Capítulo 11
Eran las 7 am cuando la opaca luminosidad de la mañana limeña hizo que despertara. Mientras me estiraba sobre la cama recordé que Stefan estaba en la otra habitación, y en automático levanté las sábanas para cerciorarme que seguía con ropa. Un suspiro de alivio escapó de mí al darme cuenta que todo seguía estando como debía estar, me fui a bañar para ir al instituto. Estaba secando mi cabello cuando un delicioso olor llegó a mis fosas nasales desde la cocina. Intrigada por lo que estaba sucediendo en esa zona del apartamento, apuré el paso y me cambié rápido. Al salir de mi habitación pude reconocer mejor el olor a tocino y huevos fritos. Stefan estaba preparando el desayuno. Sobre su carísima ropa de marca vestía el delantal de ositos chefs que Solís me regaló cuando me mudé. Se veía tan tierno, y mi corazón empezó a latir emocionado porque sentí que esa escena era muy íntima, familiar, algo que entre él y yo era demasiado prematuro porque llevábamos apenas unas horas de conocernos.
- Buenos días, amada mía –dijo con notoria alegría cuando se percató de mi presencia en la cocina, ofreciéndome esa coqueta sonrisa que me gustó desde el primer momento que la vi-. Los huevos con tocino están listos. Calenté el pan que encontré en el congelador. Hay café, jugo de esta fruta naranja con pepitas negras que no sé cómo se llama, pero sabe bien –al ver la papaya sobre la encimera apuró el paso para guardarla en el refrigerador-, y unas uvas. ¿Quieres que pele y pique una manzana para ti? –preguntaba mientras caminaba hacia mí para tomarme por la cintura-. ¿O quieres algo más para desayunar? –una vez más apareció esa voz ronca y muy seductora que usaba conmigo cuando me tenía demasiado cerca-. Estás hermosa –su mirada era indescifrable para mí. Sus hermosos ojos azules brillaban de tal manera que sentía que caía en un hechizo, en su hechizo. Cerré los ojos y despejé mi cabeza moviéndola de un lado para el otro, como queriendo deshacerme del “efecto Stefan”. Al sentirme lúcida y en mis cabales, continué con la conversación.
- Dijiste que te ibas a controlar -le dije alejándolo suavemente, deshaciendo el agarre que había ceñido a mi cintura.
- ¡Es que me la haces difícil! ¿Quién te hizo tan bonita? –el comentario de Stefan me hizo sonreír avergonzada, cosa que él aprovechó. Tras dejar el delantal sobre la encimera de la cocina, me cargó en brazos, y dando vueltas, como si bailáramos un vals, llegamos a la mesa del comedor donde el desayuno ya estaba servido.
Cada bocado que comí lo sentí como si estuviera probando los mejores manjares del mundo. No es que fuera gran cosa hacer huevos con tocino, calentar el pan, preparar café y licuar papaya para hacer un jugo, pero el simple hecho que él lo hiciera fue un detalle que me gustó mucho. Mientras comía, él me miraba expectante, esperando ver mi reacción, una que le arrancaba sonrisas cuando se percataba que me encantaba lo que saboreaba. Este lado dedicado de Stefan me gustó, y mucho.
- ¿Vas a ir al instituto? –preguntó de repente.
- Sí. Tengo que ir al Almacén para tomar unos materiales que necesito para hacer un proyecto –respondí colocando un poco de mantequilla sobre un trozo de pan.
- ¿Te puedo acompañar? –que usara un tono de voz tan sumiso no me lo esperaba, por lo que respondí como mucho interés.
- ¡Claro! No me voy a demorar mucho. Luego podemos ir a pasear, si quieres -sus hermosos ojos azules brillaron ante mi propuesta. Iba a decir algo, pero lo interrumpí al comentar el cambio del color de su mirada-. No entiendo por qué ahora tus ojos son azules, si cuando te acercaste por primera vez eran dorados -me miraba en silencio, queriendo encontrar una respuesta, por lo que sus facciones lucían serias.
- Creo que veías los ojos de los licántropos dorados porque la Madre Luna te dio la habilidad de identificarnos. Sin embargo, cuando la conexión entre almas gemelas se estableció tras encontrarnos, perdiste esa habilidad porque ya no la necesitas. Ahora ya sabes que somos lobos –al final volvió a sonreír, y yo tuve que mirar a otra parte para no a caer nuevamente presa de su varonil encanto.
- Desde ayer tengo una pregunta –continué con nuestra conversación-. ¿Por qué cuando Marion se transformó sus ropas no se despedazaron? Pregunto porque la loba que apareció era notoriamente mucho más grande que su versión humana.
- Por un hechizo. Hace siglos, cuando la primera hija de la especie de los brujos se prendó de un licántropo, el Brujo Supremo de esa época entregó a las manadas el hechizo de poder transformarnos sin que nuestras ropas se destruyan. Nos concedió ese regalo porque aceptamos y protegimos al miembro de su aquelarre –con esa respuesta me di cuenta que había mucho que desconocía sobre las especies sobrenaturales.
- Y anterior a ese momento, ¿cómo hacían cuando se tenían que transformar? –estaba muy curiosa.
- Guardábamos cambios de ropa en lugares estratégicos, como en las copas de los árboles o en algún hoyo entre las rocas. Si no hacíamos eso, al regresar a nuestra forma humana debíamos caminar desnudos, algo que hubiera alterado la paz de los humanos al pensar que entre ellos había quienes padecían de algún tipo de locura –Stefan sonreía al causarle gracia esa parte de la historia de su especie.
- ¿Y qué habilidades tienen los licántropos? Además de ser enormes en su versión lobo –podían ser más grandes que una camioneta 4x4, solo por poner un ejemplo.
- Varias. En nuestra forma de lobo somos tan rápidos y agiles como un elfo o vampiro, pero somos más fuertes que cualquier especie sobrenatural, claro que los felinos podrían darnos batalla, pero son un pueblo muy reservado y no suele participar en guerras. Nos podemos comunicar con otros miembros de la manada sin emitir sonido, ya que hay una conexión telepática entre nosotros cuando somos lobos. Al igual de los vampiros y elfos, nuestros sentidos están muy desarrollados. En nuestra forma humana regulamos nuestra temperatura, soportando climas extremos, tanto fríos como cálidos; tenemos los sentidos más agudos que un humano normal; somos muy rápidos y fuertes, por lo que también podemos dar pelea a los vampiros sin transformarnos. Sin embargo, en esta forma no podemos comunicarnos telepáticamente entre nosotros. En cualquiera de nuestras formas tenemos la bendición de regeneración celular acelerada, por lo que nuestras heridas sanan rápido.
- Cuando tu padre dijo que eran hombres lobo pensé que eran como los de las películas y libros, parecidos a humanos que han mutado en una bestia sin capacidad de razonar ni de tener control –comenté porque quería saber de dónde los humanos tomamos esa referencia sobre los licántropos.
- Ay, las benditas referencias cinematográficas y literarias -reía negando con la cabeza-. La verdad es que esa idea de hombre lobo fue creada por los vampiros. A ellos no les convenía que permanezcamos cerca de los humanos porque sus planes de destruir la raza humana siempre eran arruinados por nosotros; así que empezaron a crear una especie de mala publicidad en contra de nosotros. Ese lobo humanizado es producto de unir partes del animal que también se llama lobo y cadáveres humanos. Los demonios, quienes son una especie de socios de los vampiros, poseían esos cuerpos modificados y hacían desmanes. Los vampiros empezaron a esparcir rumores sobre ese ente, sembrando en la humanidad el temor contra los licántropos. Al empezar la caza indiscriminada de los simples lobos, los son animales, por creer que a través de la mordida dejaban una maldición que generaba la transformación de un hombre en bestia al aparecer la luna llena, obligó a los de mi especie a alejarnos de los humanos para oculta, sin riesgo de error, la verdad de nuestro origen porque teníamos que proteger a los más jóvenes y débiles de nuestras manadas, y también a los humanos, ya que si nos atacaban hubiéramos tenido que responder con violencia. Los licántropos siempre hemos estado al lado de la humanidad para protegerla de los vampiros, pero ante el miedo desatado, preferimos alejarnos, y desde las sombras mantener con nuestro deber de proteger a la raza humana.
- ¡Vaya! Entonces, ustedes existen para cuidar de nosotros, los humanos –mencioné y él negó moviendo la cabeza.
- Esa es una labor que adoptamos con el tiempo, una que nos alegra realizar porque de alguna forma los humanos tienen que ver mucho con nosotros –dijo Stefan y yo lo miré muy confundida, ante lo cual se dispuso a detallar sobre su comentario anterior-. Te explico. Nuestros inicios están marcados por una historia de amor. Se dice que del Dios Supremo nacieron unos espíritus que eran tan puros que no necesitaban encarnar. Sin embargo, estos espíritus le pidieron la oportunidad de saber lo que es ser carne. El Dios Supremo no quiso que sean humanos porque no debían experimenten emociones, pensamientos y energías negativas, ya que eran almas inocentes, limpias, así que decidió encarnarlas como lobos. Al no ser humanos, el Dios Supremo entregó la responsabilidad de la encarnación y de todo lo que implicaba su existencia terrenal a una deidad a la que llamamos Madre Luna. Ahora vas a entender por qué la llamamos así.