La hermanita de mi amigo. Amor en dos ruedas.

Plan

Arrugo mi cara y me estiro cuando el sol me relumbra de frente, mis sienes palpitan sin cesar y tengo dolor de cabeza. No puedo recordar a qué hora me dormí; esos idiotas nunca apagaron la música. Saco la sábana de mi cuerpo con molestia y me dirijo al baño, mientras mi mente maquina cuál será mi movimiento, porque yo soy de las que piensa que la violencia no es el camino y tengo razón... Es la solución.

Levanto la cabeza y observo mi reflejo, la mejor manera de vengarme es darle en su ego; aún no sé cómo, pero lo voy a averiguar.

Cuando por fin estoy lista bajo las escaleras a la par que marco el número de mi amiga Evangelina; por eso acepté venirme a California: ella me entiende y apoya mis locuras. En mi cuerpo descansa mi cámara; queda perfecto con mi outfit, tomé lo primero que agarré.

Hago una mueca al ver el desastre; huele a alcohol, sudor y cigarro. Trato de mirar al frente para no tener que toparme con algún charco de vómito.

—¡Qué asco todo! —murmuro con el teléfono en mi oreja, escuchando los repiques de la llamada.

—Isa... ¿Cómo estás? —grita en mi oreja dejándome aturdida.— No, la pregunta es: ¿por qué no me has buscado? —ahora suena enojada; siempre ha sido así, su hermano no se equivocó al describirla.

—Auch... Estoy bien, bueno, no en este momento que no he dormido nada —suelto, bufando de rabia—, y ella se ríe; su tono es reconfortante: por fin una voz conocida con quien hablar.

—Mi hermano me comentó que te vio; también, lo de Ethan... Necesitamos vernos —vuelve a gritar y decido colocar el teléfono en altavoz y alejarlo de mi oreja por seguridad auditiva.

—Por favor, Eva... Me vas a volver loca —uso el diminutivo con el que suelo llamarla y se tranquiliza.

—Bien, pero ven a casa —suplica y sonrío. Abro la nevera y busco qué comer antes de salir.

—Bien... Dame una hora y estaré contigo, te extraño —me pongo melancólica y puedo oír su suspiro de anhelo.

Cuarenta minutos más tarde salgo de casa; me siento tentada a tomar uno de los autos, pero por ahora no haré nada: tomo un Uber y me relajo en el asiento a esperar a llegar. Todo lo que viví estos días me aborda y cuesta todo de mí no gritar en el auto. Una semana estaba haciendo lo que me encantaba: era libre, feliz, y aquí solo soy el entretenimiento del imbécil de Ethan. Pero algo debo hacer; debe haber alguna cosa donde lo pueda joder.

—Señorita, ya llegamos —anuncia el chofer y quedo sorprendida; he estado tanto tiempo metida en mis pensamientos que ni siquiera me di cuenta de cuándo llegamos.

—Gracias. Que tenga buen día —me ha dejado en la entrada de la mansión de mi amiga; es enorme y me encanta. Me dirijo a la entrada, pero un grito me sorprende.

—¡Isa! —segundos después soy impactada por el cuerpo de una hermosa castaña. Sus brazos me envuelven y debo afirmar mis pies al suelo para no caer; doy los pasos hacia atrás y el peso de ella me hace perder el equilibrio, pero aun así no nos caemos.— Te extrañé, ¿cómo te atreves a no decirme que estabas aquí? —reprocha una y otra vez y yo solo puedo reír; ella es así, explosiva.

—Yo también te extrañé, Eva —tomo la cámara que alcancé a girar un poco hacia atrás para que no recibiera el impacto; entonces le tomo varias fotos: ella posa como toda una modelo y después terminamos rompiendo en carcajadas.

—Vamos adentro, debes contarme todo... —con uno de sus brazos rodea mis hombros y no hay otro lugar donde quiera estar que este.

—Me encanta tu casa, es grandiosa —murmuro observando el techo; divino, tiene un diseño espectacular en cristales, hay mucha luz por los grandes ventanales y todo grita Evangelina.

—Sí, mi mamá tiene excelente gusto. Ven —me jala y casi caigo al subir las escaleras.

—Eva, por favor...

—Nada de por favor, vamos a mi cuarto; necesitas ponerme al día —su actitud eufórica es lo que más adoro de ella.

Al abrir la puerta su cuarto es todo lo que está bien: pósters enormes de motos impresionantes, un estante hermoso con libros que me dejan con la boca abierta, y no son precisamente de filosofía. La cama es muy grande para ella sola, pero es perfecto: sábanas violeta, su color favorito, y un sofá en medio del lugar; todo es precioso. La vista que tiene a través de su ventana me llama mucho la atención; fácilmente podrías relajarte y dejar tus problemas de lado allí.

—Ahora sí, cuéntame —se sienta en su cama y por el impacto rebota un poco; yo solo me puedo reír.

—Bueno, ¿qué te puedo contar? Mi madre se volvió loca —suelto—; ella niega con su cabeza.— Le pareció una maravillosa idea mandarme con los idiotas de Ethan y de Mati, según ella para que pensara en mi futuro, aunque la verdad es que quiere que me meta en las empresas, y sabes que no quiero eso —me tiro hacia atrás y cierro los ojos, exhalando; puedo escuchar su carcajada que retumba en las paredes de la habitación.

—Vaya, eso sí está mal. ¿Cómo tu madre puede meterte en la casa de tu crush...? —se burla y yo le lanzo uno de los peluches que tengo cerca.

—Mi cruz, querrás decir... Está insoportable. No tengo mucho tiempo en California y ya quiere hacer que me vaya —mi tono es dramático; cualquiera pensaría que es una tragedia épica.— Anoche no pude dormir, también traté de hablar con tu hermano y me cargó como si fuese un costal de papas; no ha parado de molestarme, estoy harta —me cubro la cara con las manos, agotada de él.

—Tranquila, sí, solo hay que voltearle la torta y listo...

Me levanto ante su comentario y elevo una de mis cejas.

—No, claro, porque cómo es tan fácil —murmuro cruzando los brazos...

—Bueno ya, no seas dramática —se ríe y entrecierro los ojos en su dirección.— Debes buscar algo que sepas que lo va a joder; hay que atacar su ego, buscar una cosa que lo ponga como tú estás ahora.

—Vaya, gran idea; ahora solo falta saber qué cosa es eso... —sigo molesta; puedo sentir cómo mi nariz se enrojece.— ¿Sabes qué? Olvídalo, trataré de evitarlo lo más que pueda y listo; solo me voy a concentrar en mi cámara —tiro la vista hacia donde la dejé— y tal vez buscar algún lugar donde practicar lo que me gusta.




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