La hija de la Madre Luna

Capítulo 7

Con Caroline acabábamos de terminar nuestra clase de Arte Digital y nos dirigimos al salón de confecciones donde Kurt nos había citado. Ambas teníamos muchas expectativas para nuestros vestidos.

  • Quisiera que sea rojo, así tendría un aire a Amanda Seyfried en la película “La chica de la capa roja” -fantaseaba Caroline cuando entrábamos al salón. En eso escuchamos el saludo de Kurt.
  • Buenas tardes, queridas Amelia y Caroline -saludaba al hacer una reverencia.
  • Por la forma del saludo, supongo que luciremos como reinas con esos vestidos -bromeé viendo que la pequeña Katha salía detrás de Kurt con una gran sonrisa que cerraba sus ojos.
  • Hola, chicas. No me pude aguantar las ganas de verlas con sus vestidos. Espero que no les incomode mi presencia.
  • Para nada, Katha. Mientras más opiniones tengamos, mejor -le dije siguiendo a Kurt que nos hizo una señal para ir hacia la zona de armarios del salón.
  • Bueno, estos vestidos los diseñé pensando en dos mujeres que quizás sean ustedes, o no -Kurt abrió dos armarios, y de ellos salieron un vestido rojo y uno azul.

Caroline volteó a mirarme con la boca abierta de la emoción y se fue al vestido rojo.

  • Por favor, dígame que este es mío -rogó a Kurt.
  • Sí, si Amelia está de acuerdo –dijo el diseñador y yo asentí con la cabeza.

Llevé mi mirada al otro vestido. Era de un azul oscuro, un azul como la noche con luna. Tenía un aplique de lentejuelas y pedrería que hacía brillar al vestido. Era de mangas largas, cuello ojal y tenía un gran escote en la espalda, algo atrevido para mí. Ceñido al cuerpo, con una abertura en la falda que iba hasta la mitad del muslo izquierdo. Era bello, pero me pareció que era demasiado para mí, iba a mostrar mucho y aún faltaban un par de meses para ser mayor de edad.

  • Es hermoso, ¿no lo crees, Amelia? -escuché decir a Katha, y salí de mis pensamientos-. Con tu figura te quedará bellísimo.
  • ¿No te parece que es muy revelador? -puse mi cara de duda.
  • No lo creo. ¿Lo dices por el escote en la espalda o por la abertura en la pierna? –preguntó Katha analizando el vestido.
  • Por ambos.

Katha se llevó una mano al mentón y empezó a caminar alrededor del vestido. Se veía muy graciosa con esa expresión seria en su rostro.

  • Sabes, creo que si te lo pruebas podemos saber qué tan profundo es el escote y qué tan marcada la abertura.

Cuando me vi al espejo no podía creer que fuera yo la que estaba luciendo ese vestido. La abertura no llegaba tan arriba de mi muslo y el escote de espalda llegaba a mi cintura, y no al inicio de mi trasero, como me lo imaginé. Estaba impactada que me viera tan bien en él. Quizás mi autoestima hacía que dudara, pero cada vez que miraba mi reflejo me veía bellísima. Unas lágrimas cayeron cuando concluí que era una mujer hermosa y que no debía dudar de ello. Me sequé rápido las lágrimas y salí para que Katha me viera. Ella, Carolina y Kurt estaban esperando dando la espalda a la puerta del probador. Cuando escucharon que les dije: «¿Y qué tal me veo?», los tres voltearon a la vez, y sus expresiones confirmaron lo que vi en el espejo: lucía muy bello en mí.

  • Amelia, ese vestido fue hecho para ti -dijo Katha dando pequeños saltitos de emoción-. Señor Kurt, confiese, este vestido lo hizo para Amelia -inquirió con su cara de misterio al diseñador.
  • Lo hice para la hija de la Madre Luna, para una mujer que es luz en la noche -me miró muy complacido, como si yo fuera esa mujer.
  • ¡Vaya! Luces hermosísima. El vestido te queda perfecto. No hay nada que ajustar. En verdad, eres muy bella -comentó Caroline caminando a mi alrededor-. Ese escote en la espalda es muy seductor, pero elegante a la vez.
  • Pero ¿no creen que soy un poco joven para un escote así?
  • No te preocupes. Le diré a Pochi que te haga una trenza en vez de un moño, así tu cabello cubrirá algo del escote, dándole más misterio -dijo Kurt a la vez que movía las manos expresando sorpresa.
  • Señor Kurt, con este modelo, ¿podré llevar mi collar?
  • ¡Por supuesto! La delicada cadena y el engaste plateado que acompaña la piedra de luna quedan perfectos con este vestido.

Ya en el apartamento llamé a Solís y le conté lo del vestido. Creí que se iba a escandalizar con lo del escote en la espalda y la abertura en la falda, pero lo tomó muy bien.

  • Pero ¿por qué creíste que iba a poner el grito en el cielo porque uses un vestido con escote en la espalda y abertura en pierna? No soy tan mojigata, Amelia –indicó Solís con un tono acusador que me pareció divertido.
  • Es que aún no tengo dieciocho y voy a enseñar la espalda –dije pensando que aún debía guardar pudor y no estar mostrando partes de mi cuerpo sin razón.
  • Ay, pero si cuando te pones el bañador entero también muestras la espalda. No te compliques, solo asegúrate de tomarte varias fotos y de enviármelas al correo. Quiero ver qué tan hermosa luces en ese vestido, con maquillaje y peinado –pidió Solís y yo solo pude aceptar su encargo.




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