La hija de la Madre Luna

Capítulo 26

La noche previa a la ceremonia tuve otra premonición. La mujer que veía en mis sueños de niña volvió a hablarme.

«Amelia, se cerca el día en que se completará la segunda parte de la Profecía. Vas a sufrir un gran dolor. Es necesario para elevar tu espíritu y recobrar los recuerdos de tu existencia a mi lado».

«El enemigo nació en una manada. En la ceremonia sabrás quién es. Es muy peligroso. La mezcla de celos, envidia y venganza lo corroen. Tú saldrás airosa si haces a un lado tus emociones humanas. No caigas en su juego. Confía ciegamente en el Puro que Aúlla».

Desperté agitada. Dolor para elevar y recordar quien soy. El enemigo es un licántropo que está celoso, lleno de envidia y quiere venganza. Debo controlar mis emociones y confiar plenamente en Stefan. Por esto último decidí comentarle mi sueño.

  • ¿Dices que pronto llegará el día en que la segunda parte de la Profecía se hará realidad? -sentí su miedo y desesperación, tristeza y angustia.
  • ¿Qué dice la segunda parte de la Profecía? –pregunté porque no me sabía de memoria lo que vaticinaba.
  • «Mi Luz vendrá de la nada, para que no sea fácilmente detectada. Mi Luz será rechazada. Mi Luz será deseada. Mi Luz será dañada. Mi Luz morirá para renacer. Mi Luz se intensificará. Mi Luz lo dominará todo y a todos» -recitó sin titubear-. De esta parte falta que se cumpla que serás dañada, morirás, renacerás, te intensificarás y dominarás todo y a todos.
  • ¿Qué pasa, Stefan? -pregunté al sentir que su desesperación se descontrolaba.
  • No quiero que sufras –dijo en un susurro, con la mirada perdida, luego enfocó su mirada en mí y con desesperación continuó hablando-. ¡No quiero que te dañen! ¿Qué tal si algo falla y no renaces? Mejor será que nos vayamos lejos y no tome el mando alfa -su mirada se tornó cristalina por las lágrimas que se asomaban.
  • Necesitamos creer, Stefan -le dije atrayendo su cabeza para que descanse sobre mi pecho-. Durante años creíste que no existía, y mírame, estoy aquí, contigo. Sé que me amas, y por eso no quieres que experimente dolor, pero a veces necesitamos ser dañados para sacar lo mejor de nosotros y salir adelante.
  • Para ser el futuro Alfa no tengo mucha fe. ¿Cómo cuidaré de ti y de la manada? -se aferraba a mi cuerpo aún con miedo de perderme.
  • Confía en ti, amor. Además -levanté su barbilla para que me mire-, no estás solo. Yo seré tu fe, además de ser tu amor -se sentó enfrente de mí y me atrajo tomando mi rostro.
  • Eres más que mi amor o mi fe, eres mi corazón completo. Por ti soy mejor, y a tu lado todo lo podré. Hoy seremos Alfa y Luna de la Manada Höller y enfrentaremos todo juntos.

(…)

La manada y los invitados tomaban sus posiciones, mientras que en la Mansión Höller los Alfas y séquitos se preparaban. En la zona del parque y jardín posterior se habían dispuesto las mesas para los omegas de la manada. En la terraza estaba el estrado y las mesas para los invitados, Familia Höller y los séquitos. Kurt Posch sería el maestro de ceremonias. Pronto serían las 8 pm, hora de dar inicio al evento.

La ceremonia comenzaría con el desfile de los bisabuelos y abuelos, luego el actual Alfa y su Luna seguido de su séquito, yendo de los Betas a los Deltas. De ahí entraba el nuevo séquito, en orden contrario, de los Deltas a los Betas. Al último haría su ingreso el nuevo Alfa y su Luna. El desfile comenzaba desde la parte posterior del parque -para que toda la manada nos vea- hacia la terraza, que estaba conectada al jardín por dos escaleras laterales, cuyos descansos en el segundo y tercer piso eran los balcones de las habitaciones.

El resto de miembros de la Familia Höller estaban sentados en primera fila en la terraza cuando empezó el desfile. Con el fondo de los Conciertos de Brandeburgo de Johann Sebastian Bach, los bisabuelos Karl y Margot iniciaron el desfile.

  • Stefan, estoy muy nerviosa y siento mucho frío.
  • Lo sé, siento tu miedo y tu temblor. Debieron considerar el frío de Lima y no hacer el escote en la espalda -miró mi vestido y una sonrisa con deseo se dibujó en su rostro-, pero, por otro lado, te ves hermosa.
  • ¿No puedo salir con un abrigo? –pregunté empezando a tiritar.
  • No hay tiempo, ya iniciaron su paso Matthias y Milena -se quedó callado unos segundos pensando, y continuó-. En el protocolo solo dice el orden de las parejas en el desfile, mas no cómo deben ir tomadas las parejas. Rodea mi cintura y yo llevaré mi brazo cruzando tu espalda. Así te daré mi calor.

Iniciamos nuestro paso entre la manada abrazados. Al principio nos miraban confundidos, pero unos jóvenes gritaron: «¡Viva nuestra Luna peruana!», y todos comenzaron a aplaudir y a decirnos lo bien que se nos veía juntos. Stefan me sonrió y yo lo hice mordiéndome el labio inferior, aún estaba un poco nerviosa. Pasamos la zona del parque y entramos al jardín, los aplausos y palabras de aliento continuaron. Subimos las escaleras del extremo derecho y llegamos a la terraza. Todos se levantaron de sus sillas y comenzaron a aplaudir. Noté que entre ellos murmuraban al verme con la piedra de luna colgando de mi cuello. Quedé sorprendida al ver licántropos de diferentes etnias, como pasa con los humanos.

Subimos al estrado. Debíamos colocarnos en el medio, al lado de los padres de Stefan, quienes estaban a nuestra derecha. A la izquierda teníamos a nuestros Betas y así hasta llegar a los Deltas. Sentía todas las miradas, pero ya no había miedo.




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