaba febrilmente. ¿Qué fue mejor? Varios años de prisión seguidos de problemas económicos, o veintisiete días en la esclavitud de este idiota.

- Toma los documentos de la impresora y vámonos a casa. - ordenó en el tono de un superior.

- Bueno, - respondí con frialdad, recogiendo papales.

- Buena chica, me encantan las chicas obedientes. - se rio.

No le respondí, aun que quería, pero aguanté para no agravar la situación, por eso de camino a casa, nos quedamos en silencio. Parecía que cada uno pensaba en lo suyo. Lo que ocupaba el cerebro de Felipe aún no me interesaba, esperaba poder comunicarme con mi madre y obtener al menos alguna explicación y solución, porque ni en mis pesadillas, podía imaginarme en tal situación.



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En el texto hay: humor, odio amor, finalfeliz

Editado: 15.05.2023

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