La hija del presidente

Capítulo 3. Embarazo


Liv. 
 

—No sé que tengo pero toda la comida me sienta mal. 

—¿Toda? 

—Sí, debo ir esta semana al doctor. No puedo regresarme a Suiza así, además si mis padres se enteran van a matarme por no decirles antes. 

—¿Cuánto tiempo llevas con náuseas?

—No lo sé, una semana. 

—Liv, segura de que esas náuseas no te darán patadas en unos meses más. 

—¿¡Qué!? 

Pongo el grito en el cielo. Me parece muy tonto lo que mi hermana dice, está insinuado que estoy embarazada y no es así. 

Vaden y yo nos cuidamos, bueno, yo me cuido tomando la píldora. Ambos estamos limpios, por eso permití  que no usará forro cuando me lo pidió. Prometió que no se acostaba con nadie más y yo le creí. 

—Liv, tus náuseas pueden ser embarazo. 

—Me cuido, Scarlett. Tomo la píldora sin falta, he estado yendo a chequeos con la ginecóloga. 

—Pensarás en mis palabras cuando  sientas las patadas en vez de náuseas —bromea —Ve pensando en que le dirás a nuestros padres y cómo vas a decirle a Vaden. 

No lo sé. Me da miedo decírselo a Vaden, es un hombre muy serio y a veces pierde la calma cuando algo lo irrita, eso no quiere decir nada, conmigo ha sido un caballero. 

Después de aquel accidente nuestra relación cambio, no volvimos a discutir y yo ya no volví a decirle que le pidiera a su abuela que le subiera la comida. Ni ponerle nuez en el postre. 

—¿Cuánto llevan acostándose? 

—Apenas dos meses.

—Ve diciéndole, Liv. ¿Estás segura que te  ama?

—Me ama como yo a él. 

—Entonces hazte  una prueba de embarazo y dile. 

—Iré más tarde a hacerme el examen. 

*** 

Recibo el sobre con los resultados. Que nervios, espero que no esté embarazada. A Vaden no le agradará y la verdad es que a mí tampoco. No tengo edad para ser mamá, soy tonta e inexperta. Además debo terminar mis estudios, no me puedo quedar a mitad de la carrera. 

Saco el celular y le llamo a Vaden, dijo que estaría muy ocupado hoy pero por suerte contesta mi llamada. 

—Liv… 

—Vaden, tenemos que hablar —le digo. —Hay algo que quiero decirte. 

—Bien ¿sobre qué? ¿Estas  bien? Ha pasado algo grave acaso. 

—No, grave no, no lo creo, pero debo hablar contigo. Es importante. 

—Bien, cariño. Te llamo para decirte a qué horas nos podemos ver.

—Te amo. 

Corto la llamada y rompo el sobre para sacar el resultado. Leo la hoja hasta tres veces para convencerme de que no es una mentira, suelto a llorar esta vez ya más segura de lo que dice. 

Gestación+ positivo. 

Santa mierda ¿qué voy a hacer ahora? Cómo  le digo esto a Vaden. Yo tengo veinte años y el veinticinco, no estoy preparada para ser mamá. 

Scarlett diría “debiste pensarlo antes de acostarte con el riquillo ese“ y tiene razón, debí cuidarme mejor pero ya es tarde y solo puedo llorar. No le diré hasta mañana, hoy lo tomaré con calma yo, intentaré tranquilizarme y mañana le diré sobre qué va a ser papá. Vaden me ama, estará feliz, yo lo sé. 

Espero su llamada el resto de la tarde, las horas siguen pasando y él sigue sin llamar. Debe estar ocupado, no es fácil hacer todo lo que él hace. Trabaja mucho en sus empresas y ayuda a su padre con las de él. 

—Liv, cariño. ¿Qué tienes, hija? 

—Nada, mamá. Solo me duele un poco la cabeza. 

Scarlett me mira con burla. 

—¿Segura? Tomate una pastilla, son de las mejores para esos dolores molestos. 

—Lo haré, gracias mamá. 

—¿Segura qué quieres hacerlo? He escuchado que mujeres en gestación no pueden tomar cualquier medicina —canturrea mi hermana mayor, por suerte mamá ya ha salido de la habitación que comparto con mi hermana. 

—No tomaré  nada, tonta.

—Mas te vale, quiero que mi sobrino  nazca  bien. Por qué piensas tenerlo ¿no? 

Sí. 

Voy a tenerlo, Vaden también querrá que lo tengamos. 

—Lo haré. Terminaré mis estudios en Suiza mientras, solo me quedan cinco años, seré una doctora muy buena. 

—Más te vale, Liv. Papá no invirtió tanto dinero en ti para que sea en vano. 

Y si ella me lo reprocha me siento aún peor. 

Soy una estúpida, Scarlett me advirtió que las pastillas no eran una buena opción porque no eran 100% efectivas. Ahora me siento tan tonta, debí haberla escuchado en su momento. Mis papás se lo tomarán muy mal, siento tanto temor de lo que pueda pasar. Pero cuento con Vaden, él no me dejará sola, yo lo sé. 

—¿Ya le dijiste a Vaden? 

—No, nos veremos hoy. Quedamos de vernos anoche pero ya no me llamo. 

—Debiste haberle dicho por celular. 

—No, quiero hacerlo personalmente. —aunque me atemorice. 

—Buena suerte.

Paso toda la mañana esperando la llamada de Vaden, también le marco a su celular y no obtengo respuesta, me manda a buzón. Es extraño, siempre responde mis llamadas. 

Espero  y espero un buen rato hasta que entra la tarde y sigo sin noticias de él. No quiero ir a su casa porque mis padres estarán  ahí y se darán cuenta que algo sucede. Hesito sobre si es mejor ir a buscarlo o no, al final termino optando por la primera opción y tomo un taxi hacia su casa. 

Llevo conmigo la prueba de embarazo positiva, estoy imaginando cosas en mi cabeza pero una de esas es cómo reaccionará, lo conozco y generalmente suele emocionarse por pequeñeces. Aterrorizada, toco a la puerta, sus padres no están y por lo que sé, vienen en una semana. Sus padres no viven aquí, Vaden solo lo usaba temporalmente. 

Muriel atiende a la puerta. 

—¡Hola! 

—Muriel, ¿está tu hermano? Tengo unas cosas que decirle. 

—¿Vaden o Dustin?

—Vaden, en serio quiero verlo.

Se cruza de brazos y suspira como si estuviera a punto de decir algo que no me gustará. 

—¿Dónde  está Vaden? Tengo algo que decirle y no puede esperar. —repito. La leve sensación de que algo pasa sigue en mi cuerpo. 




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