La hija del príncipe

6

ACTUALIDAD: LA CONFIANZA ES VITAL

Mientras Abril se debatía entre abrir o no, y Amir seguía con ansiedad llamando a su puerta, el rey y la reina despedían a los invitados, con quienes, además de fingir, se disculparon.

—Habrá que vigilar sus pasos. Esto no puede seguir pasando, es una señal de que volverá a avergonzarnos —dijo el rey cuando estuvieron a solas—. No volverá a verme la cara. ¿Qué mal estoy pagando? ¿Cómo puede elegir la miseria sobre lo que realmente importa? No le permitiré manchar nuestro nombre de nuevo.

—Tienes razón. Lo mejor es vigilar de cerca sus pasos. Tendremos que ser más listos y, al igual que con la empleada, deshacernos de cualquier distracción que lo desvíe de su destino. Nunca debí permitirle tantos caprichos.

—Lo convertiste en un débil. Un hombre sin honor. Amor, ¿cómo puede poner un simple sentimiento por encima de lo verdaderamente importante?

—Hay que descansar. Esperemos que sea cierto que hable mañana con la princesa Yara, que cumpla con su palabra y le proponga matrimonio. Me ocuparé de que alguien nos mantenga al tanto de sus pasos. Nos adelantaremos a cualquier sorpresa que quiera darnos.

Mientras sus padres planeaban evitar los errores que presentían Amir cometería, él seguía ahí, esperando que la puerta se abriera. Cuando pareció que ya habían huido, la puerta se abrió y, sin pensarlo, Amir la estrechó con un abrazo.

—No vuelvas a hacerlo. Comprende que no me permitiré perderte, perderlas.

—Amir, no deberías estar aquí.

—¿Está dormida? —ignorando lo que decía, caminó hasta la cama. Ahí la observó con una sonrisa—. He traído esto.

Abril miró su mano extendida, luego su rostro.

—¿Qué es lo que planeas?

—Fingir que acepto lo que quieren. Son mis padres, pero esta vez no pasaré por alto lo que quisieron hacerle a nuestra hija, a ti. Voy a exponer sus malas costumbres. Temen perder el prestigio, que sus apellidos se vean en escándalos. Fingiré casarme con Yara, pero —le tomó la mano— quiero que seas tú. Que ese día seas tú y nuestra hija.

Abril apartó su mano.

—¿Estás loco? Se nota que no sabes quiénes son tus padres.

—No me subestimes. No hice nada antes, pero no será igual esta vez.

—Lo siento, pero tu plan es ridículo. Además, no pienso ser tu esposa. Amir, si de mí dependiera, sería la primera en desprestigiar a tus padres. No es temor por mí, es por mi hija. Es por ella que me recluí aquí. Vi lo que hicieron con mi familia, lo que quisieron hacerle antes de nacer. No quiero imaginar lo que pasará si me caso contigo, si la reconoces.

—Pasará que nuestra hija tendrá un padre. Que tú podrás volver a tener una vida. Que yo seré libre. Es sencillo. Les daré una lección y luego nos iremos, a donde tú quieras. Tú, nuestra hija y yo. Seremos una familia, lejos de aquí, de mis padres y sus absurdas reglas.

—Eso, si quisiera ser tu esposa. Pero no quiero. Y además, tú eres tú. ¿De qué vas a vivir? No lo creo. Tú, renunciando a tus comodidades y apellidos. No es lo mismo viajar con la fortuna de tu familia, ayudar a los necesitados, que experimentar la necesidad.

—¿Así que crees que no soy más que un príncipe engreído, sin idea de cómo vivir sin las comodidades de mi familia?

—No lo sé. ¿Qué sabes hacer que no sea política y ejercer como príncipe?

—Sé hacer muchas cosas, Abril. Lo que no, podría aprenderlo. No puede ser tan difícil, y si lo es, no será imposible. He deseado irme antes. Ahora tengo razones para hacerlo. ¿Vendrías conmigo?

—No confío en ti. Y no somos una pareja.

—Lo somos —le sujetó las manos—. Te amo. Tú no has dejado de amarme, lo noto en tus ojos, en cómo reaccionas. No pienso esperar. Te he echado mucho de menos. No puedes querer seguir así, extrañándome. Estoy aquí, ahora. No voy a dejar que te escapes.

—Amir…

El beso que le dio la cogió descuidada. Aunque se negó al principio, terminó por corresponderle. Amir se apartó y la abrazó con fuerza.

—No ha pasado un día en que no piense en ti. En qué hubiera sido de haberte convertido en mi esposa. Quería mi familia contigo. Me has dado una hija. Somos eso ahora, una familia. No niegues que me amas, ahora que sé la verdad. ¿Podrías darme una oportunidad? No solo quiero ser su padre. Abril, quiero ser tu esposo.

—¿Podemos ahora enfocarnos en la seguridad de Lia?

—Está bien. Necesitas tiempo. Me llevará unos días lograr mis planes. Para entonces, espero que hayas podido perdonarme haber sido un cobarde, haberte dejado. Que aceptes ser mi esposa. Me obligarás a raptarlas si no decides pronto.

—Lo ves todo tan fácil. Actúas como si no conocieras a tus padres, Amir.

—Lo siento. Quizás parezco desesperado, y lo estoy. También decepcionado. Los conozco, Abril. No soy tonto. Sé que ellos tampoco lo son. Si quieres ayudarme a no cometer errores, a que paguen por lo que nos hicieron, esta es la oportunidad.

—Creo que no estás pensando bien. Apenas has descubierto la verdad. Si quieres que funcione, tienes que hacerlo bien, actuar con inteligencia y con calma.

—Eso puedes ofrecérmelo tú. No quiero perder más tiempo. Que nuestra hija siga creciendo sin mi presencia. El plan dará resultados si aceptas ayudarme.

Abril negó con la cabeza. No por la negación a ayudar, sino por no poder creer que estuviera tan ansioso y no estuviera viendo el peligro.

Amir, por su parte, sentía que el tiempo que tenía era apenas el justo. Por eso le sujetó las manos.

—Sé que tienes miedo. Que no crees que pueda funcionar. Sé quiénes son mis padres. No estoy actuando a ciegas. Sé a lo que me enfrento.

—Está bien, Amir. Si crees que tus planes saldrán bien, hazlo. Me ocuparé de proteger a Lia. En cuanto a que me case contigo, no creo que sea algo necesario. Puedes solo cancelar la boda.

—Lo sé. Puedo hacer eso. Pero quiero que seas mi esposa. Y esta es mi oportunidad. ¿Puedo quedarme aquí esta noche?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.