Paola.
Entrando en la casa, la Sra. Von Buol arrojó su bolso sobre la mesa y se sentó en una silla de manera majestuosa. Maldiciendo en voz baja, me di cuenta de que definitivamente no podíamos vivir en la misma casa con ella. Si yo entendía al menos algo en las personas, entonces el diagnóstico era claro, mi futura suegra tenía un carácter pendenciero. Y nada se podía hacer al respecto. Las personas no cambian, no mejoran, especialmente las mujeres de su edad.
- ¿Quiere tomar un café o algún refresco? - sugerí, para diluir de alguna manera la escalada tensa de la situación.
- No. No tengo mucho tiempo y tu compañía no me da mucho placer. - dijo groseramente. - Vayamos directo al grano.
"¿Es así? ¿Tiene algún negocio conmigo?" - Pensé para mis adentros y me senté en una silla vacía.
- ¿Cuánto quieres para desaparecer de la vida de mi hijo?
- ¡¿Qué?!
- Estoy preguntando, ¿cuánto debo pagarte para que tú marchas de este castillo y de la vida de mi hijo para siempre? - repitió con saña.
Una vez más, con tristeza pensé que era mucho menos afortunada con una suegra potencial que con un esposo potencial, y mantener una relación al menos cordial con la madre de mi querido Felipe sería imposible, pero no me iba a dar por vencida.
- Sugerencia muy interesante. Pero me temo que no tiene esa cantidad de dinero. - Respondí con calma, tratando de disminuir el evidente deseo de arrancarle sus rizos arreglados.
- ¿Cuántos? - preguntó por tercera vez la bruja de mi futura suegra.
- Déjame explicarle. – Respiré, reuniendo toda mi paciencia en un puño y dije. - La mitad del castillo, así como las tierras adyacentes a él, por derecho de herencia me pertenecen. Así quiso su difunto esposo.
- Sé el precio y estoy lista para comprar tu parte. - me interrumpió.
Nuevamente, me golpeó el déjà vu. Exactamente esa frase era lo que dijo Felipe, cuando me vio por primera vez en el castillo. Imágenes divertidas de mis primeros días en este lugar, nuestro primer beso, nuestra noche romántica en la torre, pasaron por mi mente, como un caleidoscopio.
- Quizá, usted sepa el precio de estas ruinas, pero ¿cuánto valora el amor de Felipe? - Pregunté directamente.
- Te doy diez millones de euros y te vas de aquí de inmediato. – dijo la bruja y metió la mano en su bolso.
- ¿Así que valora tan poco la felicidad de su único hijo? - Me reí.
- ¡Estaba segura de que eres la misma criatura indecente, que tu madre! - exclamo ella. – De tal palo, tal astilla. Una arruinó la vida de mi esposo, quitándole la familia, y la otra...
- ¡Callase la boca! No permitiré que nos insultes a mi madre y a mí en mi casa. No voy a venderle nada, especialmente a usted, no pienso a renunciar el amor de Felipe, así que le pido que deje el castillo de buena manera. - dije con firmeza, salté de la silla y corrí hacia la puerta, la abrí de par en par.
- Tienes un día para pensar en mi propuesta. - sus ojos relampaguearon, como si me hubiera arrojado cuchillos, se levantó lentamente de su silla y se fue sin siquiera mirar atrás. Fue directamente a la casa de Magda. Por supuesto, ¿adónde más podría ir?
Dios sabe, yo no quería que nuestra relación fuera así, pero mi paciencia se agotó. Ella no vino a mi encuentro para conocerme, sino a deshacerse de mí. Había un completo caos en mi cabeza, aunque entendí una cosa claramente. Mi suegra potencial me odiaba solo porque yo era la hija de alguien que una vez tuvo la imprudencia de tener una aventura con su marido. ¡Absurdo! Pero eso no lo hizo más fácil para mí. ¿Qué hago? ¿Cómo hacer lo correcto? ¿Cómo salvar nuestro amor con Felipe?
Me detuve frente al espejo, miré mi reflejo y no pude entender. ¿Por qué me pasa este tipo de problemas? ¿Por qué tengo tanta mala suerte? ¿Soy indigna de la simple felicidad familiar? Entendí perfectamente que la relación entre mi madre y la madre de mi querido “príncipe” no era la mejor, pero ¿eso era el motivo para que Felipe y yo no nos amemos?
Así que decidí que tenía que tomar medidas. Necesitaba aprender a hablar con esa serpiente y no contaminarme con su veneno, así que llamé a Felipe, él debería haberla conocido mejor que nadie. Pero su teléfono estaba apagado, así que marqué el número de mi mamá con la esperanza de que me aclara que pasó de aquella y porque señora Von Buol aún está llena de odio.
- ¡Hola mamá!
- Hola hija. ¿Estás bien?
- No. Mamá, cuéntame qué pasó entre tú y Paul Von Buol. – pregunté directamente. - Deseable en detalle.
- ¿Por qué necesitas saber eso? De aquello pasó tanto tiempo, que ya lo he olvidado todo, - trató de evitar responderme.
- ¿¡Lo olvidaste?! ¡Pero su esposa, parece, lo recuerda todo perfectamente! - exclamé. – La duquesa vino por aquí, armó un escándalo, incluso ofreció dinero para sacarme del castillo.
- ¿Qué hiciste tú?
- La eché de aquí.
- ¡Bien hecho, hija! Ella lo merece. - Mamá se rio. – Recuerda, cariño, este es tu castillo, no de ella.
- Sí. Pero siento que ella no me dejará en paz. Necesito saber todo sobre tu relación con Paul para poder defenderme, estoy especialmente preocupada por un tema. ¿Por qué él te dejó el castillo a ti y no a otra persona?
- Está bien, te lo contaré todo, esta noche. - respondió y colgó.
Era su forma de interrumpir la conversación en medio de una frase, lo que más odiaba, pero como prometió llamarme por la noche, decidí esperar. Además, llegó una excavadora y tuve que mostrarle por dónde empezar los trabajos. Al escuchar el rugido, Magda y mi futura suegra salieron de la casa.
- ¿Que está pasando aquí? - gritó la duquesa.
- Nada especialmente extraño. Simplemente decidí empezar los trabajos de rehabilitación y poner en orden mi parte del castillo. - respondí con la tranquilidad de un boa constrictor.