Capítulo 2
Solís desconfió de tan maravillosos beneficios cuando le conté lo del programa de Formación para la Excelencia. Usualmente las universidades privadas generan unos seguros médicos para casos de emergencias al concretar la matrícula, pero el que me ofrecieron era completo, ¡y me daban todo gratis! Lo de los alimentos en la cafetería del instituto sí era un beneficio creíble, pero que me otorguen un apartamento completamente amoblado, cuya renta mensual era de cuatro mil dólares americanos, le parecía demasiada belleza.
- Diles que te den un tiempo para decidir sobre el apartamento, que sea una semana. Solo necesito una semana para quitarme unas dudas –me indicó Solís sobre qué responder.
Solís había dejado la policía un mes después de la muerte de Malinas. Aunque no fue el único animal que entrenó y con el que trabajó haciendo equipo, sí fue la única con la que creó un lazo muy fuerte, de ahí que cuando dejó de existir, Solís se deprimió y no soportaba estar en la sede del escuadrón canino. En ese momento ella ya estaba casada con el Teniente Paul Torres, siendo su nuevo grado el de Capitán, y tenían planes de tener su primer hijo. Así que, en consenso, acordaron que Solís pida su retiro de la policía y complemente sus conocimientos y títulos académicos como entrenador de animales domésticos para que luego ofrezca sus servicios a empresas de seguridad, municipalidades y público en general.
Al haber trabajado tantos años en la detección de drogas ilegales, Solís tenía varios contactos que vivían entre la labor policial y el bajo mundo de la comercialización de narcóticos. Necesitaba tiempo para averiguar si los Höller, o alguien relacionado a ellos, tenían negocios turbios que cubrían tras la fachada del holding internacional exitoso. Después de hacer sus llamadas y encontrarse con algunos contactos que le debían uno que otro favor, Solís concluyó que los Höller estaban limpios de toda duda con respecto a participar en la trata de personas.
- No me pongas esa cara que fea no eres, y en Europa o Medio Oriente debe haber varios viejos verdes que podrían pagar miles de dólares por una virgen. Porque lo eres, ¿no? –expuso Solís su punto de vista de tal forma que me hizo apenar.
- ¡Pero qué dices, Solís! –reclamé súper fastidiada por su comentario.
Nunca había tenido novio o algo así, ya que estudié en un colegio solo para mujeres y en el Hogar no había chicos de mi edad, solo dos chicas, dos y tres años menores que yo. Recién en el instituto me topaba con varones, pero la mayoría eran gais. Los profesores, personal de apoyo y administrativo masculino nunca los consideré como una opción para iniciar mi vida amorosa, ya que eran mucho mayores que yo. Y sobre que era bonita, bueno, nunca lo creí, quizá porque pensaba que no era verdad, ya que las únicas personas que habían reparado en eso eran Solís, la licenciada Mónica y las hermanitas, y ellas, al quererme como lo hacían, siempre afirmarían que soy la mujer más bella del mundo.
- Pero mi niña, si eres alta y tienes unos ojos marrones preciosos, tu cabello es de un intenso color negro, ondeado, y tienes unas curvas que cualquier actriz o cantante envidiaría. Tu genética es muy buena -me decía Solís cada vez que negaba que fuera bonita. Y es que tener 1.75 m y ser talla de ropa mediana no estaba mal, pero aún no me creía eso de que fuera bonita.
- Entonces, ¿qué les digo sobre lo del apartamento? -pregunté tras salir de mis pensamientos sobre mis cánones de belleza.
- Pues tómalo. La verdad es que corres más riesgo en un apartamento compartido con una chica que no conoces que estando sola. Además, ten esto -extendió su mano para entregarme un spray de gas pimienta-, te ayudará a distraer a cualquier agresor, dándote tiempo para huir y pedir ayuda.
(…)
Aunque podía quedarme en el Hogar por unas semanas más, ya comenzaba a sentir la incomodidad de trasladarme en bus por más de una hora hacia el instituto. Los días más pesados eran cuando tenía que llevar alguna maqueta o materiales, ya que cuidar que nadie los dañe en el bus era una tarea difícil. Todas notaron el estrés que me generaba perder casi tres horas de mi día viajando en bus para ir y venir del instituto, así que me sugirieron que adelante mi mudanza al apartamento en el Condominio Palast.
- Solo tienes que llevar tu ropa y algunos enseres, ya que ese apartamento está amoblado y equipado, así que la mudanza es algo rápido y fácil. De ahí te acompaño a hacer unas compras en el supermercado cercano al condominio, para que prepares tus cenas y desayunos de los próximos días. Por el almuerzo de ese día no te preocupes, yo invito. Pedimos algo para comer y así estrenamos la cocina y el comedor, ¿qué dices? -propuso Solís mientras yo hacia un recuento mental de los bultos que llevaría al apartamento del condominio.
Al día siguiente fui a la Dirección del instituto a buscar a Katha. Cuando la pequeña pelirroja me vio, saltó de su silla muy emocionada de verme.
- Pasa, querida Amelia. Dime, ¿en qué te puedo ayudar? -dijo haciendo un ademán que me invitaba a sentar.
- Ya puedo responder sobre lo del apartamento -solté mirándola con expresión seria.
- ¿Y cuál de todos eliges? Porque vas a tomar uno, ¿no? -preguntó preocupada.
- Sí, lo haré. Quisiera ocupar el apartamento del ala oeste.
- Aquel en que puedes ver el ocaso, buena elección -dijo a la par que hacía un gesto aprobatorio con las manos y me daba una gran sonrisa. «Esta mujer parece salida de un anime», pensé-. ¿Aún tienes clases? -preguntó.
- Sí, me queda una con la profesora Saldaña. ¿Por qué la pregunta?
- Para ir a ver a Adolph. Debes crear la clave de acceso y aprender el manejo de esa tablet. ¿Vas a necesitar ayuda de un servicio de mudanza?
- ¿Piensan pagar uno? -pregunté con ironía.
- Si lo necesitas, ¡por supuesto que sí! -respondió muy alegre-. ¿Cuándo te mudas?
- Con Solís hemos pensado que sería buena fecha hacerlo un sábado, para que no afecte mis clases.
- ¿Quién es Solís? -preguntó muy curiosa y con una ligera molestia
- Es la ex policía que me encontró en el vertedero. La quiero como a una tía. Siempre ha estado cerca de mí, y ahora no es una excepción. Ella me ayudará a trasladar mis cosas al apartamento, y como no son muchas, solo algo de ropa, zapatos y uno que otro recuerdo de mi vida en el Hogar, no necesito un servicio de mudanza -terminé y Katha suspiró aliviada.
- Pensé que era tu novio -dijo abriendo los ojos y suspirando de alivio.
- ¿Importa si tengo novio? Si lo tengo, ¿no voy a participar del programa? -pregunté con la intensión de generarle duda y captar su expresión. Katha se puso nerviosa y miraba de lado a lado, en verdad parecía un personaje de anime.
- No, eso no tiene nada que ver, pero, como estamos tan interesados en tu talento, un novio, ¿no te quitaría tiempo? -decía alejándose y entrecerrando los ojos, llevando sus manos hacia su cara, una clara expresión de duda y nerviosismo.
- Sí, me lo quitaría -respondí con una actitud altiva que no sé si me salió bien-, así que no tienen nada que temer, Katha, yo no tengo novio.