Capítulo 36
- Hola, Amelia. No deberías caminar sola por la noche, puede pasarte algo muy malo -volteé y no podía creer quién estaba enfrente de mí. Evité mostrar en mi expresión facial mi asombro, y fingí que no me importaba su presencia al quedarme callada ante su comentario-. ¿Qué pasó, Amelia? ¿Las Hermanitas del orfanato no te enseñaron buenos modales? Acabo de saludarte y darte un consejo, eso solo lo hacen los amigos -su sonrisa se veía macabra, y junto a su mirada psicópata, podía causar mucho miedo a cualquiera.
- ¿Quién eres? Tú no eres mi amiga, ni siquiera te conozco -preferí aparentar que no la conocía, quería fastidiarla por todo el mal rato que me hizo pasar al enviarme ese mensaje falso.
- No me digas que no me recuerdas -hizo un puchero cínico-. Y yo que te tengo presente en mis pensamientos a cada momento. Claro que no es que me acuerde de ti porque me caigas bien, sino que te tengo tanta lástima, por ser tan joven y llevar una vida tan llena de engaño.
- En serio, ¿quién eres? –en mi voz dejé salir mi enojo.
- Soy Laura Barone, el amor de Stefan, tu peor pesadilla –lo dijo pronunciando el nombre de Stefan de una manera muy seductora que sentí la sangre hervir por su atrevimiento. Al no querer darle gusto de verme afectada por lo que decía, me reí, dejando ver que lo dicho por ella no era creíble e importante.
- El amor de Stefan soy yo. Creo que estás algo confundida -con mis manos hice el gesto que la calificaba como loca. Si ella quería hacerme perder la calma, yo también haría lo mismo al mencionar sus problemas emocionales.
- ¿Crees que por tener una marca en tu hombro y un anillo en tu dedo eres su amor? –dijo queriendo menospreciar nuestra unión predestinada y el símbolo que me entregó cuando nos hicimos uno.
- Lo creo porque soy con quien comparte su cama, su familia, su vida –eso le dolió, se notaba en el gesto que se apoderó de su rostro. Al mencionar que ella no formaba parte de su vida, que no fue preferida por la Familia Höller y que no dormía todos los días con Stefan, se le borró la sonrisa, y la mueca que se apoderó de su cara era de película de terror.
- Él era muy feliz conmigo, por ello no puede olvidarme –dejó de utilizar ese tono de voz cínico para usar uno más amenazador.
- Si se acuerda de ti, es solo para arrepentirse de haberse enredado contigo -cerró los puños y dio un paso mostrando la clara intención de querer golpearme, pero se detuvo y volvió a marcar en su rostro la sonrisa desequilibrada.
- No veo cómo puede estar arrepentido cuando él me ha pedido que venga a Lima para pasar un lindo fin de semana juntos –nuevamente intentó ir por el lado de querer encender mis celos y que yo sea la que tome una decisión equivocada al pensar con la cabeza caliente y el corazón frío.
- ¿No me digas? -puse mi cara de sorpresa burlona, iba a seguir su juego-. Y, ¿dónde se van a ver? Quizás me anime y los siga, así, al verlos juntos, podría desilusionarme de una vez y rechazar a Stefan, ¿no? –dije queriendo fastidiarla, haciendo que por fin se vaya y nos deje en paz.
- En media hora saldrá de la mansión para vernos en mi habitación del Swissotel Lima –ahí fue que confirmé que todo era una mentira, ella no sabía que Stefan estaba fuera de la ciudad.
El timbre de mi celular sonó y detuvo el diálogo que sostenía con Laura. Era una videollamada de Stefan, así que le di la espalda a la lunática esa y me dispuse a contestar.
- Hola, mi amada Luna -Stefan miraba confundido al no reconocer en dónde estaba-. ¿Dónde estás, Amelia? ¿Quién te acompaña?
- Saliendo del instituto quise caminar un rato, y estoy en la Avenida Arequipa, cerca al Parque de Miraflores –respondí tranquila, confiada de que nada malo sucedería.
- Pero ¿quién te acompaña? -su voz delataba preocupación.
- Estoy sola, amor -sus ojos se abrieron de par en par. Sentí su miedo, ya que, si estaba en peligro, no podría salvarme al encontrarse a tres horas de la ciudad.
- Ve al Café Haití. Le pediré a Marianne que te recoja.
Iba a responder que lo haría, cuando la llamada se cortó y noté que algo raro comenzó a suceder a mi alrededor. Fue como si saliera de la realidad que conocía para entrar en una dimensión paralela. Podía ver al resto de la gente que caminaba por la calle, así como los vehículos con sus luces encendidas circulando por la pista, pero ellos no nos podían ver. Intenté varias veces retomar la videollamada con Stefan, pero el equipo móvil estaba sin señal. Al mirar a Laura, esta sonreía malévolamente.
- Fui muy crédula al pensar que podía sembrar la desconfianza en ti sobre la fidelidad de Stefan -caminaba dando vueltas a mí alrededor-. Mi idea inicial era dañarlo, hacerlo sufrir haciendo que lo dejes, que lo desprecies, que rechaces la conexión predestinada que tienes con él, pero veo que por ese camino no voy a conseguir lo que quiero.
- ¿Qué vas a hacer? -la miraba atenta, alerta por lo que haría, evitando mostrar que empezaba a preocuparme por lo que esa lunática podría hacer.
- He notado que a Stefan no le agrada que andes sola. Siente miedo de que te pueda suceder algo malo -ahora caminaba hacia mí, deteniéndose a unos metros de donde me encontraba-. Entonces, lo haré sufrir produciéndote mucho, pero mucho dolor.