Observo uno de los libros que tiene mi mejor amiga en su estante; lo aprieto contra mí porque mi ánimo ha mejorado: la idea de ella es fascinante.
El ruido de un auto llegando nos alerta y Evangelina se asoma por la ventana, sonríe y aplaude.
—Ven, Isa, ya llegó quien nos va a ayudar con nuestro plan —me jala por la mano y casi me caigo; esta mujer, un día de estos, me va a matar.
Corremos escaleras abajo y debo sostener de la baranda para que no haya un accidente.
—Evans... hermanito —ella me suelta, abraza a su hermano y este la observa frunciendo el ceño; la camiseta gris que tiene puesta parece una segunda piel.
—¿Qué necesitas? —bromea Evans y Evangelina se ofende con un jadeo sorpresivo y coloca una mano en su pecho.
—Por favor, ¿cómo crees que te pueda pedir algo? —dice con una risita baja y él se cruza de brazos; de pronto sus ojos me detallan.
—Isa... qué gusto volver a verte y sin guardaespaldas —me mira divertido y yo asiento.
—También me alegro de verte —camino más hacia ellos y mi amiga me guiña un ojo.
—Bueno, ya. Necesito que mi hermano favorito me ayude —sonríe ampliamente mi amiga y su hermano suelta una carcajada que lo hace ver más guapo.
—Soy el único que tienes —le sacude el cabello con su enorme mano y Eva se queja.— Dime qué está tratando esta cabecita loca —se cruza de brazos con una enorme sonrisa.
—Bueno, ya, me descubriste, necesito equipo, un lugar para entrenar y el regalo que me diste en mi cumpleaños pasado —habla sin parar y muy rápido; ella respira hondo tratando de recuperar el aire que perdió en su perorata.
—¿Qué? ¿Para qué necesitas todo eso? —me observa a mí y luego a su hermana.— Te di esa moto a modo de broma porque sé que no te gusta montarlas; por eso su color es negro y rojo.
—Lo sé, pero ahora lo quiero todo, es para ella —Eva se acerca a mí y me abraza por un hombro.
El rostro de Evans está aún más confundido; siento cómo me recorre de abajo hacia arriba, no tengo aspecto de deportista y menos de motocross.
—Te volviste loca; este deporte no es un juego, es disciplina y constancia; además un error podría ser fatal. —Sus ojos tratan de hablar por él; está preocupado, lo veo por cómo aprieta más los brazos sobre su pecho.
Eva coloca su mirada caída y ese puchero que usa para salirse con la suya.
—¡No te atrevas, Evangelina, esto no... No creo que... —intenta, pero la mirada de su hermana lo derrite.— Eres terrible... —bufa y ella se acerca y lo abraza.
—Lo sabía, por eso te amo... Eres guapo. Inteligente y...
—Bueno, ya. Entendí tu punto, aunque hablo en serio: esto es peligroso —ahora su atención está por completo sobre mí y trato de no verlo porque su mirada es intensa.— ¿Estás segura de esto? ¿Por qué quieres practicar motocross? Se necesita mucho entrenamiento.
Sus dudas hacen que mi ego se infle y salga a flote. —Lo he practicado desde hace mucho y no es por nada, pero soy muy buena —sonrío y mi amiga asiente emocionada.
—Ha ganado muchas competencias, pero nadie lo sabe y debe seguir así, Evans —ella lo señala con su dedo.
—¿Por qué nadie puede saberlo...? Ahora entiendo menos; o sea, ¿tu hermano y Ethan no saben? —pregunta ladeando la cabeza y yo niego.
—No, y no pueden saberlo y ahora menos —le dice mi amiga, dejando a Evans aún más confundido.
—No estoy entendiendo nada; no puedes hacer esto a escondidas de tu hermano —habla con la boca llena de razón, pero él debe entenderme también.
—Te comprendo, pero nada malo me va a pasar; voy a entrar en las competencias de Ethan y voy a ganarle —contesto con mi mentón arriba y, al parecer, le ha encantado la idea porque se ve más interesado.— Ese idiota debe pagarme las que me hace y le voy a dar en el ego.
Evans se queda callado y manteniéndome la mirada hasta que de pronto se ríe.
—¿Cuándo empezamos?