Capítulo 42
Los días pasaban, Catalin seguía en Lima y ahora teníamos el problema de proveerle alimento. No podíamos dejarla ir a altamar a que se alimente de alguna ballena o delfines porque siempre hay grandes buques fábricas pescando en todo el límite del Mar Peruano, por la riqueza hidrobiológica que lo caracteriza, e iban a notar la masacre de mamíferos acuáticos. Tampoco podíamos dejar que vaya a los bosques más cercanos, estaban muy lejos y no había grandes mamíferos que calmaran su apetito.
- ¿Y si le pedimos ayuda a Torres? –pregunté sugiriendo al tener una idea que no me parecía inadecuada.
- ¿Que consiga unidades de sangre del hospital? -Stefan estuvo cerca de dar con mi idea.
- Algo así. Que consiga donantes para ayudar a una supuesta enferma. Podríamos coordinar con alguno de los médicos de la manada para recabar la sangre y tener provisiones para Catalin –usar el término “provisiones” estuvo mal, eso se sintió como si fuéramos al supermercado para llenar las alacenas, pero era mejor a que ella salga y cace humanos a diestra y siniestra.
- Necesitaremos un sistema de conservación en frío para preservar la sangre -mencionó Marianne-. Coordinaré con el Dr. Mayo. Él es hematólogo y me puede recomendar las máquinas que necesitamos para conservar el fluido, y en su centro médico podríamos hacer la campaña de donación.
Stefan coordinó con Torres una reunión en la mansión. Cuando le comentamos que necesitábamos sangre para alimentar a una vampira, no nos creyó, estaba muy escéptico. No nos quedó otra que presentarle a Catalin.
- ¿Es una vampira? Para mí es solo una mujer muy bella -el encanto embelesador de un depredador hacia su presa comenzaba a afectar a Torres.
Por su naturaleza los vampiros son seres muy atractivos para los humanos. Su mirada los hipnotiza, por lo que la presa no huye, pero el primer paso para llegar a la hipnosis era el embeleso por una belleza sobrenatural. Ravi lanzó un hechizo a Torres para que no sea afectado por el natural encanto vampírico.
- Ahora, ¿cómo la ves? -le preguntó Ravi tratando de no reír.
Torres abrió los ojos, y al toparse con la sangrienta mirada de Catalin, se asustó y dio varios pasos hacia atrás. Nos miraba atónito.
- No temas, Torres, Catalin es una buena amiga -me acerqué a ella y la tomé del brazo. Noté que todos en la sala se tensaron. Yo era humana y Catalin ya entraba en la etapa de hambre, pero ella ni se inmutó, solo sonrió. Le gustaba que poco a poco entre nosotras crecía la amistad y nos volvíamos más cercanas.
- Bueno, si Catalin es amiga de Amelia, pues también es nuestra amiga. Lau no me va a perdonar que no la haya traído cuando le cuente que conocí a una vampira -Torres suspiraba preocupado, pensando en la escena que Solís le haría cuando le cuente sobre Catalin.
- Entonces, ¿nos ayudarás, Torres? -preguntó Stefan.
- ¡Claro, no hay problema! Hablaré con el Director de la Escuela de Suboficiales para que solicite apoyo a los estudiantes con lo de la donación de sangre. Solo indíquenme a dónde, a qué hora y cuántos donantes debo llevar -hizo una pausa, pensaba en lo siguiente que iba a decir-. No sé si hago bien en preguntar esto, pero ¿hay alguna preferencia de algún grupo sanguíneo? -Ravi no pudo aguantar la risa y lanzó una carcajada que contagió a todos en la sala. Hasta Catalin reía.
- No, Torres. Solo tiene que ser sangre de varón joven, esa es la mejor -lo dicho por Catalin sonó algo terrorífico, y todos nos miramos con susto y sorpresa. Nuestras caras eran muy graciosas y volvimos a reír
Esa misma noche, Torres tenía una lista de donantes. Stefan vio a bien entregar a cada uno de los jóvenes donadores de sangre una retribución económica por la ayuda prestada, así como cubrir los alimentos de ese día, ya que debían llegar en ayunas para seguir el protocolo de extracción de la sangre sin levantar sospechas. En tres días Torres logró reunir treinta unidades de sangre. En el sótano se implementó la unidad de frío para mantener el rojo y viscoso líquido fresco.
- ¿Servimos la sangre en un vaso o la tomas directo de la bolsa? -pregunté con vergüenza y Catalin sonrió.
- No te preocupes, Amelia. Yo misma vaciaré el contenido de la bolsa en un vaso -Catalin solo necesitaba una unidad de sangre por semana. Terminó de tomarla y notó que tenía curiosidad de saber qué tal estaba-. Estuvo muy buena. Joven varón de diecinueve años, perfecta -suspiró satisfecha y complacida, algo que me causó un temblor, y al resto de la familia tranquilidad porque teníamos cómo contener su hambre.
(…)
- Amelia, ¿cómo haces para hablar con el Alfa usando ese rectángulo mágico? -Catalin se refería al celular. Acababa de hablar con Stefan por videollamada. Él había ido a las oficinas del holding en San Isidro, y quería saber cómo me encontraba-. ¿Es algún hechizo? ¿Ravi podría hacer uno para hablar con Thomas?
- Desde que saliste de Bonn, ¿has tratado de comunicarte con Thomas? -pregunté apenada. En todos estos días no averigüé cómo Catalin mantenía contacto con su predestinado. Ambos debían estar sufriendo, más Thomas por no saber si su amada la estaba pasando bien o si estaba en control.
- No. Le he escrito varias cartas, pero no sé cómo las puedo enviar.
- Cuando dices cartas, ¿te refieres a las que haces con tinta y papel?
- Sí, esas. ¿Hay otro tipo de cartas?