La herencia maldita

Capítulo 37.

Paola.

Me despertó el lloriqueo de Cookie, quien decidió que las seis de la mañana era la hora perfecta para dar un paseo. No quería levantarme para nada, así que me estiré lentamente en la cama, con la esperanza de que maldito perro cambiara de opinión y me dejara dormir un poco más. Pero él estaba decidido y tuve que levantarme de la cama, ponerme un cárdigan sobre el pijama y salir de la habitación.

Al escuchar el sonido de la puerta cerrándose, me di cuenta que este "monstruo" fue sacado a pasear por Felipe. Pero ya era una tontería volver a la cama, así que fui a la ducha y luego a la cocina. Quería agradecer a Felipe con un café por liberarme de esa tarea. Cuando todo estuvo listo, ellos regresaron. Cookie, ladrando de alegría, corrió hacia el plato de comida, pero Felipe, cojeando y haciendo una mueca de dolor, se fue a su habitación.

- ¿Qué ha pasado? - Pregunté a través de la puerta.

- Nada grave, me torcí el pie, salvando a este tonto. - respondió. - ¿Tenemos hielo?

Corrí a la cocina, abrí el refrigerador, pero no había hielo. Agarré una bolsa de frijoles y me acerqué a él. Felipe estaba sentado en una silla con los pantalones arremangados. Su tobillo estaba rojo e hinchado.

- Tienes que ir al hospital, - le dije. - Me cambiaré rápidamente y te llevaré a la clínica de la ciudad.

- No, solo dame esos frijoles y trae un vaso de agua, por favor. - dijo, sacando unas pastillas del neceser.

- ¿Y si es algo serio? Necesito tomar una placa. - le dije, le puse la bolsa fría en el pie y corrí a la cocina por agua.

Mientras Felipe tomaba sus pastillas, me cambié e insistí en ir a la clínica, aunque él lo negaba, diciendo, que tiene cosas más importantes que hacer.

-Por favor, vamos a la clínica, así me quedo más tranquila, las cosas importantes hacemos después, - lo supliqué y lo ayudé a llegar al auto.

De camino al hospital, llamé a Vitteli y le pedí que fuera él mismo al pueblo. Entonces le pedí a Ro que buscara a Anchen, recibiera a Vitteli y le mostrara el balneario, después de decirle el motivo de mi ausencia. Felipe también llamó al alcalde y pidió avisar a los representantes de la cooperativa sobre una reunión urgente a las doce.

Pasamos casi toda la mañana en Urgencia. Los médicos consideraron necesario revisar todo su estado, incluso los pulmones y el bazo. Felipe protestaba, pero sus ganas de sacarle el máximo partido a su compañía de seguros eran mucho más fuertes. Los médicos y las enfermeras nos acompañaron con dulces sonrisas, diciéndonos que la pierna hinchada puede tener una causa subyacente, y no solo un esguince, por lo que es mejor hacer una revisión completa. No discutí, porque ni siquiera tomaron en cuenta la opinión de Felipe.

Como resultado, salimos de la clínica a las doce en punto con un diagnóstico 100% confirmado de que el paciente tenía un esguince. Vendaron la pierna de Felipe y le dieron un bastón, advirtiéndole que los visitara en dos días. Lo dudaba mucho, que él apareciera por allí una vez más, a juzgar por su mirada disgustada.

- Te dije que no deberíamos haber venido aquí. - gruñó. - Perdimos toda la mañana, vamos ya al pueblo, ya llego tarde a la reunión.

- No. Te irás a casa a descansar, yo misma hablaré con ellos y trataré de convencerlos de la inconveniencia de la inauguración de mañana. - dije con firmeza.

- No lo conseguirás. Son tercos como las cabras.

- Ya veremos, - dije, arrancando el coche.

- Bien. Entonces llévame a la bodega.

- ¿Para qué?

- Quería ver por mí mismo las posibilidades de aumentar el volumen de producción. Tengo una idea de cómo vender más vino. - dijo.

- ¿Entonces no quieres descansar?

- No tengo tiempo para descansar. En tres semanas hay que pagar parte de la deuda, y esto es mucho dinero. Sería una tontería esperar que los aldeanos vuelvan a pagar de su propio bolsillo. - respondió.

- Tienes razón, no recibieron ninguna ganancia durante tres años, al principio se gastó todo en la construcción del balneario, y cuando murió tu padre pagaron cuotas. Te recogeré en una hora y media.

Dejándolo en la bodega, fui al alcalde. Como esperaba Felipe, fue difícil hablar con ellos, pero cuando les recordé la deuda y les dije que no tenía nada que pagar, se calmaron y me escucharon. Aunque, tal vez les convenció mi idea de abrir el balneario gratis para todos los habitantes del pueblo, y también tuve que prometerles que el menú del restaurante también correría por mi cuenta. Al final, logré persuadirlos de posponer la inauguración por tres semanas.

Luego fui al balneario. Me reuní con Vitteli, que estaba rodeado por Anchen y Ro en el despacho. Expliqué que pospusimos la inauguración por tres semanas, pero mañana abriremos para los residentes y de paso tomamos fotos promocionales y un video. A Adriano le gustó mucho la idea y prometió traer un muy buen fotógrafo para esto.

- ¿Tienes idea de cuánto cuesta este balneario? - preguntó de repente, abriendo los brazos.

- No. ¿Unos veinte millones? - sugerí, contando el préstamo y el dinero invertido por los aldeanos durante tres años.

- Sube más alto. Y el veinte por ciento de esta riqueza, sin contar la tierra, te pertenece a tí. ¿Te estás quejando? Me decepcionas, cariño. - sacudió la cabeza.

- No me quejo, simplemente no sabía por dónde empezar, sobre todo porque me enteré de la cooperativa hace apenas dos días. - murmuré.

- La salida más fácil es vender, si no quiere hacer negocios aquí tú misma.

- No puedo venderlo, porque el balneario es de la cooperativa.

- Puedes vender el veinte por ciento de tu participación. Incluso puedo encontrar a alguien que lo compre. Será una buena cantidad.

Pensé en esta sugerencia. De hecho, esto daría más que cubrir la deuda y aun así me quedará el castillo con la tierra. En ese momento, de repente sentí que Felipe, ofreciéndome trabajar para él durante un mes por una deuda y una herencia, simplemente quería engañarme.



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En el texto hay: humor, odio amor, finalfeliz

Editado: 15.05.2023

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