La hija de la Madre Luna

Capítulo 51

Mansión Höller en el vecindario privado de Renania, Santiago de Surco, Lima, Perú, durante el ataque.

Al escuchar la sirena de la alarma contra ataques, Ravi se levantó por instinto y recitó el hechizo que habilitaba la cúpula de energía que encerraba a todos en Renania, aprisionando a los atacantes y evitando que el mundo de los humanos se percate de lo que estaba sucediendo. Solís y Torres no entendían lo que pasaba. Veían cómo uno a uno los licántropos tomaban su forma de lobo y percibían que se preparaban para defender y contraatacar. Al ver a lo lejos a los primeros guerreros vampiros, Catalin cargó a Solís y a Torres para llevarlos al bunker, detrás de ella corrían la Luna Baranov y la Luna Evans, ya que las compañeras de los Alfas no eran entrenadas para la guerra. En la entrada se toparon con Kiram, quien acababa de bajar a sus amigos para resguardarlos del ataque. Catalin estaba cerrando la gran puerta de acero reforzado cuando Solís gritó que sus hijos estaban durmiendo en el cuarto de Lena. Kiram subió a toda prisa, y cargando a los tres niños los llevó al refugio, a la par que las ex Lunas Höller, Margot, Stephanie y Marie, ingresaban al bunker. Catalin cerró la puerta, no sin antes indicar que solo abrirían el refugio cuando regrese con Amelia, Cassie y Ania.

Subió a la terraza, y la vampira se encontró el olor que siempre quedaba tras hacerse polvo un hijo de las tinieblas. Al verla, Erik y Pietro tomaron posición de ataque, pero Amelia los detuvo diciéndoles que ella era parte de la manada.

  • Amelia, debo llevarte al refugio. Ahí ya están Solís con Torres y sus hijos, Lena, los amigos de Kiram, las Lunas Baranov y Evans, así como las tres ex Lunas Höller, faltas tú, Cassie y Ania –dijo Catalin resuelta a cumplir con su propósito.
  • Pero ¿qué sucede? ¿Acaso hay un clan de vampiros en Sudamérica? -preguntó Amelia muy preocupada y a punto de llorar.
  • Son del Clan Dracul -respondió apenada Catalin al informar que eran los suyos los responsables del ataque.

Amelia corrió hacia el borde de la terraza. Buscaba a Stefan, quería asegurarse que estaba bien. Lo encontró peleando con un solo vampiro que era muy rápido y fuerte. «Ese es Darius, general Dracul y uno de los temidos Azotes de las Manadas», dijo Catalin, y añadió que Stefan estaba preparado para enfrentar a guerreros como ese y hasta al mismísimo Morgan Dracul, así que se tranquilizó para no alterar a su Alfa. Caminando por otro lado, había una loba que era protegida por un vampiro, ya que este no dejaba que ningún guerrero licántropo se le acerque. «Ese es Lucian, mi hermano». Si Catalin pudiera llorar, lo hubiera hecho a mares. Habían pasado más de cien años desde la última vez que lo vio, y reencontrarlo en esas circunstancias le producía una gran tristeza.

  • No sufras, Catalin, vas a distraer a Thomas -aconsejó Amelia.
  • Amelia, será mejor que bajes al bunker con Cassie y Ania. Caroline, Erik, Pietro y yo daremos alcance a Kiram que está evitando el paso hacia el ala oeste de la mansión -dijo Elrond preparando su arco y flechas.
  • Vamos, Amelia, yo las acompaño -dijo Catalin, pero la Luna Höller propuso que vaya con los jóvenes guerreros para apoyar a Kiram, que ella bajaría con sus sobrinas.

Las tres adolescentes iban rápido por las escaleras. Al estar a unos pasos del refugio, Cassie y Ania son inmovilizadas. Por más que Amelia las jalaba o empujaba, no logró moverlas ni un poco. La Luna Höller veía la desesperación en los ojos de sus sobrinas, la cual creció cuando Laura tomó del cuello a Amelia y la arrinconó contra la pared. Lucian se acercó y vio que su poder no afectaba a Amelia, lo que le hizo entender que ella no era una humana cualquiera, ya que era el primer ser vivo que repelía su don inmovilizador.

  • Así que tú eres la Luna Höller -dijo el vampiro observándola con la intención de encontrar algo que explique por qué no era afectada por su ataque-. No tengo nada en contra tuya, pero si para acabar con Los Höller tienes que morir, así será.

El vampiro se acercaba a Amelia, quien aún era inmovilizada por la presión que Laura ejercía sobre su cuello, cuando de las sombras salieron Erik y Pietro. Los híbridos atacaron al vampiro y a su compañera. La sorpresiva interrupción hizo que Lucian dejara de utilizar su poder en contra de Cassie y Ania, lo que permitió que corrieran hacia el refugio. Lucian peleaba contra ambos híbridos, ya que la única forma que tenían los adolescentes para detenerlo era arremeter a la vez. Al no poder avanzar para cumplir con su propósito, miró a Laura y ella entendió que debía acabar con la Luna Höller.

La licántropa llevó a Amelia a la terraza, y la lanzó a unos metros de ella. Veía el vestido blanco de estilo princesa que significaba que ese día la humana había sido una novia. «Morir el día de tu boda, eso sí que es no tener suerte», pensó Laura. Acercándose a ella, vio cómo Amelia retrocedía instintivamente. Aún tenía muy fresco el recuerdo del ataque en que perdió a su hijo, por lo que tenía un miedo subconsciente que le hacía alejarse de Laura.

  • ¿Qué pasa, Amelia? ¿Me tienes miedo? -preguntó muy tranquila la licántropa.

Amelia notó que sus ojos ya no proyectaban esa mirada psicópata ni su rostro lucía demacrado por el odio y la maldad. Laura se veía hermosa, quizás como nunca. La licántropa se dio cuenta que Amelia había percibido el cambio que su hermana Paula le hizo notar días atrás, y eso le dio pie para hablar de Lucian.

  • Sí, Amelia, he cambiado. Encontré a mi predestinado en Lucian, el Príncipe Dracul. Ahora no hay más odio ni rencor, pero es mi deber apoyar a mi amado en todo, aunque eso implique ir en contra de los míos, como lo hace Catalin al pelear contra los de su especie.
  • ¿Qué piensas hacer, Laura? -Amelia retrocedía mirando a los lados, con la esperanza de que alguien llegue a rescatarla, pero todos estaban enfrascados en una ardua pelea, ya que el número de vampiros sobrepasaba al de licántropos.
  • Lo que Lucian me pidió. Debo matarte, Amelia, pero antes, permíteme contarte por lo que tuve que pasar para que Los Dracul no me maten y pongan a dormir a Lucian en una cámara de conservación por el hecho de ser almas gemelas -aún en calma y haciendo un breve silencio, Laura comenzó su relato.




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