La hija del presidente

Capítulo 1. Vaden y sus órdenes.

Cinco años atrás. 
 

 

Liv (Lauren) 

—Me da tanto gusto verlos de nuevo.  

Habían pasado cinco años desde la última vez que los vi en persona. Extrañaba tanto a mis padres que volverlos a ver se siente una dicha enorme. 

—A nosotros también nos da gusto verte, cariño. ¿Pero por qué has vuelto? No me digas que ya terminaron tus estudios. 

—No, papá. Pero tenemos vacaciones. Estuve ahorrando para poder visitarlos. 

—Mi pequeña será una gran doctora. 

—Aún me falta mucho, papá. 

—Pero lo serás. Estas preparándote. 

Lo hago. 

Cumpliré el sueño de mi padre de ser una médico reconocida en el país y por supuesto para ayudar a tantas personas que lo necesitan. 

—¿Cuándo empezaron a trabajar aquí? 

La casa es gigante. No parece casa, más bien un palacio, debe tardar horas limpiando este lugar. No entiendo por qué hay personas que les gusta todo tan grande y populoso, yo me conformaría con una casa pequeña. 

No está mal desear más, claro, y menos si las personas pueden lograrlo. 

—Hace tres años, los señores de la casa son muy amables. ¡Tienen una hija casi de tu edad! 

—¿De verdad? Que interesante. 

—Oh, llegó el señor Vaden. Por favor, quédate aquí. Ellos no saben que vendrías a casa, son muy reservados —asiento—Te quiero, mi niña. 

—Y yo a ti, mamá. 

Sale a recibir al que supongo es el señor de la casa. Sus pasos suenan firmes y certeros, mamá le dice algo y su voz me eriza la piel. Habla muy grave. 

—¿Quiere que le sirva de cenar ya mismo? 

—No, gracias. Me iré a duchar, bajaré después. 

—Entendido, señor. 

Sus pasos se alejan y mamá vuelve a la cocina conmigo y papá. 

—Cenará después. 

—¿No suena muy joven el señor? 

—Cariño, lo es — ríe —El señor Vaden es el hijo de los señores. No suele pasar en casa, se la pasa trabajando y estudiando. 

—Oh.

—Mientras yo sirvo la comida me ayudas, vale. Tu hermana fue a comprar la fruta y tú lleva la ropa a la habitación del señor Vaden. Está duchándose. 

Tomo la canasta con ropa cuidadosamente planchada. 

—¿Dónde está la habitación? 

—Es la última al fondo del pasillo. No toques nada, el señor es muy meticuloso con sus cosas. 

—Mamá, parece que no me conoces. 

—Por eso mismo te lo digo, andas tocando todo lo que encuentras, desde pequeña tienes esa manía —niega —Anda, anda. 

Mi madre es bien conflictiva. 

Subo al segundo piso y busco la habitación al fondo del pasillo. ¿Y cual se supone que es? Hay dos pasillos y los dos tienen habitación al fondo. Cuento al Tin Marín y le cae al primer pasillo, abro la puerta con sumo cuidado y pongo la cesta sobre la cama. Hay  tantos adornos y figuras extrañas, cuadros con bocetos horribles y una que otra cosa desconocida. 

Toco todo lo que puedo, me gusta sentir la textura de las cosas, olvido por completo en donde estoy hasta que escucho una voz. 

—¿Quién eres tú y qué haces aquí? 

Me volteo rápido, por mala suerte dejo caer la estatua de la libertad que había a mis espaldas. 

¡Mi madre va a matarme! 

—Soy la hija de la señora Ximena y Ander. 

—Dije ¿qué haces aquí? — No pasó desapercibido que el hombre ¡está desnudó! En pelotas frente a mí. —No escuché que tocaras la puerta antes de entrar. 

—Traje la ropa — señaló la cesta, sigue viéndome fijo—Por favor, no le diga a mis papás que rompí eso, le juro que le pagaré. 

—¿Segura? Eso cuesta veinte mil dólares. 

—Joder. ¿Es de oro o qué? Ni mi instituto cuesta tanto. 

—No, es importada. Por eso su valor.

—¿Puede cubrirse ahí? — me pongo roja de las mejillas. Esta luciendo su perfecto cuerpo bien trabajado pero yo estoy muy apenada por estar viendo más que eso. 

—Estoy en mi habitación. 

—Es verdad… hasta luego señor Vaden. Que disfrute su ropa planchada. 

Cojo los pedazos de la estatua y me lo llevo para votarlo a la basura sin que mi madre lo vea. Nunca le hago caso es por eso que termino en problemas. 

Vuelvo a la cocina con ella, aún estoy apenada. 

—¿Qué pasó? Cariño, tardaste mucho. 

—No encontraba la habitación. 

—¿Por qué vienes tan colorada? — y con la respiración agitada. 

—Debe ser por el calor, mamá. 

Claro, por el calor. !ilusa! Es porque te ha gustado ver al señor en paños menores. Cochina, puerca, de mente retorcida. 

—Estás como un tomate —mi madre chasquea la lengua —. Solo espero que no te enfermes tan pronto. 

Me pasa un vaso con agua y la bebo toda. 

—Lo dudo. 

Esto no es enfermedad… tiene otro nombre. 

Mi madre sale de la cocina porque escucha un auto en el enorme patio de la casa, dejo el vaso en el lavado y me apresuro a salir antes de ver otro caballero con “brillanté armadura” 

Sin embargo, el destino tiene unos planes muy macabros para mí y mi mente pervertida. Termino chocando con el mismísimo Vaden, ahora ya vestido gracias a Dios. No sé si me gusta más con ropa o sin ella, o ambas. 

—Aquí estás. 

—Dudo que sea un fantasma — susurro. 

—Que chistosa— dice pero no ríe. —Quiero que me lleves la comida a la habitación. 

Volteo a ver a mis espaldas, ¿a quién se lo dice? 

—¿Yo? 

—Sí, tú. 

—Me ve cara de ser su empleada o que, mi madre trabaja para usted, no yo. 

No soy nada amigable y tengo una lengua afilada, según mi papá tengo su carácter que es una porqueria porque siempre termino diciendo cosas que me hacen lío. No puedo controlar mi lengua, nunca conecto el cerebro con mi boca. 

—Además de intrusa, destructora de cosas ahora sales respondona. —se cruza de brazos. ¡Mira esos brazos, Liv! 

—Que le lleve la comida mi madre. Vendrá ahora. 

—Quiero que me lleves la comida tú, muchachita. No tú madre, te lo estoy ordenando a ti, aquí se hace lo que yo digo. 

Achicó mis ojos. 




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