La herencia maldita

Capítulo 34.

Felipe.

 

Acompañé a Rocío al castillo, le mostré la habitación de Paola y le dije:

- Por la noche le pediré a Alan que ponga otra cama aquí, pero por ahora tendrás que usar la cama de Paola.

- ¿Así que no te acuestas con ella? - se rio, claramente insinuando algo.

- No, somos simplemente socios comerciales y nada más, - respondí.

Era la pura verdad, pero por alguna razón me parecía que estaba mintiendo.

- Puedes descansar aquí con tranquilidad y si necesitas algo, entonces pregúntaselo a Magda o Alan. Viven en esa casa junto a la entrada.

- Está bien, ¿cuándo regresas? - preguntó ella, pasando su dedo por su cuello.

- No sé. Probablemente muy tarde. - Respondí.

Luego fui a la ducha para refrescarme y cambiarme el traje, porque tenía cita con el revisor fiscal a las cuatro de la tarde. Tan pronto como me desnudé y entré en la ducha, Ro apareció en el baño. Automáticamente me cubrí con una toallita.

- A mí también me gustaría darme una ducha, - dijo, y comenzó a desabotonar su blusa.

- Espera, saldré pronto y puedes ocupar la cabina, - respondí, tratando de asegurarme de su intención.

- ¿Por qué esperar? Podemos tomar una ducha juntos. - dijo lánguidamente y se quitó la blusa.

- No hay mucho espacio aquí.

- No necesitaremos mucho, - respondió con confianza, y quitándose la última ropa abrió la puerta del cubículo.

Me dio un poco de vergüenza porque no todos los días una chica de magníficos pechos se me ofrecía con tanta insistencia, pero no me negué, porque sus tetas estaban frente a mis ojos. ¿Qué hombre normal se negaría? Retrocedí un poco, dejando que la hermosa doncella entrara en mis brazos, anticipando cómo apretaría estos hemisferios en mis manos, pero en ese momento Cookie ladró con una voz desgarradora.

-¡Maldito perro! Espera, enseguida vuelvo, - dijo Rocío, y saltó desnuda del baño.

Habiendo perdido el objeto de mi locura momentánea, la obsesión y el deseo se disiparon de inmediato. Me lavé la espuma y salí de la cabina. "Tengo que hacer negocios, no estupideces. Además, creo que a Paola no le gustará saber que casi tuvimos sexo", - habló la voz de la razón.

Cuando Rocío atrapó al perro que gritaba, yo ya estaba vestido.

-Lo siento, tienes que ducharte sola, pero tengo que irme, tengo una reunión importante a las cuatro, - le dije y besé a la chica en la mejilla.

-Estaré esperándote, porque me gustaría hacerlo contigo, - respondió apretando sus pechos.

¡Oh, Dios mío!

No respondí nada, salí de la casa rápidamente, sino me echaría a perder y solo en el auto me di cuenta que vivir con dos chicas en la misma casa sería una tortura para mí. Tenía que averiguar a dónde alojar a Ro para este fin de semana, porque no creía que fuera correcto tener sexo con la amiga de mi compañera. Arranqué el auto y conduje hasta Zermatt, tratando de no pensar en las tetas de Ro. Honestamente, no fue tan fácil, pero el trabajo era más importante en este momento.

En la ciudad me reuní con el inspector y después de pasar toda la tarde con él, revisando las licencias y permisos correspondientes, me di cuenta que faltaba lo más importante. Sin ella, el restaurante no podría vender alcohol. Yo mismo tuve que ir a la oficina del alcalde y exigir que los funcionarios no retrasaran la emisión de esta licencia, pero incluso en este caso fue posible obtenerla solo en tres semanas. La burocracia es un mal común en todos los países.

Además, la batería del coche estaba al mínimo, tuve que buscar una estación de carga libre, que en un lugar donde todos los coches son eléctricos, no era tarea fácil. Parecía que todo estaba en mi contra, pero sucedió lo más increíble. Cuando finalmente encontré un lugar para cargar mi auto, me encontré con uno de mis compañeros de clase que vino a pasar unas vacaciones con su familia en Zermatt.

Resultó que se dedicaba a la compra de por mayor de vinos y refrescos para una cadena de supermercados francesa y se me ocurrió una idea muy estúpida de invitarlo a mi pueblo para una celebración con motivo de la inauguración del balneario. Él accedió con gusto. Tomamos unos cafés, recordamos nuestros años jóvenes e intercambiamos números de teléfono. Luego llegó su mujer con una niña muy bonita, dije un par de cumplidos a ella y su hija, la invité también probar las aguas de mi balneario. En fin, me disculpé y marché, tenía que volver al pueblo y averiguar a Paola por qué decidió posponer la inauguración del balneario.

Después de la reunión con mi compañero y su agradable familia, mi humor mejoró un poco y me fui a balneario. Pero Paola no estaba. Anchen me aviso, que ella marchó a la bodega, pero allí tampoco la encontré. Al acercarme a la carretera, que llevaba al castillo, vi una imagen “romántica”, que por alguna razón me puso increíblemente furioso.

Paola, con una chaqueta de hombre sobre los hombros, caminaba del brazo de Tomas. Charlaron sobre algo y se rieron. Tal vez no hubiera reaccionado a esto de ninguna manera, si no la hubiera escuchado reír por primera vez. Su risa era tan hermosa y contagiosa, de la cual algo pinchó en mi pecho. "Ella nunca se rio conmigo así," – un pensamiento me golpeó en la cabeza y me volví loco. Detuve el auto junto a ellos, abrí la puerta desde dentro y dije con severidad, incluso con rudeza:

- Sube al coche.

Tomás me miró con una mirada inquisitiva, luego a Paola y preguntó:

- ¿Estás seguro de que quieres entrar en su coche?

"¿Qué piensa este idiota de sí mismo? ¿Qué insinúa?" - estaba indignado por dentro hasta el hígado.

- ¡Paola! - exclamé sin moderación.

- Está bien, Tomás. Gracias por acompañarme, - dijo ella, quitándose la chaqueta de los hombros y tomando una especie de bolsa de sus manos.

En silencio se metió en el coche, sonriendo a este idiota. No sé qué se apoderó de mí, pero en ese momento, por alguna razón, sentí una oleada de celos que nunca había sentido, ni siquiera con Susana. No había nada entre nosotros más que un acuerdo comercial mutuo, si no contar con una atracción fugaz anoche, cuando traté de calmarla. Ni siquiera me atraía físicamente, como su amiga, pero en el momento en que la vi con Tomas, todo adentro se rebeló, como si sintiera que los cuernos crecían en mi cabeza.



#692 en Otros
#217 en Humor
#1718 en Novela romántica

En el texto hay: humor, odio amor, finalfeliz

Editado: 15.05.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.