La hija de la Madre Luna

Capítulo 16

Quise pararme y él me detuvo. Me cargó en sus brazos y me llevó hacia la habitación que sería el espacio para explorar nuestra intimidad en esa gran mansión. Al ingresar a la alcoba, pude ver que los muebles que había comentado que pediría agregar ya estaban en su respectivo lugar, por lo que nos sentamos en el mueble de pie de cama. Sentía su inquietud por que comience a hablar.

  • Yo… -se me hacía difícil pronunciar las palabras que había repasado en mi mente- …he entendido la esencia de la conexión entre almas gemelas. Si los humanos tuvieran la oportunidad de tener compañeros predestinados, creo que las infidelidades, la violencia entre amantes, los matrimonios por interés, las falsas promesas de amor, el amor no correspondido, la cosificación del amor, no existirían -paré para respirar hondo porque sentía que me faltaba el aire. Lo que iba a decirle estaba en contra de mi formación religiosa. Sin embargo, mientras que la religión es creada por el hombre, la conexión entre compañeros predestinados es un don entregado por la divinidad, dándole un sentido espiritual, superior a la religión-. Es por ello -continué sin poder mirarlo a los ojos- que he decidido aceptar el consumar nuestra conexión antes de la boda.
  • Explícate mejor. No quiero entender mal lo que acabas de decir y faltar a tus deseos -se notaba que luchaba por no tirárseme encima.
  • Que no solo necesitamos respetar mis costumbres, sino que también debemos tomar en cuenta las tuyas –estaba siendo sincera, pero no podía mirarlo a la cara. Por la mañana insistí sobre que debía controlar su deseo para no hacerme pecar, y ahora estaba aceptando el unirme a él como pareja, eso hacía que yo me sintiera avergonzada.
  • ¿Eso quiere decir? -con un ligero movimiento levantó mi cabeza para que lo mire a los ojos.
  • Que dormiré contigo esta noche, aquí, en nuestra habitación –dije en un casi imperceptible susurro que él logró oír. Su respiración comenzó a agitarse y su mirada reflejaba deseo. Una sonrisa seductora comenzó a dibujarse en su rostro, pero hizo a un lado sus emociones para hacerme una pregunta.
  • ¿Estás completamente segura de lo que haremos? No quiero que luego te arrepientas y pienses que has cometido un error –era entendible que preguntara queriendo confirmar que no me iba a echar para atrás.
  • Sí. Te amo, Stefan, y voy a hacer todo lo necesario para que estés seguro de que acepto tu liderazgo y que quiero ser la luz de tu vida, tu Luna. No quiero que sufras los dolores y la fiebre del celo –lágrimas empezaron a caer nuevamente de mis ojos. Después de secarlas y pedirme que no llore más, Stefan se alejó de la cama hacia el walk-in closet. Cuando regresó traía consigo una cajita de joyería.
  • Antes de llegar a Perú -comenzó a decir sentado a mi lado- estaba resuelto en poner todo de mí para rechazarte porque no me gustaba la idea de que seas humana. Sin embargo, lo que Marianne comentaba sobre ti hizo crecer mi curiosidad. Además, mis cuñados tuvieron a bien el aconsejarme por sus experiencias como miembros de parejas interespecies –tomó mi mano izquierda y con un suave roce la acariciaba con su pulgar-. Por ello decidí estar preparado al no poder rechazarte. Quiero que tengamos un símbolo que manifieste a toda la humanidad nuestra unión -abrió la cajita en donde tenía guardadas un par de alianzas-. Esta noche, te haré completamente mía y pondré mi marca en tu clavícula, así nuestra unión se confirma ante las manadas, los pueblos sobrenaturales y la Madre Luna, pero también quiero que lleves este anillo, que es el símbolo de mi eterno e infinito amor. Esta noche, te quiero desnuda entre mis brazos portando este anillo.

Sin poderlo evitar, estaba llorando nuevamente, pero esta vez era de felicidad. Sus palabras y acciones me demostraron que él siempre pensó en mí, y que era capaz de hacer lo que fuese necesario, hasta poner en riesgo su integridad al sufrir el celo, con tal de hacerme feliz. Al ver que había tomado la alianza que era para mí, estiré los dedos de mi mano izquierda. Después de que Stefan colocó el anillo en mi anular, yo hice lo mismo con el suyo.

Como no tenía ni la menor idea de lo que debía hacer, estaba nerviosa y muy tímida. Él dejó caer la cajita de joyería sobre la alfombra y jaló suavemente de mí para sentarme a horcajadas encima de él. Sus manos despejaban mi rostro de mechones de mi cabello y sus ojos recorrían mis facciones. Estaba a punto de darme un beso, iniciando ese primer encuentro íntimo, cuando recordé la clase de ropa interior que traía, y me dio pena que me viera usando sostén y calzones con estampado de gatitos kawaii, un diseño muy infantil.

  • ¡Espera! -elevé un poco el tono de mi voz al sentirme tan chiquilla por mi ropa interior. Él me miró con cara de “no te arrepientas, por favor”-. No, si quiero, pero me gustaría tomar un baño y ponerme algo más ligero -dije mirando hacia cualquier lado por la vergüenza que sentía.
  • O sea, quieres ponerte linda para mí -sus ojos brillaban y se dibujaba una seductora sonrisa en su bello rostro.
  • Sí, algo así. Hagamos como que esta es nuestra noche de bodas. Tú también deberías prepararte para mí -por los nervios comencé a trazar círculos con mi dedo sobre su pecho-. ¿Crees que alguna de tus hermanas me pueda ayudar prestándome algo de lencería?
  • No es necesario. Tenemos todo lo que requieras aquí.

Me cargó tomándome por la cintura a la vez que se ponía de pie. Caminamos hacia el walk-in closet y no veía por ningún lado ropa de mujer. Me llevó hasta el fondo, en donde estaba la silla estilo Luis XVI, y al lado izquierdo de esta había una puerta que conectaba con lo que sería mi walk-in closet. Mientras que el suyo estaba decorado en tonos madera, el mío era completamente blanco. Al igual que el de Stefan, tenía una serie de muebles empotrados en las paredes que ocupaban todo a lo largo y ancho.

  • Cuando Marianne te encontró en la entrevista del Plan Becario, comenzó a amoblar nuestra habitación -contaba al mismo tiempo que yo veía anonadada por todos lados ropa, ropa y más ropa-. Como no conocía tus gustos en decoración, dejó blancas las paredes, el baño y tu walk-in closet, por si tú luego querías darle tu toque; consideró los mínimos muebles neutrales para la habitación, y compró ropa, zapatos y accesorios para ti.
  • ¿En qué momento supo mi talla? -seguía sorprendida, no creía que todo fuera para mí.
  • Pues, Kurt tiene una habilidad increíble para sacar las medidas de una mujer con solo observarla -noté algo de fastidio en su voz y rostro.
  • ¿Te molesta que haya sacado mis medidas? -pregunté acercándome para ver bien su expresión.
  • No te voy a negar que me disgusta que otro hombre esté analizando tu cuerpo, pero entiendo que era necesario para conseguir todo esto. Además, Kurt es muy profesional.




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