La Hija Del Narco

La caída del Imperio Familiar

Capítulo 21: La vida bajo amenaza constante

La vida bajo amenaza constante es algo que nunca pensé que experimentaría. Desde que mi padre se convirtió en un importante narcotraficante, nuestra familia ha estado en peligro constante. Pero este capítulo de mi vida fue especialmente aterrador.

Todo comenzó cuando mi padre decidió expandir su imperio y establecer una nueva ruta de contrabando. Esto significaba que tendríamos que lidiar con nuevos competidores y, por supuesto, más enemigos. Mi padre siempre me había mantenido alejada de sus negocios, pero esta vez no pudo evitar involucrarme.

Un día, mientras estaba en la escuela, recibí una llamada de mi padre. Su voz estaba tensa y preocupada. Me dijo que había recibido amenazas de muerte y que necesitaba que me mantuviera a salvo. Me ordenó que me quedara en casa y que no saliera bajo ninguna circunstancia.

Asustada, le pregunté qué estaba pasando. Él me explicó que había un nuevo cartel en la ciudad que estaba tratando de apoderarse de su territorio. Estaban dispuestos a hacer cualquier cosa para eliminarlo, incluyendo matar a su familia. Me aseguró que haría todo lo posible para protegernos, pero que necesitaba que yo también tomara precauciones.

Durante las siguientes semanas, mi vida se convirtió en una prisión. No podía salir de casa, ni siquiera para ir a la escuela. Mi padre contrató a un equipo de seguridad para protegernos las 24 horas del día. Había hombres armados en cada esquina de la casa, y nuestras ventanas estaban cubiertas con barras de hierro.

Me sentía atrapada y asfixiada. Extrañaba a mis amigos y anhelaba la libertad de simplemente caminar por las calles sin miedo. Pero sabía que tenía que hacer lo que fuera necesario para mantenerme a salvo.

Un día, mientras estaba sentada en mi habitación, escuché una discusión acalorada en el pasillo. Me asomé por la puerta y vi a mi padre discutiendo con uno de los hombres de seguridad. Parecían estar discutiendo sobre algo importante, pero no podía escuchar lo que decían.

Decidí acercarme sigilosamente para escuchar mejor. Me escondí detrás de una puerta entreabierta y escuché atentamente. El hombre de seguridad estaba preocupado por nuestra seguridad y le sugería a mi padre que nos mudáramos a un lugar más seguro.

Mi padre se negó rotundamente. Dijo que no podía permitir que el miedo nos controlara y que no iba a huir como un cobarde. Estaba decidido a enfrentar a sus enemigos y proteger a su familia.

Me sentí orgullosa de mi padre en ese momento. A pesar de las amenazas y el peligro, él se mantenía firme y decidido. Era un hombre valiente y no iba a dejar que nadie nos hiciera daño.

Después de esa discusión, mi padre decidió aumentar la seguridad en nuestra casa. Contrató a más hombres armados y reforzó las medidas de seguridad. También instaló cámaras de vigilancia en cada rincón de la propiedad.

Aunque me sentía más segura con todas estas precauciones, también me sentía atrapada. No podía salir de casa ni tener una vida normal. Mis amigos me llamaban y me invitaban a salir, pero tenía que rechazar todas sus invitaciones.

Un día, mientras estaba sentada en el jardín trasero, vi a uno de los hombres de seguridad acercarse a mí. Tenía una expresión seria en su rostro y parecía preocupado.

"Señorita, necesito hablar con usted", dijo en tono serio.

Me levanté y lo seguí hasta una sala de estar apartada. Me senté en el sofá y esperé a que él hablara.

"Señorita, hemos recibido información de que el cartel enemigo está planeando un ataque", dijo en voz baja. "Están buscando una oportunidad para entrar a la casa y eliminar a su padre".

Mi corazón se aceleró y sentí un nudo en el estómago. ¿Cómo podían estar tan cerca de nosotros? ¿Cómo podían saber tanto sobre nuestros movimientos?

El hombre de seguridad continuó explicando que habían interceptado algunas comunicaciones entre los miembros del cartel enemigo. Parecía que estaban planeando un ataque sorpresa durante la noche.

"Tenemos que estar preparados", dijo el hombre de seguridad. "Necesitamos que usted y su familia se refugien en un lugar seguro mientras nosotros nos encargamos de ellos".

Me sentí abrumada por la situación. ¿Cómo podía dejar que otros arriesgaran sus vidas por nosotros? Pero sabía que no tenía otra opción. Tenía que confiar en el equipo de seguridad y hacer lo que fuera necesario para mantenerme a salvo.

Esa noche, nos escoltaron a un lugar seguro. Era una casa aislada en las afueras de la ciudad, rodeada de bosques y lejos de cualquier vecindario. Era un lugar tranquilo y pacífico, pero también me sentía como si estuviera en prisión.

Pasamos días enteros en esa casa, esperando noticias de lo que estaba sucediendo. No podíamos salir ni hacer nada más que esperar. Me sentía impotente y frustrada. Quería hacer algo para ayudar, pero no había nada que pudiera hacer.

Finalmente, después de una semana de espera angustiosa, recibimos la noticia de que el ataque había sido frustrado. Nuestro equipo de seguridad había logrado interceptar a los miembros del cartel enemigo antes de que pudieran llegar a nosotros.

Me sentí aliviada y agradecida de que estuviéramos a salvo. Pero también me di cuenta de que esta era solo una batalla ganada en una guerra continua. Nuestra vida seguiría bajo amenaza constante, y tendríamos que estar siempre alerta y preparados para cualquier eventualidad.

A medida que pasaba el tiempo, aprendí a vivir con el miedo constante. Me acostumbré a la presencia de los hombres armados y a las medidas de seguridad extremas. Aprendí a valorar cada momento de paz y tranquilidad, sabiendo que podría ser efímero.

Pero también aprendí a ser fuerte y valiente. Aprendí a confiar en mi padre y en el equipode seguridad que nos protegía. Aprendí a no dejar que el miedo me paralizara, sino a usarlo como una motivación para seguir adelante.




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