La hermanita de mi amigo. Amor en dos ruedas.

Cambio de hogar

Me siento en la cocina, los codos apoyados en la mesa mientras mi mamá me sirve el desayuno. La luz de la mañana entra por la ventana y se refleja en mis lentes gruesos. Tengo el moño recogido a lo desordenado de siempre y la camisa que no me importa si está arrugada. Estoy pensando en la cantidad de cafés que voy a necesitar para sobrevivir a esta conversación.

—Isa, cariño —empieza mamá, con esa voz que usa para convencerme—. He estado pensando… creo que lo mejor para ti sería ir a vivir con Matteo y Ethan por un tiempo. Solo un año, hasta que sepas qué vas a hacer con la fotografía.

Hago una mueca y tomo un sorbo de mi café con lentitud, calculando mis palabras.

—Mamá… —digo, tratando de sonar paciente—. Tengo veinte años. Soy adulta. Puedo vivir sola. No necesito que me mandes lejos porque sí.

Ella suspira, y puedo ver la preocupación que se le dibuja en el rostro.

—Isa, no es solo por eso. No creo que estés preparada para estar completamente sola todavía. Y esa ciudad… —su voz baja, es casi un susurro— es demasiado peligrosa para alguien tan joven.

Me muerdo el labio. Peligrosa. Ni que fuera una niña indefensa que va a perderse en un aeropuerto o algo así.

—Mamá, siempre me he arreglado sola. He viajado, he trabajado… y, además, tú sabes que Matteo y Ethan solo se la pasan de fiesta. Yo no quiero ir a un lugar donde todo lo que hacen es emborracharse y… —cierro los ojos—, y pelear con Ethan cada vez que me vea con uno de mis libros.

—Eso lo sé, cariño —dice ella con un leve asentimiento—. Pero quiero que estés cerca de ellos, bajo supervisión, aunque sea indirecta. Y no es solo diversión y fiestas… saben manejar negocios importantes. Tú aprenderías mucho.

Ya salió el peine, frunzo el ceño. —Si esto es uno de tus intentos para que me pongas a trabajar en una oficina, pues estás equivocada —estallo, siempre ella con esa manía de que deje la fotografía.

—No es eso, solo quiero que explores otras opciones. Eres una excelente fotógrafa, bebé, pero hay otras cosas en la vida.

Aprieto el asa de mi taza, intentando mantener la calma mientras mi cabeza repasa todos los recuerdos de infancia: Ethan molestándome sin descanso, escondiéndose detrás de su arrogancia y sus bromas mientras yo me protegía tras libros y cámaras.

—Está bien… mamá —digo finalmente—. Pero no prometo que me guste.

Ella sonríe y me acaricia la mejilla.

—Sé que no te va a gustar… pero confío en que lo entenderás.

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Al día siguiente, estoy en el avión, mi cámara cuelga de mi cuello. Mis lentes reflejan las luces de la cabina, mi moño está todavía más desordenado por el viento del aire acondicionado, y yo estoy revisando las fotos que ya tomé con mi teléfono, intentando calmarme.

Cuando aterrizo, veo a Matteo y Ethan esperándome. Matteo sonríe con esa seguridad tranquila de siempre, pero Ethan… Ethan lleva esa sonrisa que tanto me irritaba de niña, la misma que me hacía esconderme detrás de los libros: divertida, descarada e irritantemente perfecta. La camiseta negra se le pega a los abdominales y veo hacia otro lado, lo que tiene de arrogante lo tiene de guapo.

—Miren quién llegó —dice él, inclinándose ligeramente hacia mí—. La nerd más fastidiosa del mundo, con cámara y todo.

Ruedo los ojos y le doy una sonrisa que es más una mueca retorcida.

—Sigo siendo más lista que tú —respondo, mientras saco mi cámara y empiezo a tomar fotos de los autos de lujo que nos esperan en el aeropuerto.

—Uh, eso lo veremos, enana —responde Ethan, acercándose y empujando suavemente mi brazo—. Todavía no sabes en lo que te estás metiendo, Isa.

Volteo y abrazo a Matteo; lo extrañé tanto. Es molesto a veces, irritante, pero lo amo.

—Mati —estiro mis brazos hacia él—.

Él me aprieta contra su pecho, besando la coronilla de mi cabeza.

—Bienvenida, pequeña. Prometo no hacerte enojar mucho —me besa las mejillas, y yo me alejo para tirarle una foto con mi cámara, inmortalizando el momento.

Camino detrás de mi hermano, pero sigo atrapada entre el enojo, los recuerdos de infancia y la curiosidad por este mundo de fiestas. Aunque sé que será un año largo, puedo ponerle algo de diversión.




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