La hija del Ceo

Capítulo 7

Narrador omnisciente

Algunas verdades tienen el poder de reconstruir o destruir y esa mañana, en medio del pueblo dormido, tres personas despertaban con una certeza distinta, la vida, tal como la conocían, había dejado de existir.

El sol apenas se asomaba entre las nubes cuando el silencio fue interrumpido por los primeros sonidos cotidianos, pero en la casa de Ana, el tiempo parecía haberse detenido. La cafetera no burbujeaba como de costumbre, y el murmullo de la radio matinal no llenaba el ambiente como otros días, había algo suspendido en el aire… algo que oprimía el pecho y aceleraba sus pensamiento.

Ana se había despertado antes que el sol, como si algo dentro suyo le advirtiera que el día no traería calma, estaba sentada en la cama, abrazando sus piernas, dejando que el silencio la envolviera. No encendió la luz, no encendió nada, solo escuchó su respiración y su corazón, esa voz que, como un eco terco, seguía resonando en su mente: “Nuestra hija.”

Dos palabras. Dos simples palabras que lo cambiaban todo.

Ana se levantó sin hacer ruido, pasó por el cuarto de Sofía y se quedó unos segundos en el umbral. La observó dormir, tan tranquila, ajena a todo. ¿Cómo podía explicarle que ese hombre que conoció en la panadería aquel día, no era solo un recuerdo del pasado, sino su padre?

Se duchó rápido y eligió ropa sencilla, pero prolija, ya que no quería parecer desarreglada, pero tampoco dar la imagen de que se había arreglado para él. Necesitaba equilibrio, aunque por dentro estuviera hecha un caos.

Caminar hacia el hotel fue como caminar sobre fuego cada paso le pesaba, como si sus pies supieran que no había marcha atrás. Al llegar, respiró hondo antes de entrar a la cafetería y David ya estaba ahí.

Sentado junto a una ventana, vestido con una camisa clara, el saco colgado en la silla y una taza de café delante. La miró apenas la vio y no dijo nada, solo se puso de pie. Ana dudó. ¿Debía abrazarlo? ¿Saludarlo con un beso en la mejilla? ¿O simplemente sentarse?

Ana

—Gracias por venir —dijo él rompiendo el hielo.

Asentí y me senté, puesto qué no quería alargar los silencios. No con él. Sabía que David, tarde o temprano, me empujaría a hablar.

—Me costó dormir anoche —me confesó —. Pensé en todo lo que me perdí… Y en todo lo que no supe preguntarte cuando debí.

Lo miré y sus ojos contenían una mezcla de reproche y nostalgia.

—Yo también pensé mucho. No me fui por cobarde… me fui porque tenía miedo. Y porque creí que proteger a Sofía era no contarle quién eras.

—¿Protegerla de mí? —preguntó con su voz dolida.

—No. Protegerla del dolor… del abandono, yo no podía enfrentar la posibilidad de que la rechaces como me rechazaste a mí.

David se quedó callado unos segundos. Su mirada bajó a la taza, pero enseguida volvió a mirarme.

—Nunca te rechacé, se que te herí, sí. Pero no fue rechacé y sabes que fue una estupidez, una debilidad que pagué muy caro.

Al oírlo apreté los labios, no quería quebrarme, no justo ahora.

—No vine a hablar de nosotros —dije, aunque sabía que mentía—. Vine a hablar de Sofía.

—Entonces hablemos. Porque no pienso perderme un solo día más.

—No va a ser fácil y eso lo sabes.

—Ana no me pidas que espere más. Si ya perdí mucho de ella, acaso no te das cuenta lo que hiciste.

—No quiero hablar de ello, aquí solo importa Sofía.

Me dolía saber que soy la culpable de todo El daño ocasionado, pero más me sentía mal por mi hija. Ella es la única que va a sufrir al conocer esta verdad.

—¿Y que vas a decirle? Porque supongo que la verdad —me reprocho enojado y quise largarme de este lugar.

—No entiendo que estas insinuando David.

—A ver Ana, tu decidiste por todos hace 10 años atrás, sin importar nada, obviamente siempre pensaste en ti.

—Aun cargo con la culpa de mis decisiones, pero no puedo volver el tiempo atrás. Si pudiera te juro que lo haría.

—¿Y por qué no lo hiciste antes? Lo peor de todo es que esperaste que yo lo descubriera para decírmelo.

—Nadie te enseña a ser madre, hice lo mejor que pude y lo hice bien.

—¿tu crees que negarle la identidad a tu hija esta bien?

Él tenía razón, pero no se la iba a dar, no después del daño que me causó.

—Por favor David, solucionemos esto como adultos. No hay necesidad de que me recuerdes lo que hice, porque soy consciente de ello.

Al parecer mi respuesta no le gusto porque su semblante cambió, y yo no quería seguir aquí escuchando todo el daño que cause.

—Mis abogados ya se están encargando de ello —al oir aquello sentí una punzaunaen mi pecho y temía lo peor.

Nunca imaginé que él fuera a hacerme esto, pero no iba a hacerle fácil nada, tenía que adelantarme a hablar con mi hija , para explicarle lo que hice y porque lo hice, se que para ella no será fácil. Pero David no obtendrá lo que quiere, que es quitarme a mi hija.




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