La hija de la Madre Luna

Capítulo 25

Con la ayuda de Matthias, Gonzalo, Patrick y sus compañeras pudimos tener todo listo a tiempo para la Ceremonia de Entrega del Mando Alfa y de Séquito. Enviamos las invitaciones a las treinta y cuatro manadas, así como a los pueblos de las hadas y brujos. Desde Alemania llegaría el séquito de Maximiliam, los padres de Matthias, Gonzalo y Patrick. Los abuelos y bisabuelos de Stefan también vendrían, ya que querían conocerme y compartir tiempo conmigo. Fuera de los mil miembros de la manada que vivían en Renania, esperábamos la llegada de cuatrocientos cincuenta invitados y un ciento de miembros de la manada que residían en Alemania y Asia. Para dedicarnos a los últimos detalles, Marianne decidió declarar que ese viernes y sábado no habría clases ni atención por una supuesta capacitación en nuevas tecnologías del personal docente y administrativo.

Entre las tradiciones de los licántropos estaba aquella que señalaba que el anfitrión debía acoger a todos los invitados. Por ello habilitaron Las Torres de Renania, un condominio de cuatro edificios de veinte pisos con todas las comodidades -como las del Condominio Palast- que Los Höller tuvieron a bien construir pensando en el crecimiento de la manada. En cada piso había dos apartamentos de cuatro dormitorios con baño, sala, comedor y cocina. Esperábamos el arribo de los invitados en la mañana del viernes y el retorno a sus tierras el domingo por la noche.

Otra tradición marcaba que cada delegación de invitados debía ser recibida por dos representantes de la manada anfitriona. Maximiliam dispuso los representantes y las delegaciones que cada pareja recibiría. Como las hadas y brujos no necesitan aviones para trasladarse de un punto a otro del planeta, llegarían directamente a la Mansión Höller, por lo que Maximiliam decidió que él y Marie los recibirían personalmente. A Stefan y a mí nos pidió recoger a su séquito y a los abuelos y bisabuelos.

(…)

Ese viernes tuvimos que madrugar. El avión privado de Los Höller llegaba a las 6 am, por lo que teníamos que estar en el aeropuerto media hora antes para ingresar sin contratiempos a la zona de desembarque de vuelos internacionales. Íbamos en el deportivo de Stefan, mientras que el mini bus que trasladaría el equipaje y la limosina nos seguían. Estaba nerviosa de conocer a sus abuelos y bisabuelos, me preguntaba qué tan ancianos serían.

Las influencias de Los Höller hicieron posible que el encuentro con nuestros invitados se dé en una sala privada, para luego abordar los vehículos sin necesidad de mezclarnos con otros usuarios del terminal aéreo. Al rato que llegamos a la sala, las cinco parejas hicieron su ingreso. Quedé sorprendida cuando noté que no podía diferenciar a los bisabuelos y abuelos del séquito de Maximiliam, ya que todos lucían jóvenes, de la misma edad. Ellos notaron mi cara de sorpresa y, hablando en alemán, comenzaron a reír.

  • Amor –Stefan me tomó de la mano para acercarme a los recién llegados-, ellos son Karl y Margot Höller, mis bisabuelos; Hugo y Stephanie Höller, mis abuelos; Andreas y Maat Cummer, Betas y padres de Matthias; Björn y Marion Schmidt, Gammas y padres de Gonzalo; y Noah y Hannah Neumann, Deltas y padres de Patrick.
  • Mucho gusto, soy Amelia Meyer -respondí algo nerviosa. El bisabuelo de Stefan soltó una carcajada y todos secundaron.
  • Dirás “Amelia Höller” porque ya eres la compañera de Stephan -me miraba divertido.
  • Ah, sí, lo siento. Estoy un poco confundida -me encogí de hombros-, como aún no nos casamos -todos comenzaron a reír y yo me sonrojé.
  • ¡Ay!, dejen de reír. Avergüenzan a Amelia y yo termino sintiendo esa fea emoción -suplicó Stefan.
  • Mi pequeño niño, ya eres todo un hombre, ya tienes a tu compañera -decía la bisabuela-. Eres muy hermosa, Amelia. Estamos muy felices de tenerte en nuestra familia. No hagas caso a Karl, él siempre es muy bromista. Desde que dejó el mando alfa se deshizo de las formalidades y ahora es todo diversión -palmoteó en el hombro al bisabuelo.
  • Agradece que ya no soy un gruñón, así nos mantenemos jóvenes y activos -el bisabuelo bromeó y besó a su compañera.
  • No, no me incomoda las risas y comentarios -dije-. Estoy sorprendida porque no calzan en la idea de bisabuelos y abuelos que tengo -moví la cabeza como queriendo acomodar mis ideas.
  • Hay muchas cosas que le debes explicar a Amelia, Stefan -dijo el abuelo Hugo-. Sería prudente que una noche en vez de calmar tu deseo le comentes sobre nuestra especie -le guiñó el ojo a Stefan. Yo me tapé la cara con las manos por la vergüenza y todos volvieron a reír.

(…)

Ya en la mansión subimos a la terraza para ver cómo quedó el jardín posterior conectado al parque que estaba detrás de la mansión. Por la cantidad de asistentes a la ceremonia, decidieron ampliar el área accediendo al parque. Por un circuito cerrado iban a transmitir la ceremonia en pantallas gigantes que colocaron en puntos estratégicos en el área abierta. En la terraza estaban señalando en donde irían las cámaras de vídeo y la mesa de control. A mediodía todas las delegaciones ya estaban en sus respectivos apartamentos, y eran atendidos por el personal de servicio que Los Höller dispusieron para ellos. De todos los detalles para el evento solo faltaban las mesas y sillas, que serían colocados el sábado en la mañana, y el servicio de catering, que ingresaría a la mansión por la tarde.

  • Amelia, acaba de llegar Kurt con los vestidos -me informaba Marianne-. El tuyo está en tu habitación. Póntelo que necesitamos hacer una prueba.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.