La hija de la Madre Luna

Capítulo 28

Terminamos de recibir los saludos y nos fuimos a nuestra mesa en la terraza para iniciar la cena. Nos acompañaba nuestro séquito y pedimos que se sumen Elrond y Caroline, ya que Stefan era muy unido a su sobrino y Caroline era mi amiga más cercana.

Elrond y Caroline nos comentaron que todos los invitados se sorprendieron cuando la delegación Barone se retiró después de saludarnos, ya que era la primera vez que veían que pasaba algo así en una Ceremonia de Entrega del Mando Alfa y de Séquito. Maximiliam y Marie se acercaron para preguntar si tenían algún inconveniente por el cual retirarse y si se les podía ayudar en algo, a lo que el Alfa Barone respondió que todo estaba bien, solo un inconveniente con uno de sus miembros, y para no interrumpir la celebración, por si la situación empeoraba, prefería retirarse. Elrond mencionó que de seguro la hermana del Alfa Barone había hecho algo indebido, y cuando iba a hablar más Stefan lo calló rudamente.

  • ¿Hay algún problema con el comentario de Elrond? -pregunté a Stefan a la par que busqué en la mirada de los demás si les había parecido excesiva la reacción que tuvo. Ellos no la desaprobaban-. ¿Por qué eres rudo con tu sobrino?
  • Hay temas que aún desconoces y quiero conversarlos contigo antes de que los escuches por otros -miraba fríamente a Elrond-, y eso incluye a cualquier miembro de la familia.
  • Lo siento, Stefan -decía un apenado Elrond-. Soy sincero al decir que no había mala intención en mis palabras.

Miré a Stefan, esperaba su respuesta ante las disculpas de Elrond, que en ese momento no entendí en qué se había equivocado. Stefan no decía nada y lo seguía mirando de la misma manera. Sentía su fastidio, estaba molesto. Era la primera vez que lo veía así, con ganas de no aceptar las disculpas. Puse mi mano sobre la suya y la apreté ligeramente. Volteó a mirarme y su expresión cambió, ahora había preocupación.

  • ¿No vas a decir nada? -le susurré al oído-. Eres de nobles sentimientos, puedes aceptar sus disculpas -dejé un beso en su mejilla. Cerró los ojos, respiró profundo y contestó.
  • Lo sé, Elrond. No eres un mal chico, pero necesitas aprender a ser cauto con tus palabras.

Después de la cena dimos inicio al baile con un vals. Durante la semana practicamos, y pude dar una mejor muestra de mis habilidades en la danza. Estuvimos departiendo un rato más, y de ahí nos despedimos, ya que había mucho de qué hablar. En nuestra habitación, Stefan hablaba dando vueltas por todos lados mientras yo estaba sentada en el sofá de pie de cama, mirándolo lucir inseguro y nervioso.

  • Amelia, necesito ser completamente sincero contigo. Ya habíamos hablado de este tema, pero no te di detalles –dijo y de inmediato me vino el recuerdo de nuestra conversación la primera vez que estuvimos caminando por los jardines frontales de la mansión.
  • No me digas que la relación que tuviste durante la universidad fue con la hermana del Alfa Barone -lo dije parándome rápidamente y acercándome a él, quería que deje de dar tantas vueltas; me mareaba y ya empezaba a fastidiarme. Me miró con sorpresa y preocupación. Nunca había sido tan brusca con él.
  • Bu… bueno. Sí, ella era -me tomó por la cintura, me sentó en el sofá de pie de cama y él hincó una rodilla enfrente de mí. Sus manos sujetaban las mías. Estaba nervioso-. Dame la oportunidad de explicártelo todo -se puso más nervioso porque sintió mi molestia.
  • Comienza, soy toda oídos -le dije muy seria.
  • Fui a estudiar a otro país cargado de mucha envidia, cólera y soledad. Todos mis amigos y futuro séquito habían encontrado a sus compañeras antes de iniciar la universidad, por lo que viajaron con ellas. En cambio, yo lo hice solo.

»Por la ley de las manadas, mi padre comunicó a la Manada Evans que entraría a su territorio para estudiar en Cambridge. William, quien ahora es el Alfa Evans, me contactó para apoyarme en mis inicios en la universidad.  Por él conocí a mucha gente y tuve un amigo. Ese año iba a pasar solo mi cumpleaños, ya que ni mis padres ni mis hermanas podían viajar para estar conmigo, así que decidí hacer una gran fiesta solo con sobrenaturales. Esa noche conocí a Laura y su historia. Ella es dos años mayor que yo, en ese momento tenía 21 años y no había encontrado a su compañero. Por ser la hija de un alfa no le iba tan mal, ya que usualmente a las hembras que no encuentran a su compañero las relegan, por lo que suelen dejar sus manadas para mezclarse entre los humanos hasta que fallecen.

»Cuando organicé la fiesta pensé que pasaría un buen rato, pero al darme cuenta que todos habían ido en parejas, me sentí peor. Ahí fue cuando se me ocurrió proponerle a Laura el estar juntos hasta que encontremos a nuestros predestinados. A William, como a toda mi familia, no le gustó la idea de que estuviera con Laura porque estaba yendo contra la tradición, que dicta que se debe esperar al compañero predestinado, pero ambos estábamos hartos de estar solos, así que no hice caso de todos los consejos que llegaron a mí y mantuve la relación.

»Ella terminó la universidad, y pensé que regresaría a Italia, que ahí terminaba lo nuestro, pero ella se quedó en Cambridge. Aún salíamos cuando Marianne llamó a mamá para contarle que te había encontrado. Cuando le dije que vendría a Perú para conocerte, perdió el control. Se transformó e intentó herirme, pero pude reducirla sin recurrir a mi lobo. Como veía que no podía luchar contra mí, me propuso seguir con la relación, aunque tú seas mi Luna. Le dije que no, que si tú eras mi compañera yo no podría, debía ni querría estar con alguien más. Ella no aceptó que termináramos, más bien me amenazó, y me dijo que, si ella no era feliz, nadie lo sería».




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