La hermanita de mi amigo. Amor en dos ruedas.

Pequeño mundo

Me encuentro sentada en el borde de la cama, parece un pastel para niña; el fleco es tan cursi que daña mis ojos. Jamás había visto tanto rosa junto. Un libro yace abierto frente a mí, pero las palabras se rehúsan a quedarse en mi cabeza. El sonido estridente invade cada rincón, perforando la concentración que intento mantener. La música retumba de modo imparable, rebotando en las paredes y en mis nervios. Presiono las yemas de los dedos contra mis sienes, buscando calmar el caos que crece.

—Solo ignóralos —murmuro, intentando sumergirme en la lectura, pero el ritmo salvaje no me permite avanzar. Risas, voces alzadas y pasos apresurados estallan contra el suelo, destruyendo cualquier intento de tranquilidad. El papel se vuelve un mosaico confuso, las letras se desdibujan y se escapan de mi alcance.

—Genial —exhalo con molestia—. Según mi madre, ellos cuidarían de mí —sigo refunfuñando.
Dejo el libro a un lado y me levanto con decisión. La puerta se abre y el panorama frente a mí es una tormenta de luces, música y cuerpos en movimiento.

—Por Dios, ¿qué es todo esto? —murmuro desde la escalera. Hay mujeres por todos lados en traje de baño, otros sin camisa que lo juran. ¿A dónde me vine a vivir?

Molesta y con la cara roja de rabia, comienzo a caminar entre la horda de cuerpos, empujándolos para que me den paso.
Busco con la mirada a mi hermano o al idiota de Eithan, pero no los encuentro.

—Chica, te equivocaste de fiesta. La biblioteca queda al otro lado —se ríe un sujeto de cabello rubio con una bermuda y sin camisa. Pero, wow, es muy bello.
Ruedo los ojos y no le contesto; sigo buscando a los idiotas dueños de este apartamento.

—Apaga eso. Necesito concentrarme —grito a unos pasos de Eithan, quien tiene a una pelinegra sentada en sus piernas. Ni siquiera me ve y creo que ni siquiera me escucha, porque la música está estruendosa.

—Que apagues esto, idiota —le grito, tocándole el pecho con el dedo.

Una sonrisa burlona se dibuja en su cara, ignorando mi petición.

—Aquí no hay lugar para libros, esto es vida en estado puro, enana —su tono sarcástico y burlesco me hace querer partirle la cabeza con una botella.

—¿Cómo voy a leer con este escándalo? Por Dios, es miércoles —giro buscando a mi hermano; al menos él me tiene que escuchar.

—Por favor, ve a tu habitación y ponte a ver una caricatura, o anda a leer un libro —se coloca de pie y debo levantar la cabeza. Su pecho ancho hace que mis mejillas se sonrojen, pero gracias a las luces led no se nota.

—Ahg... —aprieto los puños y hago un pequeño berrinche. Quito la bebida de su mano y se la echo en la cara—. Idiota.

En vez de molestarse, solo se ríe. La chica a su lado sí parece bastante ofendida, pero no me importa. Me doy la vuelta y regreso a mi habitación.

—Maldito idiota —me lanzo en la cama y pego un alarido estridente que ahoga mi almohada.

La rabia me consume. Sabía que esto iba a ser así; aún recuerdo cuántas veces le rogué a mi madre para que no me trajera aquí. Él solo lo hace para molestarme, lo sé.

Tomo mi libro y mis auriculares y vuelvo a salir de la habitación. Arrugo la cara cuando el sonido me afecta los oídos. Comienzo a subir las escaleras, recordando la terraza que mencionó mi hermano que tenían. Cada paso que doy deja atrás los murmullos y las risas de la gente que se divierte.

Mientras más subo las escaleras, más calma se siente. Mis ojos se abren de sorpresa cuando el frío de la noche me pega en la cara. Las luces que tengo frente a mis ojos son simplemente un espectáculo: California de noche, un paraíso precioso.

Doy la vuelta apreciando el lugar. Hay un pequeño sofá en una esquina con una mesa de cristal, el suelo es pulido y veo el lugar perfecto para poder leer al fin.

El libro en mis manos se abre y me sumerjo en mi lectura. Es un romance un poco diferente, pero me encanta la manera del hombre de tratar a la protagonista; es de las pocas cosas que se ven en esta clase de libros.

—Con toda una maravillosa fiesta allá abajo, tú te encuentras aquí —una voz grave que no conozco me sorprende. Giro mi rostro y me encuentro con un sujeto de algunos veinte y tantos años, alto, casi tanto como mi hermano. La camiseta blanca que tiene puesta le abraza cada relieve de su cuerpo.

—Yo... no... bueno, sí —parezco idiota hablando, o mejor dicho, tratando de hablar. Es más por la sorpresa que por el hombre—. Mi excusa es que estoy tratando de leer. ¿Cuál es la tuya? —cruzo mis brazos y él sonríe dejando ver una amplia sonrisa blanca.

—Yo te vi subir y me dio curiosidad saber por qué alguien no querría estar en esta fiesta. ¿Quieres un poco? —me ofrece la bebida que tiene en su mano.

—No, gracias... Pues deberías saber que la curiosidad mató al gato.

—Eso sí, soy muy curioso —se acerca sin que le dé permiso y se sienta al frente de mí—. Por cierto, mi nombre es Evans Thompson.

Me dice su apellido y no escondo la sorpresa que me da. Mis ojos se abren tanto que llega hasta el nacimiento del cabello.

—¿Thompson? Vaya, qué pequeño es el mundo. Tengo una mejor amiga que se llama Evangeline Thompson —suelto entusiasmada.

El rostro del sujeto está tan sorprendido como el mío.

—No te lo puedo creer. ¿Es como de tu tamaño, cabello castaño, ojos color verde y suele ser muy mandona? —asiento con una pequeña carcajada. No puede ser: es el hermano de mi amiga.

—Esto es maravilloso. Yo quería ir a reventar la peda, me mudé apenas hace unos días —olvido el libro y sigo sin poder creerlo.

—Vaya, que si eres amiga de mi hermana... He estado viendo ese libro mucho y quisiera saber de qué trata —cuando pregunta, abro los ojos frunciendo el ceño y niego rápidamente.

—Romance juvenil, nada interesante —trato de sonar convincente, pero no creo que haya funcionado porque me mira entrecerrando los ojos.

—Si llegas, podría llevarte con ella. Te puedo pasar a buscar mañana y te llevo. ¿Te gustaría ir conmigo?




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