La herencia maldita

Capítulo 27.

Felipe.

Entré a casa, esperando que Paola me siguiera, encendí la computadora, desplegué los documentos en la mesa, pero ella no apareció. Antes de la reunión de mañana, necesitaba averiguar por qué la cooperativa no había recibido ninguna ganancia durante tres años. Para entender esto, necesitaba la ayuda de Paola como contable, especialmente porque ella estuvo trabajando con sus cuentas toda la tarde.

Por supuesto, podía traer a mis empleados de la compañía farmacéutica, pero no quería que mis tíos supieran que mi padre me había dejado tal legado. Esto habría rebajado aún más a mi madre a sus ojos, así que decidí cerrar este tema yo mismo. Por eso llamé al trabajo y pedí unas vacaciones, por cierto, las primeras en los seis años. "¿Con quién Paola está hablando por teléfono durante tanto tiempo?" - Pensé y salí a llamarla.

Ella estaba parada cerca del auto, de espaldas a mí, y sus hombros temblaban de una manera extraña.

- ¿Cuánto tiempo tengo que esperar por ti? - Pregunté con severidad, activando el modo de jefe estricto.

Se giró y vi que estaba llorando sin vergüenza, sin siquiera secarse las lágrimas. Yo no tenía derecho a presionarla, no debí haberle exigido ni amenazado nada, pero ella misma tenía la culpa, porque no sabía, si me ayudaría por su propia voluntad. El sentimiento de culpa y lástima por ella se apoderó de mí tan repentinamente que rápidamente corrí hacia ella y la abracé, tratando de consolarla, pero el resultado fue completamente diferente. Paola se enterró en mí y aulló aún más fuerte, lamentando que nadie la amaba y que su vida había terminado. En ese momento, me di cuenta de que ella estaba aún peor que yo, así que la apreté aún más contra mí, dándole la oportunidad de llorar todo el resentimiento por su madre, por mi padre y por mí.

-No te preocupes, no es todo tan malo como parece. Definitivamente pensaré en algo y no irás a la cárcel. Saldremos de esto juntos, te lo prometo. - dije.

Ella me miró, las lágrimas se secaron, su rostro se calmó, y sus ojos comenzaron a llenarse de luz. Era tan hermosa en ese momento. Fue un momento que nunca olvidaré. La miré y miré, y no pude apartarme la vista de sus labios. En sus ojos no había ira, ni resentimiento, ni desafío, sólo había luz en ellos, una luz tan brillante que se abría paso desde lo más profundo de su alma. Me di cuenta de que, si no la beso ahora, perderé algo muy importante, sin lo cual ya no podría vivir. Ella pareció sentir mi deseo y alcanzó hacia mis labios, pero en ese momento mi voz interior gritó: "¡Ahora no! ¡La necesitas para otra cosa!"

- ¿Te has calmado? Vamos, necesito tu ayuda, - le susurré al oído.

- Está bien, cuéntame tu plan. -  respondió ella y se alejó, desviando la mirada.

Pero para mí no desapareció que ella misma deseaba mi beso, y por un momento me arrepentí de no haberlo hecho.

 -Pero debes saber que no puedo ayudarte si no actúas como un hombre. - dijo desafiante, cuando entramos en la casa.

Me reí. Tenía razón, no debería haber dudado en besarla.

-No te preocupes, me comportaré con dignidad, - le dije, - Realmente necesito tu ayuda para lidiar con la cooperativa que nos ha metido en este problema. Entiendes que esta es la única salida.

- Tengo entendido, además, descubrí que toda la poca ganancia que tenían de la bodega la enviaban a la cuenta de tu padre en forma de arrendamiento de terrenos. - respondió.

- Entiendo que no querían perder el derecho de usar nuestra propiedad. Mi padre ha muerto, los únicos herederos de sus tierras somos tú y yo. No sé por qué tu madre no heredó antes, pero yo no pude porque he estado en la India durante los últimos seis meses. - conté.

- Creo que ella simplemente no sabía que Paul le dejó esta herencia. Según tengo entendido, se vieron por última vez hace veintisiete años y ella se olvidó de su existencia. Incluso el hecho de su muerte la sorprendió, y menos que nada esperaba una herencia de él. - respondió.

- Sí. Solo que parece que mi padre no la ha olvidado. - Suspiré.

- ¡Sabes, yo tampoco esperaba tal regalo! - exclamó, ofendida.

- Lo siento, no te culpo de nada, solo fue una sorpresa para mí, igual como esta deuda. Quería quedarme con el castillo como reliquia de nuestra familia, así que te ofrecí a comprar tu parte, pero ahora no puedo hacerlo. Por lo tanto, propongo concluir una tregua hasta que resolvamos este problema.

- Acepto. ¿Qué tengo que hacer? - preguntó.

- Es necesario entender en las cuentas por qué la cooperativa no tuvo plusvalías, salvo la que le alcanzó solo para pagar el uso de la tierra.

- Sí. Esto también me interesó. No se abre ninguna empresa, si el plan no incluye ganancias para el próximo año. - ella me apoyó.

Le entregué algunos de los documentos, en su mayoría los cálculos y resultados de las actividades de la cooperativa durante los últimos seis meses, y yo mismo comencé a estudiar sus estatutos, tratando de encontrar alguna escapatoria, pero como resultado encontré una lista de miembros de la cooperativa con una tasa correspondiente de interés sobre las ganancias. El primero, por supuesto, era yo con la taza veinte por ciento, y el segundo número era para Paola Monti, no Mónica Monti. ¡Sorpresa!

- ¡Mirar! - Le entregué la lista de los miembros de la cooperativa. - ¿Ves algo extraño?

Tomó la hoja en sus manos, la leyó y me miró con ojos llenos de incomprensión.

- ¿Qué significa todo esto?

- No tengo idea, pero tu eres el segundo miembro de la cooperativa con una tasa de interés de veinte por ciento de las ganancias, al igual que yo.

- Espera, ¿Magda y Alan también son socios de la cooperativa? - preguntó de repente.

- A juzgar por su comportamiento, creo que sí. - Respondí. - ¿Por qué preguntas?

- Porque en esta lista no están y me falta un documento que explique por qué pagaron tanto dinero por el uso de la tierra, que de manera interesante coincide con la cuota del préstamo. - dijo.



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En el texto hay: humor, odio amor, finalfeliz

Editado: 15.05.2023

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