La herencia maldita

Capítulo 30.

Paola.

Salí de la casa del alcalde para llamar a mi madre, porque tenía muchas ganas de decirle todo lo que pensaba sobre su comportamiento de ayer, que ya no necesitaba su ayuda y que encontré persona que estaba dispuesta a ayudarme, a diferencia de ella. Pero en ese momento, Ro me llamó y me dijo que su tren llegaba a Zermatt en una hora. ¡Sorpresa! Con todos estos problemas, olvidé por completo que le permití venir a mí.

- Si no puedes buscarme a la estación, no te preocupes, llegaré yo misma, pero envíame tu ubicación al teléfono. Yo iré a tu castillo.

- Está bien, pero ahora no estoy en casa, así que te espero en la parada de autobús en el pueblo de Zermatt. -  dije.

- Entonces nos vemos pronto, aguanta amiga. - Dijo alegremente.

Cuando la invité, ni siquiera podía imaginar que mi vida cambiaría tan dramáticamente en tan poco tiempo. Ahora su aparición aquí complicaría aún más mi vida, pero ya no podía rechazarla.

Después de hablar con ella, mi resentimiento hacia mi madre se calmó. Ella me llamó de todos modos, como prometió. "Está bien, escucharé lo que ella tiene que decirme". - Pensé y marqué el número de mi madre.

- Buenos días, hija. Lamento haber interrumpido abruptamente la conversación ayer. Lo que me dijiste, fue un shock para mí. – dijo mamá.

- ¿Crees que, para mí enterarme de la deuda cinco millones fue una buena noticia? - dije con resentimiento.

- Lo siento. Necesitaba tiempo para pensar las cosas.

- Bueno, ¿qué te pareció? - Pregunté con una mueca.

- Paul nunca lo habría hecho algo así, si no hubiera visto las perspectivas. Era muy inteligente y ciertamente nunca te haría daño. Por eso te envié a mi manager.

- ¿A quién? ¿Adriano Viteli?

- Sí, y también transferí dos millones de euros a tu cuenta. No es el dinero de Mateo, son mis ahorros, así que puedes usarlo como quieras, pero te aconsejo que esperes y hables con Vitteli. Él te ayudará a lidiar con el balneario.

No esperaba esto de mi madre y, para ser honesta, no sabía que mi madre tenía esa cantidad de dinero. Nunca me gustó Vitteli, pero era la mano derecha de mi madre y, si ella lo enviara a mí a la víspera del desfile de modas, entonces estaba muy preocupada por mí. Este gesto de mi mamá me calentó mi alma.

- Yo tampoco me quedé de brazos cruzados. Felipe y yo decidimos tomar el control de la cooperativa local para intentar ponerla en marcha.

- ¿Qué tipo de cooperativa?

- Aquel por quien Paul Von Buol tomó un préstamo y que de hecho es dueño del balneario y la bodega, pero nos dio el derecho de veinte por ciento de ganancias a mí y a Felipe.

- ¿Entonces te hiciste amiga de Felipe Von Buol? - preguntó de repente.

- Sí, llegamos a las paces, porque él, como yo, se encontró en una situación desagradable. - Respondí.

- Bien. Entonces sé buena chica y vete a buscar a Vitteli, ya debería llegar a Zermatt, - me pidió.

- Intentaré. Te llamaré por la noche.

- Muy bien. Un beso, cariño. - dijo y colgó.

Ahora sabía que no estaba sola en una situación difícil. Primero, Felipe me ayudó, me calmó y me dio esperanza, ahora mi madre me sugirió formas de encaminarme en la dirección correcta, y Ro definitivamente me animará. ¡Qué bonito es cuando hay gente cerca que te echa una mano!

Regresé a la reunión, nuevamente había ruido y estruendo. Acercándome a Felipe, le pedí su coche para ir a Zermatt a reunirme con Vitteli y recoger a mi amiga.

- Está bien, solo ten cuidado. Todavía te necesito. - respondió con una sonrisa, y me entregó las llaves del auto.

- Vuelvo enseguida.

No quería dejarlo solo enfrentarse a los belicosos montañeses, pero tenía que encontrarme con Vitteil, porque conociendo su carácter, podía ofenderse por cualquier falta de atención a su persona y no ayudarme, pero como especialista en administración, tenía el nivel de Dios, por eso mamá lo apreciaba tanto. Y también tenía que recoger a mi amiga.

Llamé a Ro y le dije que no se moviera de la estación, que yo misma la llevaría a casa, luego marqué el número de Adriano Vitteli y quedé con él en una cafetería de uno de los lujosos hoteles de la ciudad. Tan pronto como entré, noté por el rabillo del ojo a la señora que otro día sin respeto hablaba de mí, pero eso me importaba poco, porque vi en la barra a Vitteli. Él saltó hacia mí y literalmente gritó, atrayendo la atención de todos los visitantes:

- ¡Cariño, por fin cambiaste tus terribles jeans por un vestido decente! ¡Buena niña! ¡Ahora sí, te pareces a la hija de Mónica!

- Yo también me alegro de verte, Vitteli, - dije fingidamente y lo besé en las mejillas. - ¿Cuándo llegaste? ¿Estas muy cansado?

- ¡Pero mírate! ¡Todos los hombres giraron la cabeza para verte y los ojos de las mujeres brillan de envidia! - exclamó en voz alta de nuevo, ignorando mis preguntas.

Era exactamente por eso, por lo que no me gustaba. Adriano hablaba siempre con exclamaciones y no siempre palabras halagüeñas dirigidas a mí.

- Si no estás cansado, ¿quizás vayamos a otro Zermatt? - Sugerí.

- No, querida, hoy me quedaré aquí. Tengo algunas cosas que hacer y, además, tengo muchas ganas de tomarme un descanso de tu madre y ver qué respira este lindo pueblito.

- Está bien, pero el balneario abre sus puertas en dos días y me gustaría pensar en algo para la inauguración. - Con cautela le recordé por qué había venido.

- ¡¿Dentro de dos días?!

- Sí.

- ¡Es absolutamente imposible! Esas cosas no se hacen en dos días, necesitamos una compañía publicitaría, enviar las invitaciones a las personas adecuadas, un banquete y mucho más.

- Pero, ¿qué hago ahora?

- Cancela la inauguración, posponla a un mes, - dijo con tranquilidad, y pensé que no sería nada fácil, porque los habitantes del pueblo eran hostiles a cualquiera de nuestras propuestas.



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En el texto hay: humor, odio amor, finalfeliz

Editado: 15.05.2023

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