La hija del príncipe

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ACTUALIDAD: ESTAR ATENTO A LAS SEÑALES

Con una sonrisa maliciosa, la reina se apoyó en el hombro de Su Majestad.

—La princesa Yara es tan estúpida como nuestro hijo, por eso me haré cargo. Supervisaré que haga lo que debe hacerse, que los planes salgan como deben ser.

—Es lo mejor, somos un buen equipo. Es una lástima que nuestro hijo no haya heredado ninguno de nuestros valores. ¿Amor? ¿Bondad? ¿De qué sirve eso sin honor y respeto? Hay que infundir miedo, mantener la diferencia, que esa gente sepa quiénes somos y nos respeten como sus superiores. Me enferma la actitud infantil de tu hijo.

—Ya no hagas coraje por eso, todo saldrá bien. Los hombres ya siguen sus pasos y esta vez nos aseguraremos de que todo salga al pie de la letra. Ya nos deshicimos una vez de la criada y su bastarda.

—Cierto. Eso es lo que me gusta de ti, siempre un paso adelante. No pude haber elegido mejor compañera, aunque hiciste de Amir un débil. Espero que se pueda corregir.

Le besó la mano al rey y le aseguró que así sería, mientras la reina salió para coordinar su plan. El rey se quedó pensando en lo que lograrían, aunque con cierta preocupación, mientras Amir se despedía de su hija.

—Te quiero muchísimo, mi princesa hermosa. Voy a volver a verte. Mientras tanto voy a recordarte y pensar en ti cada minuto.

Lia lo abrazó llena de tristeza. Aunque apenas lo conocía, la figura del padre que siempre había deseado presumir como sus compañeros iba a volver a dejarla. Consentida y mimada, permaneció en sus brazos.

—Te prometo que voy a volver y que un día nunca más tendrás que verme partir. Estoy muy feliz por haberte conocido, por haber llegado a ti. Espero que también estés feliz por saber que soy tu padre. Te amo, princesita.

Lia no se resistió a pasar a brazos de Abril, pero antes dejó un beso en la mejilla de su padre, suficiente para motivarlo.

—Prométeme que no vas a huir, Abril. Que jamás lo harás, al menos no sin mí.

—No puedo prometerte lo que no sé si cumpliré. Haré cualquier cosa por mi hija. No es cobardía, es que con ella de por medio no puedo contra la ambición y maldad de tus padres.

—Déjame luchar esta batalla junto a ti, por nuestra hija, por nuestro amor.

Amir intentó besarla, pero Abril apartó sus labios y le permitió despedirse de Lia, quien, a pesar de la tristeza, permitió que se marchara. Una vez a solas, Abril intentó hacerle ver que era malo que hablara de su padre con los adultos.

Sin comprender mucho, pero con lo lista que era, Lia la abrazó. Abril asumió que era un “lo entiendo, mamá”, aunque los nervios la consumían. Se organizó y recibió más tarde a sus alumnos. Mientras, Amir, quien precavido había llegado al lugar donde se quedaría, salió sin sus atuendos para no ser reconocido y por conveniencia.

Luego, con el mismo sigilo, volvió al hotel. Su teléfono se quedaba en una habitación en lo alto de Al-Salt, donde sería prudente hacer creer que se alojaba. Cuando los hombres del rey obtuvieron la señal, informaron a Su Majestad dónde estaba.

—Listo, listo… Tengo que ser más listo —repetía Amir en murmullo mientras era llevado al palacio por el guardia real que lo recogió.

—Mi hermoso príncipe —la reina salió a su encuentro—. Hijo mío, tu padre ha amanecido bien, bastante bien, y eso me tiene muy feliz.

Amir apretó los dientes para contenerse. Cuando se apartó, no pudo evitar que el desprecio hacia sus progenitores se reflejara en su mirada.

—¿Te sucede algo, hijo?

Amir apretó la chaqueta de traje con fuerza desmedida.

—No, madre. Estoy cansado. Estuve toda la noche estudiando mis planes de mejora para el pueblo. Salí muy temprano para analizar la calidad de vida de los ciudadanos. Siento mucho haberme tardado. ¿La princesa Yara ya llegó?

—Así es, espera en la sala.

—Gracias, madre —Amir echó a andar.

—Los dejo solos. En unos minutos estaré aquí con Su Majestad para el desayuno y hablar de la boda.

Amir se acercó a la princesa Yara, a quien horas atrás consideraba que debía una disculpa. Aunque luego de un beso en la mejilla se inclinó para disculparse, ahora solo podía ver que estaba tan vacía como sus padres.

—Estás muy hermosa —dijo por cortesía.

—Gracias. Tú también… mucho más —lo recorrió de arriba abajo, y su plan de no participar cambió cuando ahora lo vio con otros ojos.

Yara se sintió tan atraída por el nuevo aspecto de Amir que su plan de ser honesta con él cambió. Era tan apuesto que decidió seguir, con encanto, el plan de la reina Samira.

—¿Quieres algo de beber? —miró la taza en la que ya estaba la poción; bastaría un sorbo.

—Por supuesto —Amir recibió la copa que esta, con cuidado, le ofreció.

Yara no pudo disimular su emoción al verlo llevar su té favorito a los labios. Amir lo notó y recordó las palabras de Abril.

—Hay algo que quiero mostrarte, dame tu taza —dijo Amir, incitándola a caminar.

—Yo la llevo.

—Soy un caballero. Iremos a mi habitación.

—¿A tu habitación?

—Por supuesto.

Yara la entregó al ver la oportunidad perfecta.

Amir cambió las tazas una vez en la habitación.

—Bebamos. Luego te enseñaré algo que traje para disculparme. No he tenido tiempo de elegir el anillo, así que espero que este pueda ser un símbolo del compromiso que haremos.

Amir bebió de un sorbo su té; Yara lo miró con una sonrisa triunfal y bebió luego de ver el gesto que Amir fingió.

En cuestión de minutos, Yara sucumbió al sueño.

La acomodó en la cama y la miró con rabia. Cerró la puerta y decidió tomar una ducha para relajar la mente.

La reina, quien se acercó para comprobar que no estaban en la sala, sintió alegría y se dirigió a la habitación. Al intentar abrir y no poder, sonrió y caminó con prisa hacia su esposo.

Amir, quien salió de la ducha, fingió dormir junto a Yara, habló bajo y obtuvo su primera evidencia. Avergonzado, le retiró la ropa y la suya, se metió en la cama y luego abrió la puerta.




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