Paola.
Mi querido duque decidió que me bastaría con ocuparme solamente de balneario, es decir, de su promoción publicitaria en las redes sociales y ponerlo en distintos buscadores de turismo, gracias a las magníficas fotografías y videos que tomaron Vitteli y su fotógrafo, la captación de personal y, por supuesto, ayudaba a Ro en abrir un salón de belleza. Para ser honesta, me sorprendió mucho el cambio notable de Mons. Naturalmente, no podría haberlo hecho sin mi amiga, aunque desconocía sus motivos.
Si el primer día que lo conocí en el aquel prado con las ovejas, me pareció una persona vieja, sombría e inútil, pero resultó que era bastante educado y agradable. Por razones que no entendía, él realmente quería ayudar a mi amiga y por el bien de tal cosa, incluso dejó de beber. Además de remodelar su salón, ayudó a arreglar la bomba del jacuzzi e incluso hizo algunas mejoras en el circuito de agua para ahorrar la electricidad. En una palabra, estaba constantemente en el balneario con Ro, lo cual no me gustaba, por decirlo suavemente.
- Ro, dime honestamente, ¿qué te conecta con Mons? - Pregunté directamente, porque no era completamente indiferente a su destino.
Después de romper con Rafael, estaba deprimida, aunque trataba de ocultarlo. Por eso no quería que se juntará con un alcohólico en absoluto y agravara su situación aún más.
- ¿A que te refieres? Somos amigos y me ayuda con el salón. - Ro dijo con confianza y se rio. - ¿No crees que me enamoraré de él?
- Es exactamente lo que temo. Puedo ver lo mal que te sientes y en este estado, estás lista para muchas estupideces. – confesé.
- Sí. Tienes razón. Me siento mal. No tanto por Rafael, aunque perdí mis mejores años con él, sino porque viví hasta los veintisiete años y no hice nada que valiera la pena en mi vida. Al principio perseguía un sueño irrealizable de convertirse en otra Penélope Cruz, luego me inventé un amor eterno, que nunca existió. En unas palabras me perdí completamente en mis fantasías. Mons me hizo ver que yo era igual de infeliz como él.
- ¡No digas eso! – exclamé asustada. - Eres joven, hermosa y talentosa, y él...
- ¡Suficiente! - ella me interrumpió. - No lo conoces, está mucho mejor por dentro que yo, solo se perdido en su dolor. A mí me falta el sentido de lo que quiero de verdad y a él le falta un apoyo de amigo, así que decidimos ayudarnos mutuamente. Lo ayudaré a volver a la vida y él me ayudará a encontrar una meta para sentirme feliz.
Para ser honesta, no entendí lo que me quería decir, pero me calmé un poco. Si dijo, que no se enamoraría de alguien como Mons, que así sea.
Mientras yo tomaba las riendas del balneario y contabilidad, el propio Felipe estaba completamente inmerso en el trabajo de la bodega. Todos los días estuvo perdido en los viñedos, porque la vendimia había comenzado y tenía muchas ganas de saber cómo era el proceso. Todos los aldeanos y sus familiares llegados de otros lugares participaron en la vendimia, pero todavía no había suficientes manos para tanta cosecha.
- Amado mío, yo también puedo trabajar en las viñas. Podría hacer cuentas y gestionar las reservas en el balneario por las noches, - le dije entonces.
- No, mi amor, tienes lo suficiente con tu trabajo, y por las noches quiero que te ocuparás de mí, no de números. No quiero ver una muerta tirada en mi cama, necesito una mujer caliente, llena de fuerza, dispuesta a recibirme y entregarse a mí con pasión.
Llegaba a la noche, cansado, sucio y con mucha hambre no solo de comida. De vez en cuando traté de preguntarle, si había algún problema en la bodega, pero él simplemente lo ignoraba y empezaba a besarme. Por cierto, esta maniobra de distracción funcionaba correctamente. En esos momentos, la dulce droga nublaba mi mente y se me escapaba por completo de la cabeza, lo que quería decirle exactamente. Por lo tanto, no tenía ninguna posibilidad para contarle mi idea.
Decidí restaurar yo misma al menos una parte del castillo con los dos millones que me dio mi madre. Felipe se negó a aceptarlos, diciendo que era mi dinero y que él podía hacer frente a todos los gastos de la deuda de su padre. Ninguna de mis explicaciones de que Paul Von Buol le dejó la mitad del castillo a mi madre y por lo tanto ella tenía la obligación de pagar la deuda, no lo convenció. Se mantuvo firme.
Por lo tanto, quería darle un regalo a mi "príncipe", aunque nunca hablamos sobre dónde sería nuestra boda, dónde viviríamos después, pero de alguna manera estaba segura de que nos quedaríamos aquí, donde todo comenzó.
Fui a la ciudad, me reuní con el arquitecto de una de las empresas constructoras, pedí en el ayuntamiento todos los permisos que recibió Paul Von Buol en su momento y pagué un aval, para que empiezan los trabajos cuanto antes. Mi corazón dio un vuelco, cuando imaginé cómo se transformaría este castillo y lo cómodo que sería vivir en él después. El hecho de que a Felipe tal vez no le gustara mi idea y mi vigorosa actividad, traté de no pensar, creyendo ingenuamente que a él le encantaría.
Al poco tiempo me invitó a ir con él a Ginebra y París por unos días, pues allí tenía negocios relacionados con la venta de un apartamento y una reunión con el director de una cadena de supermercados, donde iba a vender nuestro vino.
Tenía muchas ganas de ir, pero me negué por dos razones. En primer lugar, Ro iba a abrir su salón de belleza en cualquier momento y no pude evitar asistir y apoyarla en ese momento. En segundo lugar, el arquitecto prometió venir al castillo al día siguiente para verificar los planos antiguos, y si todo estaba correcto, se suponía que enviaría una excavadora para limpiar los escombros.
Sabía que mi "príncipe" tenía muchas ganas de restaurar su nido familiar y, para confesar, durante el tiempo que viví en el castillo, me acostumbré a sentirme como una verdadera dueña en toda regla aquí, por lo que me tomé la libertad de comenzar los trabajos de la restauración sin acuerdo con Felipe. Pero resultó que fue en vano, porque el castillo ya tenía una dueña. Era mi error de no pensar en eso antes.