Felipe.
Me acerqué a mi amada, abrazándola por la espalda, puse mis manos sobre su estómago, hundí mi nariz en su cabello, inhalando el embriagador aroma que emanaba de ella. Ahora se le agregó un pequeño tono, que decía, que acabábamos de hacer el amor y eso me encendió increíblemente ... Probablemente, estando bajo la impresión de eventos recientes, me di cuenta claramente de que la vida misma debería haber olido exactamente de esa manera, como mi amada ahora con mi hijo en su vientre.
Paola volteó, me miró a los ojos y dijo estropeando un momento tan dulce:
- Si quieres, mañana después de la inauguración iremos a hablar con tu madre.
- No. No quiero. - Respondí.
- ¿Por qué? ¿No tienes curiosidad por saber quién es tu verdadero padre? - preguntó.
- Lo más probable es que mi madre inventa algo más. Si ella no me ha dicho eso durante treinta y dos años, no creo que lo haga ahora. – Respondí molesto. - En realidad, no quiero pensar en ella. Mejor pensemos en nuestro futuro. ¿Dónde quieres celebrar nuestra boda?
- ¿Como dónde? Aquí en el pueblo.
- Genial, yo también lo pensé. Este hermoso lugar me dio a ti. - Dije y besé a mi futura esposa. - Así que mañana en la inauguración anunciaremos la fecha de nuestro matrimonio y hablaremos con el sacerdote. ¿Serán suficientes dos meses para que te prepares?
- Me sobrará, - se rio. - Ya soy tu esposa, todo lo demás es solo una formalidad.
- Tienes razón, mi amor, - la besé y la arrastré de vuelta a la cama.
A la mañana siguiente, nos despertó una llamada de los abogados de Paul Von Buol, recordándonos que había pasado la fecha límite para entregarme la carta, que Paul me había dejado y me preguntaron cuál era la mejor manera de hacerlo.
- ¡Mira qué bien va todo! - exclamó Paola. - Vamos a París, recogemos la carta y hablarás con tu madre.
- ¿Estás segura de que quieres volver a verla? - Pregunté, sonriendo tristemente.
- Para ser honesta, en realidad no quiero, pero ella es tu madre y te ama. No quiero ser piedra de tropiezo entre vosotros. – respondió Paola seriamente. - Además, nuestro hijo es su nieto.
- Creo que estas equivocada. Mi madre es una persona compleja y difícil de tratar. Ella no te aceptará a ti ni a nuestro hijo, porque viendo cómo sufría al pensar que eras mi hermana, no lo negó, ni siquiera me dio la esperanza. A ella no le importaba que mi corazón fuera destrozado, que la vida sin ti no tenía sentido para mí, solo quería impedir nuestro amor, impedir que me casara contigo, - le dije.
De repente vi, que su rostro cubrió la sombra de gran pena. No quería disgustarla y mucho menos asustarla, por eso la abracé y añadí:
- Pero tienes razón, necesitamos ir a París, cuando termine la vendimia, porque necesito decidir quién tomará mi lugar en la junta directiva de nuestra compañía farmacéutica. No quiero trabajar allí más, mi lugar de ahora sería aquí contigo.
- ¿Pensaste bien? ¿Te gustaba tu trabajo?
- Sí. Pensé mucho y decidí que sería mejor para nosotros quedarnos aquí, reconstruir el castillo, administrar la cooperativa y criar a nuestros hijos en este lugar tranquilo y hermoso, lejos de nuestros familiares. - Respondí honestamente.
- ¿No te gustó tanto mi mamá? - preguntó algo sonriendo.
- No sé, no hablé mucho con ella, pero me dio la impresión de que no me aceptaría, como hijo de Matilde, además, fui grosero con ella en la clínica.
- No me importa, pero creo que ella entendió en qué estado estabas y ya te perdonó. Además, ella sabe que eres el padre de su nieto y que te amo más que a la vida misma. Aunque me gusta mucho tu idea de quedarnos aquí. - Dijo, de repente saltó de la cama y corrió al pasillo, de donde sacó una carpeta grande. - ¡Aquí mira! ¿Te gusta?
Desplegué y vi un plano para la rehabilitación del castillo. ¿Qué podría decir? Mi amada adivinó todo lo que yo quería hacer y aún más.
- ¿De verdad decidiste hacer un museo aquí? - Me sorprendió.
- Sí. Esta mitad del castillo será suficiente para nuestra familia, si reconstruimos el segundo y tercer piso, más una torre. Y en el ala izquierda podemos hacer un museo de Zermatt y Paul. Ya me enteré de que, si hacemos un museo, nos darán un subsidio que cubrirá la mitad del costo de rehabilitación del castillo. Especialmente, necesito algún lugar donde colgar ese cuadro. – dijo sonriendo y me señalo aquella obra de Paul.
Inmediatamente tomé mi teléfono roto y marqué el número de la crítica de arte, a quien le había encargado la venta de las pinturas de Paul hace un mes.
- Señorita Wagger, soy Felipe Von Buol. ¿Ha vendido todos los cuadros? ¿No? ¡Maravilloso! ¡No venda nada! Los tomaré para mí. Sí, también creo que se merecen algo mejor. Gracias. - Le di las gracias, me volteé hacia Paola y le dije, - Tendremos un museo, porque los cuadros de tu padre son dignos de ser vistos por todos. También en la casa de San Marino, donde después de la avalancha vivía mi abuela, había muebles y cosas del castillo que se salvaron de aquella.
- ¡Es simplemente maravilloso! - exclamó, arrojándose a mi cuello y besándome de tal manera que mi cabeza voló de nuevo.
- Por supuesto que es genial, pero si no dejas de besarme, volveremos a hacer el amor y definitivamente llegaremos tarde a la inauguración. - Dije sonriendo.
- No te preocupes, no comenzarán sin nosotros, - se rio, me tiró de espaldas y se sentó encima.
En una palabra, llegamos al balneario, cuando ya todos se habían reunido, incluso los funcionarios de la capital estaban presentes. Primero habló Paola, luego el alcalde de Zermatt y algún otro político, atribuyéndose todos nuestros méritos, contó cómo se preocupa y defiende a la gente de los pueblos pequeños. Aunque todo esto fue filmado para la televisión local, Paola estaba muy feliz con tal publicidad.