La hija de la Madre Luna

Capítulo 31

  • Buenos días, familia. ¿Han visto a Ravi? -pregunté a Los Höller que estaban en el comedor.
  • Ha ido hacia la cocina, mi bella niña -respondió la abuela Stephanie. Cuando giraba para ir hacia allá, Ravi entraba al comedor.
  • Buenos días, Amelia. Mi hermosa Marianne me ha dicho que estas preguntando por mí -señalando su oído repitió sin emitir sonido: “oído de licántropo”-. ¿Para qué soy bueno?
  • Stefan tiene un pequeño problemita y quisiéramos saber si le puedes ayudar -dije juntando los dedos pulgar e índice para hacer hincapié en lo de pequeño.
  • ¿Qué sucede con Stefan? -preguntó curioso Maximiliam.
  • Es que… -empecé a sonrojarme y a jugar con mis dedos- no le queda nada de su guardarropa. Pensamos que quizás Ravi tiene algún hechizo para adaptar las prendas de vestir, accesorios y calzado a su nuevo cuerpo.

El bisabuelo Karl empezó a reír a carcajadas. Su risa era tan contagiosa que todos, incluyéndome, comenzamos a reír. De repente, escuchamos la voz de Stefan.

  • Gracias por reír en vez de buscar la forma de ayudarme -traía encima solo una toalla atada alrededor de su cintura. Su cabello negro y húmedo caía sobre sus hombros. Su pecho era más voluminoso, sus abdominales más marcados, sus brazos más fuertes. Lo contemplaba y comencé a sonrojarme. Stefan me miró de costado y me guiñó un ojo, me sentí súper acalorada.
  • ¿Y ese nuevo estilo, Stefan? -dijo Haldir caminando hacia su asiento-. Mucho calor o nos quieres matar de la envidia con tu nuevo físico -todos comenzamos a reír.
  • Nada de mi guardarropa me queda, orejas puntiagudas. Le pedí a Amelia que busque a Ravi para que me ayude, pero se demoraba, así que decidí salir, y encontré que todos se divertían gracias a mí -se acercó, me tomó de la cintura y me susurró al oído seductoramente-. Hasta tú, mi amada Luna Amelia, te reías de mí -me puse tan roja que tapé mi cara con las manos. Eso detonó otra carcajada del bisabuelo Karl.
  • Sí te puedo ayudar, Stefan -decía Ravi caminando para ir a nuestra habitación-. Vamos a “renovar” tu guardarropa.

El brujo y mi amado Alfa se fueron a solucionar el inconveniente de vestuario mientras el resto de la familia tomó asiento en el comedor. Esperábamos a que terminen de presentar las viandas sobre la mesa y que regresen Stefan con Ravi para tomar el desayuno. Entoces Marion preguntó curiosa.

  • Oye, Amelia, ¿cuánto ha crecido Stefan?
  • Pues, antes de dormir tomé sus medidas y peso -miré hacia otro lado porque me sonrojaba al pensar en el nuevo cuerpo de Stefan-. Ahora mide 2.10 m, pesa 125 kg y tiene 130 cm de pecho -suspiré por lo genial de sus nuevas medidas, y todos comenzaron a reír otra vez.
  • Vaya, querida Amelia -decía la bisabuela Margot muy divertida-, no sé si la bendición fue para Stefan o para ti porque se te ve muy feliz diciendo sus nuevas medidas.
  • La bendición ha sido para ambos -dijo Stefan al entrar ya con ropa y sentarse a mi lado-, aunque hay ciertas posturas a la hora de querer unirnos en la intimidad que debemos cambiar porque puedo dañar a mi Luna con mi nuevo peso –dejó un beso en mi sonrojada mejilla. Pero a qué se debe ese gusto de Stefan por soltar sin vergüenza esos comentarios relacionados con nuestra intimidad de pareja.
  • Te sugiero ella sobre ti, hijo -dijo el bisabuelo Karl, y todos nuevamente rieron. Yo moría de vergüenza porque todos se enteraban sobre nuestra intimidad sexual. Stefan, en un gesto por calmar mi pena, tomó mi mano y la besó. Me encantaba que me mire tiernamente al ver que aún me sonrojaba, aunque entre nosotros no quedaba ningún tipo de pudor porque ya habíamos explorado todo sobre nuestros cuerpos.

(…)

Terminando el desayuno, Los Barone comunicaron que habían adelantado su partida para el mediodía. Agradecieron la hospitalidad y pidieron nuevamente disculpas por el impase con Laura. La delegación de hadas y brujos partieron después del desayuno. El resto de delegaciones aprovecharían a pasear por Lima y almorzar en algún restaurante de la capital antes de ir al aeropuerto.

Limpio ya el jardín posterior y terraza, subimos a esta última para preparar la parrilla, puesto que a mis cuñadas se les ocurrió hacer un almuerzo típico alemán, donde hay muchas clases de salchichas y cortes de cerdo para asar y comer con chucrut, cebollas encurtidas y ensalada de papa. También consideraron preparar puré, arroz y milanesas, por si Sandro y Elías, los hijos de Solís y Torres, no querían comer la parrilla. Para Ravi tenían un menú vegetariano especial al que pedí acceder, ya que no era de comer mucha carne. Cerveza alemana, agua, chicha morada para beber y una deliciosa torta selva negra completaban el almuerzo.

Les explicamos a los bisabuelos y abuelos sobre lo que pasó con Solís y el propósito del almuerzo. Estaba preocupada porque por donde los miren los bisabuelos y abuelos no aparentaban la edad que tenían, así que se me ocurrió decir que eran los hermanos y cuñadas de Maximiliam.

  • Si quieres puedo recitar un hechizo de edad para que se vean ancianos -propuso Ravi.
  • No. Los bisabuelos y abuelos son joviales y fuertes, si los envejeces les quitas vitalidad y no van a disfrutar de la reunión -todos validaron mis motivos para mentir y estuvieron de acuerdo.




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