La hija de la Madre Luna

Capítulo 13

Después de revelar la verdad a Solís, le pedimos que la guardara en secreto, pero señaló un inconveniente que le impedía prometernos no hablar con nadie sobre lo que conoció esa mañana.

  • No puedo ocultarle esto a Paul -decía Solís negando con la cabeza y sus manos hechas puño sobre la mesa-. Él es más que mi esposo; es mi amigo, mi socio, mi compañero. Entre nosotros no hay secretos.
  • Pero Laura, quizás el Comandante Torres no lo tome tan bien como tú lo estás haciendo, y eso puede ponernos en peligro -cuestionó Marianne.
  • Es que ustedes no conocen a Paul. Él es una persona muy leal. Nuestro compromiso está basado en el amor y lealtad que nos tenemos. Si comparto con él tremenda información, entenderá que lo hago considerando las sólidas bases en que se sostiene nuestra relación. Además, él podría ayudarles de una mejor manera cuando lo necesiten.

Lo último dicho por Solís hizo pensar a Stefan; no estaría nada mal contar con humanos influyentes a su favor, como los amigos que tienen Los Höller en Europa y Asia. Estos amigos son familias que de generación en generación han ayudado a mantener en secreto la verdadera identidad de la Manada Höller, facilitando la realización de ciertos trámites legales, como las actas de defunción que dejan constancia del fin de una vida humana, puesto que continúan en secreto con sus vidas sobrenaturales hasta que les llegue la hora de regresar ante la Madre Luna.

Paul Torres era Oficial de la Policía y provenía de una familia con una marcada tradición castrense. Desde el bisabuelo, Los Torres han estado relacionados con la vida policial y militar. Esta familia tenía varios parientes trabajando en las tres Fuerzas Armadas y en la Policía, lo que les permitía tener una red de contactos en el gobierno que les ayudaría a solucionar diferentes problemas que tuvieran Los Höller en el futuro.  

  • Apoyo a Solís -dijo Stefan caminando alrededor de la mesa de reuniones-. Ya es hora que nuestras conexiones crezcan en Perú, y, como en otros países, vamos a necesitar amigos que nos ayuden a mantener nuestra verdadera identidad oculta -sus hermanas entendieron sus razones y apoyaron su decisión.

Marion sugirió que sería más adecuado revelar la verdad a Torres en la Mansión Höller.

  • Por si es un poco incrédulo y necesitamos mostrar lo que somos -justificó con una sonrisa divertida.
  • Entonces planifiquemos un almuerzo para que nuestras familias se conozcan y decirle la verdad al Comandante Torres -concluyó Marianne.

Acordamos que el próximo domingo nos reuniríamos en la Mansión Höller para tener un almuerzo familiar, ya que ese día le acomodaba mejor a Torres.

(…)

Después de que Solís se retirara del instituto, fui al Almacén por los materiales para mi proyecto. Minutos después Stefan me alcanzó y ayudó a cargar todo lo que necesitaba.

  • Ya nos vamos. Amelia ya tiene todo lo que buscaba -decía Stefan mostrando a sus hermanas las bolsas que cargaba.
  • ¿A dónde van a almorzar? -preguntó Marion.
  • No sabemos, aún no lo discutimos. ¿Acaso nos quieren invitar a almorzar? -preguntó juguetonamente. Con sus hermanas se engreía mucho, era por la diferencia de edad.
  • Pueden almorzar con nosotras y la familia en la mansión. Amelia no ha tenido la oportunidad de conocer a Kiram, Ania, Lena y Cassie, así que sería perfecto para que conozca a sus otros sobrinos -la propuesta de Marianne me encantó, y volteé a mirar a Stefan para expresarle mi aprobación y ganas de compartir un tiempo en familia.
  • De acuerdo, iremos a almorzar a la mansión, pero quiero ese postre peruano que llaman leche asada, del cual Ravi siempre habla y hasta ahora no pruebo -así Stefan condicionó nuestra presencia en el almuerzo familiar, por lo que sus hermanas aseguraron que tendría bastante de ese postre, tanto que se hartaría de él.

Ya en el apartamento esperábamos la llamada de Marianne avisando que se iban a la mansión, cuando recordé que tenía los aretes y el anillo de platino y diamantes que Diamant me prestó para la cena.

  • Stefan, ¿puedes llamar a Marianne? Quiero consultarle cuándo y a quién debo entregar las joyas que usé en la cena –le pedí mientras salía de mi habitación con las joyas acomodadas en sus cajas de joyería.
  • ¿No tienes el número de Marianne? –preguntó Stefan desde la sala.
  • No. En todo caso, díctamelo para llamarla -me acerqué al teléfono fijo del apartamento para marcar el número. Al ver que tomé el auricular, Stefan se sentó derecho y prestó atención a lo que hacía.
  • ¿Acaso no tienes celular? -Stefan me miraba como si me hubiera salido una segunda cabeza.
  • No, no tengo –respondí muy natural.
  • ¿Cómo que no tienes celular? –para él era una rareza que no tuviera un equipo móvil, y eso que él era un licántropo, pero más fuera de este mundo era que yo no tuviera un celular.
  • Pues, eso, no tengo celular –reafirmé mientras levantaba los hombros y hacía gestos con mi mano de que era obvio que no tenía uno de esos modernos aparatos de comunicación.
  • ¿Se te perdió o estropeó? –pero qué ganas de no querer entender que hay personas que no usamos ese tipo de tecnología porque no tenemos el suficiente dinero para darnos esos lujos.
  • No, nunca he tenido uno.




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