La hija de la Madre Luna

Capítulo 1

  • Hola, Amelia, buenos días. ¿Lista para iniciar tu carrera en el mundo de la moda? Aunque creo que ya lo hiciste por los buenos comentarios de Kurt. Está maravillado con tu trabajo -saludaba Marianne Höller mostrándome una enorme sonrisa mientras me miraba con demasiado aprecio al verme ingresar por la puerta principal del instituto.
  • Buenos días. Qué bueno saber que al diseñador Kurt Posch le gusta mi trabajo -respondí algo confundida, más que nada por esa amabilidad exagerada que tenía conmigo y porque siempre fijaba la mirada en mi piedra de luna.

Las clases transcurrieron con normalidad. Éramos treinta alumnos y solo había cuatro chicos en el grupo. A la hora del almuerzo fui a la cafetería con dudas. Solís me había dado dinero para pagar mi comida de la semana porque el apoyo económico que el Estado me facilitaba aún no llegaba, pero no sabía si me alcanzaría, ya que todo en el instituto era tan moderno, fino y lucía caro.

Estaba con mi bandeja haciendo la fila para pagar cuando una mujer pelirroja, algo bajita, con lindas pecas en la nariz, trenza francesa y ojos dorados como los de Marianne, se acercó y le dijo a la cajera que no reciba mi dinero.

  • Ella es una becaria, no va a pagar por sus alimentos -dijo la pequeña pelirroja.
  • Pero todos los becarios pagan, el Estado les da dinero para que cubran sus gastos -argumentó la cajera con duda.
  • Sí, es verdad, pero no es el caso de ella. La señorita Amelia Meyer, y apréndase ese nombre, no pagará por ningún alimento que tome de la cafetería, sea o no la hora del almuerzo. Solo va a indicar en su cierre de caja los productos consumidos por ella para que no hayan fallas en los balances. Es una orden de la Dirección -finalizó la pequeña pelirroja junto a una sonrisa.

La cajera sonrió y aceptó lo dispuesto por la Dirección y anotó amablemente lo que estaba en mi bandeja. Luego la pequeña pelirroja me pidió que la siga y se sentó conmigo a almorzar.

  • Hola, Amelia, soy Katharina Müller, Asistente de Dirección. Marianne me pidió que almorzara contigo para explicarte algunas órdenes que ha dado para tu paso por el instituto -dijo la pequeña pelirroja llevando su mirada dorada de mi cara a mi collar. Era notorio que la piedra de luna llamaba su atención.
  • Mucho gusto, señorita Müller -dije muy seria, queriendo marcar distancia.
  • No seas tan seria que no soy tan vieja, apenas tengo veintitrés años -dijo sonriendo y dándome un golpecito leve sobre mi mano izquierda-. Puedes llamarme Katha, así todos me dicen.

»Quiero comentarte que, además de los alimentos gratuitos en la cafetería vamos a cubrir tus gastos médicos. Para ello necesito que llenes estos formularios de la compañía de seguros, para que generen tu tarjeta de afiliado y accedas a los servicios en clínicas y a domicilio, farmacias, traslados en ambulancia y otros que requieras. Además, pagaremos una compensación para que hagas uso del seguro inmediatamente, ya que no queremos que tengas que esperar tres meses para acceder a todos los beneficios”.

Terminó de decir todo ello y la sonrisa le cambió por una gran expresión de preocupación, ya que notó mi escepticismo.

  • ¿He dicho algo malo? ¿No has entendido lo del seguro médico? -preguntó con algo de miedo en su mirada dorada.
  • No sé si sepa que soy una persona en situación de abandono, por eso el Estado se ha hecho cargo de mi cuidado. Además, he ganado una beca, por lo que recibiré un monto mensual para pagar mis gastos, y el seguro público de salud seguirá funcionando hasta que cumpla veintiocho años. Considerando ello, ¿por qué tendría el instituto que pagar los alimentos que tome de la cafetería y un seguro de salud en clínicas y centros médicos privados? -cuestioné con una mirada inquisidora, intentando leer su mente.

Katha se puso nerviosa. No quería mirarme, parecía que si lo hacía mi mirada la obligaría a decirme la verdad. En eso escuché una voz serena, muy melodiosa respondiendo detrás de mí.

  • Es por el programa de Formación para la Excelencia que tenemos en Höller Textilien, empresa a la que pertenece este instituto y forma parte del holding Höller Gruppe –era Kurt Posch quien respondía con seguridad, guiñando un ojo a Katha que suspiraba como si le hubieran quitado un gran peso de encima.

Me quedé maravillada mirándolo. Tenía enfrente de mí a uno de los mejores diseñadores de modas del mundo. Extendió su mano para saludarme, respondí el saludo y prosiguió hablando.

  • Tu portafolio es una muestra de tu talento -decía mientras se sentaba con nosotras-, y queremos que tu creatividad no se vea afectada por pequeños problemas de la vida diaria, como si tienes suficiente dinero para el almuerzo o si tienes que faltar a clases para ir muy temprano al hospital público para sacar una cita médica. Queremos que estés dedicada y enfocada a tu aprendizaje y preparación en el diseño de modas y confección de prendas de vestir.

Su voz era hipnótica y sus ojos dorados brillaban muchísimo al hablarme, pero me parecía demasiado bueno el programa de Formación para la Excelencia.

  • ¿Y cuántos somos los afortunados en beneficiarnos de ese programa? -consulté a Kurt Posch aún desconfiada, tomando un bocado de mi almuerzo.
  • Solo tú, eres la primera. Por ti hemos creado el programa.




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