La hija de la Madre Luna

Capítulo 22

Cuando reparé en la hora, creí prudente regresar al apartamento. Al comentarle a Stefan que ya debíamos irnos, me dijo que ya no era necesario.

  • Ahora vivimos en la mansión, Amelia. Esa ya es nuestra habitación y aquí tenemos todas las comodidades que necesitamos –recalcó mientras jugaba a rozar la punta de mi nariz con su índice.
  • Pero todas mis cosas están en el apartamento –protesté haciendo un puchero.
  • En todo caso, vamos a recogerlas –propuso sin más. La idea de vivir en la mansión no me parecía incorrecta, pero por más que haya analizado nuestra unión desde la lógica de los licántropos, temía que al enterarse Solís de que vivo en la Mansión Höller, compartiendo habitación con Stefan, pensara mal de mí.
  • Si el problema es Solís -me dijo mirándome muy divertido por atinar a lo que me preocupaba- puedes llamarla, iniciar la conversación para que ella nos ayude con lo de la ceremonia religiosa y luego le dices que has dejado el apartamento para vivir en la mansión.
  • Es que me da miedo -no despegaba mi mirada del piso.
  • No, amor, por favor, ya basta de sentir miedo -me sentó en sus piernas como si fuera una niña-. Todo el día esa emoción horrible nos ha invadido. Yo estaré aquí para ayudarte. Si quieres pon el altavoz.

Marqué el número de Solís desde mi celular y me senté a su lado. Cuando ella contestó me quedé muda. Solís ya iba a colgar cuando Stefan habló.

  • Buenas tardes, Solís, soy Stefan Höller -decía mientras yo le hacía mil señas para que no le diga nada.
  • Buenas tardes, Stefan. Creí haber guardado tu número en mi agenda porque este no lo reconozco.
  • Es que este no es mi número, es el de Amelia. Acabamos de comprarle un celular, así será más fácil contactarla -seguía pidiéndole que cuelgue.
  • ¿Y por qué no habla ella? -sentí la voz de Solís cuando sospecha que algo anda mal.
  • Es que le da pena decirte por lo que llamó –respondió suelto de huesos Stefan.
  • Pero tú no tienes problema en decírmelo, ¿cierto? -seguía ese tono en Solís que no me gustaba para nada.
  • Exacto. Te queremos decir que hoy hemos hablado con mi familia sobre nuestra boda, y hemos acordado que será el 10 de julio –el tono alegre de Stefan me hizo sonreír, pero al escuchar nuevamente la voz de Solís, regresé a la temerosa realidad.
  • ¿En el cumpleaños de Amelia? –preguntó ella extrañada.
  • Sí. Queremos que esa fecha sea doblemente especial –la sinceridad de Stefan era notable, pero no sé si Solís era capaz de captarla
  • Mmmm. ¿Y solo me llamaban para eso? –volvió ese tono de voz de sospecha.
  • No, también Amelia quería pedirte algo –en ese momento llevé mi cabeza hacia debajo de uno de los cojines-, pero creo que aún no puede hablar. Bueno, lo haré yo. Queremos que nos ayudes coordinando la ceremonia religiosa con el Padre Joaquín de la Iglesia Nuestra Señora de Fátima, además de que el Comandante Torres y tú sean nuestros testigos en la ceremonia religiosa -saqué la cabeza de debajo del cojín cuando Solís no hizo ruido alguno tras escuchar lo que Stefan le acababa de decir-. ¿Solís? ¿Estás ahí? -preguntó tras haberse quedado en silencio el auricular.
  • Sí, estoy -la voz de Solís se escuchaba entrecortada. ¿Estaría llorando? Ante la duda me atreví a hablar.
  • ¿Solís? ¿Estás bien? Soy Amelia.
  • Sí, estoy bien -escuchamos un «¿qué sucede, Lau?» que venía de Torres, a lo que Solí respondió: «Amelia se va a casar y quiere que seamos sus testigos en la ceremonia religiosa». Y se desató el llanto.

Stefan me miraba con los ojos abiertos de par en par, yo, por lo nerviosa que estaba, comencé a mordisquear mis uñas. Él me cogió las manos para que dejara ese feo hábito y se atrevió a seguir la conversación.

  • ¿Todo bien por allá? ¿Estás molesta, Solís? –preguntaba Stefan tanteando el panorama.
  • Hola, habla Paul Torres, ¿con quién tengo el gusto? -la voz de Torres sonaba serena, lo que hacía que me calmara.
  • Buenas tardes, Comandante Torres, soy Stefan Höller, prometido de Amelia -el teléfono volvió a quedar en silencio. Me atreví a intervenir otra vez.
  • Hola, Torres. Soy Amelia. ¿Está todo bien? –ya empezaba a preocuparme.
  • Amelia –dijo Torres con un tono de sorpresa-, quien acaba de saludarme, ¿en verdad es el hijo menor de la Familia Höller? ¿De la familia de multimillonarios alemanes? -había incredulidad en su voz.
  • Sí, el mismo –respondí mientras veía a Stefan sonreírme muy enamorado.
  • Entonces, no es que mi Lau esté alucinando, y en verdad te vas a casar con Stefan Höller -señaló Torres esperando mi confirmación.
  • Sí, así es. Solís no alucina, Stefan es real y lo de la boda también.

Torres no lo podía creer, así que Stefan sugirió hacer una videollamada. Cortó el enlace telefónico y lo retomó por la aplicación. La imagen que nos presentó la tecnología fue a una Solís tomando agua para recuperar la calma y a un sorprendido Torres al ver a Stefan. Nosotros nos miramos y no sabíamos qué decir. En eso, comenzó Torres a hablar.

  • Vaya, sí que eres Stefan Höller –dijo Torres de inmediato-. Recuerdo haber visto tu fotografía en la sección de sociales de una revista -hizo una pausa, pensando su siguiente intervención-. ¿Se conocieron por Tinder o algo así? –Stefan apretó los labios para evitar reír a carcajadas por la pregunta de Torres, y yo trataba de pensar rápido para decirle cómo fue que llegamos a esto de casarnos dentro de pocas semanas.
  • No, Torres, cómo crees –fue lo primero que se me ocurrió decir, luego caí en la cuenta que si le decíamos la verdad nos complicaríamos más la existencia. Sin que me lo esperara, Stefan empezó a hablar con Torres.
  • Me enamoré de Amelia cuando vi su foto en la pantalla de la computadora con la que trabajaba mi madre. Mi hermana Marianne le había enviado la información de la mayor promesa en el diseño de modas que había encontrado en las últimas entrevistas del Plan Becario, y como me pareció muy hermosa, anoté su email. Comencé a escribirle, luego la llamé cuando llegó al apartamento en Condominio Palast, y así comenzó todo -le sonreí a Stefan para agradecerle por su rapidez mental.
  • Pero Amelia no nos comentó sobre ello –comentó Torres sospechando.
  • Es que al principio ella no tomó importancia a la comunicación que sosteníamos, pero ahora que ya estoy en Lima y nos hemos conocido en persona, se ha dado cuenta que yo voy en serio –espero que Torres no descubra que Stefan le está mintiendo.
  • ¿Y no creen que están muy jóvenes para casarse? -cada vez Torres era más inquisitivo y ya sentía que íbamos a terminar en su casa contándole toda la verdad antes del almuerzo del próximo domingo. En eso Solís reaccionó para salvarnos del interrogatorio de su esposo, ya que ella sí sabía que Stefan mentía.
  • Paul, deja a los chicos en paz. Se aman y lo importante es que se van a casar y no estarán en pecado. Además, Los Höller son una familia muy unida, y me da mucho gusto que Amelia pueda formar parte de esa unidad -gracias, Solís.
  • Lo siento, es la costumbre. Es que eso hago todos los días en el trabajo –se excusó Torres con Stefan.
  • No se preocupe, comandante, entendemos –dijo mi compañero eterno sonriéndole al comisario.
  • Por favor, llámame Paul o Torres, como me dice Amelia. Prácticamente vamos a ser familia -Torres mostró una gran sonrisa.
  • Por eso mismo es que nos hemos atrevido a pensar en ustedes para que sean testigos de nuestra unión ante Dios –añadí ya más tranquila.
  • Entonces, ¿Los Höller son católicos? -otra vez comenzaba Torres con sus preguntas.
  • No, no lo somos -contestó Stefan-, pero ese no es impedimento para casarnos por la iglesia católica -me miró como preguntándome.
  • No, no lo es. Lo que ustedes tendrán es un matrimonio mixto, una católica se casará con un ateo -señaló Solís.
  • Entonces, ¿aceptas ayudarme a coordinar la ceremonia religiosa y a ser, junto a Torres, testigo de la misma? -pregunté haciendo un puchero.
  • Sí, mi niña, los ayudaremos en todo lo que podamos –la sonrisa que me entregó Solís hizo que los nervios se alejen por completo.
  • ¿Y en donde será la recepción? –preguntó Torres animado por lo de la boda.
  • En la Mansión Höller -dijo Stefan dándome un guiño.
  • ¿Van a necesitar resguardo policial? Renania no está en mi jurisdicción, pero puedo hablar con Vargas, Comisario de Surco, y con mi tío, que es el Comandante General de la Policía Nacional, para que les provea de resguardo. Siempre es bueno tener a la policía cerca, y más con los importantes invitados que imagino van a tener –mencionó Torres, y yo pensé, ¿qué mejor resguardo que un equipo de guerreros licántropos?
  • Gracias, Torres -dijo Stefan-. Lo conversaremos con mi madre y hermanas, ellas nos están ayudando con todo lo de la boda.
  • Cualquier otra cosa que les podamos ayudar, por favor cuenten con nosotros -recalcó Solís.
  • Bueno, hay algo más que me gustaría que me ayudes -dije-. Que vayas conmigo al Hogar para entregarle las invitaciones a la licenciada Mónica y a las Hermanitas.
  • ¡Por supuesto, qué no te quepa la menor duda! -sentí la emoción de Solís al ver que participaré a todos mis conocidos sobre mi boda con Stefan.
  • Y hay algo más que queremos decirte, Solís - Stefan comenzó a hablar y me lanzó una mirada que me dijo que iba a soltar la bomba que tanto temía-. Desde hoy Amelia va a vivir en la Mansión Höller.




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