La hija del príncipe

9

ACTUALIDAD: JUGANDO SU JUEGO

Amir ingresó al baño; le resultó más que repulsivo, un acto despiadado de parte de quienes se hacían llamar su familia.

Apoyado en el lavabo, pensaba en Abril, en lo que posiblemente había vivido a manos de sus padres.

—Lo siento, mi reina —recordó sus momentos más amenos a su lado—. Todo será diferente esta vez.

Mientras Amir se vestía, pensando en sus planes y en cómo mantener la calma para actuar con astucia, la reina felicitaba a Yara, quien, aún confundida, solo pensaba en lo que había visto en él.

Millonario, apuesto, un hombre con poder y no el pobre con quien había perdido su inocencia.

—Fue un gran trabajo. Debo confesar que me has sorprendido, dudé por un instante en que lo conseguirías, pero me alegra ver que tienes visión. Tú y yo podríamos lograr mucho juntas.

—¿Usted cree, mi reina?

—Samira. Te has ganado el derecho de llamarme Samira. Y claro que lo creo. Aún tienes mucho de qué convencerme, demuéstrame que puedes ser la mujer que Amir necesita y entonces tendrás mi entera confianza. Dime, ¿qué estarías dispuesta a hacer para ganártela?

—Lo que usted me pida. Haré lo que usted me pida.

—Quiero que te embaraces. Amir puede cambiar de opinión, es obvio que nada pasó entre ustedes, pero mientras él lo crea, todo marchará según lo planeado.

Yara no pudo evitar la sorpresa de lo que se le pedía.

—Pero… ¿cómo conseguiré que crea que es suyo? Si no quiere tocarme en sano juicio, ¿cree que decir que lo concebí esta noche es suficiente?

—Deja que yo me ocupe de eso —le dijo con su habitual seguridad.

—¿De qué vas a ocuparte? —las interrumpió el rey.

La reina lo recibió ayudándole a mantener su farsa.

—Ya te contaré. Ya no vamos a desayunar en casa, Amir decidió que irá a pedir la mano de Yara. Lo estamos esperando.

—¿Le creíste? ¿De verdad crees que ese hijo tuyo puede hacer algo tan simple como pensar en su futuro?

—Puedo hacer eso y muchas otras cosas, Su Majestad —Amir se sumó a la conversación con más ira que hacía minutos—. Sé que les he defraudado, que no he sido digno hijo de quienes son, y es por eso que cambiaré. Estar en el pueblo me hizo comprender que estoy del lado correcto.

—No sé si podría creerte tanta maravilla, hasta no verlo. ¿Dices que aceptas quién eres? ¿Dejarás los eventos con esa gente de lado? ¿Te enfocarás en lo que realmente importa?

Amir tensó la mandíbula, pero fingió de inmediato una sonrisa.

—Lo haré, pero no es el momento, no estaría bien visto. Si lo vemos desde un punto lógico, esto nos beneficia. No solo creerán en nosotros, también ayudará a recuperar la confianza que se fracturó entre Su Majestad y el país al irme.

Olvidando su actuación, el rey se paró y, con emoción, exclamó:

—Así es como debes pensar.

Amir entrecerró los ojos y la reina se acercó a su rey.

—Oh, cuánto bien nos haces, hijo. Tu padre se ha llenado de ánimos. ¡Oh, Alá! Siéntate, cariño, tienes que guardar fuerzas para la boda.

—Es cierto, padre. No voy a decepcionarlo esta vez —Amir no solo se acercó e hizo una reverencia, también aprovechó para tomar la mano de Yara—. Seguiré los caminos que siempre debí seguir. Es una promesa, soy un hombre con honor y la cumpliré.

Fantaseando, Yara observaba el fuerte brazo que la rodeaba y asentía a todo lo que allí se decía. Del mismo modo en que, preocupada, Abril ignoraba a los niños que no comprendían la actividad que les había preparado.

Pues Amir no salía de sus pensamientos, como tampoco de la boca de Lia, que presumía no solo sus juguetes, sino también de que tenía un papá.

—Busca papá —Lia le sujetó la mano, intentando ponerla de pie.

—Qué tierna es Lia. Deberías darte la oportunidad con alguien, así la niña no fantasea con un padre. Es mejor que tenga un padrastro antes que nada —dijo una de las madres que entró a buscar a su hijo—. Mi marido no es muy importante, pero tuve mucha suerte, es muy responsable con nuestra hija. Piénsalo, así tú y la niña tendrán una buena vida. Algún obrero se hará responsable.

—Lia tiene su padre, es…

—Sé que es algo difícil, pero debes aceptar que quien sea ese sin alma que te hizo el favor, piensa en todo menos en ser un padre para la niña. Mira la pobrecita, hasta se hace ilusiones. Mi marido tiene algunos conocidos, podría decirle que…

—Te agradezco, pero no hace falta. ¿Te llevas a Esmaly?

De mala gana la mujer asintió. Con tristeza, Abril miró a Lia aún llamar a su padre. Los niños más grandes se reían. Abril suspiró.

—Ojalá tu padre cumpla esta vez.

Se sentó, asegurándose de no perderla de vista. Las coletas que había hecho disimulaban su cabello rojizo al igual que el suyo. Debía estar atenta, debía mantenerse en guardia.

Del mismo modo en que lo hacía Amir, mientras la carroza real lo llevaba a su destino, rodeado de quienes debían amarlo, pero buscaban su destrucción.

—Por el anillo no te preocupes. Tu madre ha traído una invaluable joya familiar. Esperamos que sea digno de ti, Yara.

—Gracias, Su Majestad —tomó la mano del rey y la besó, enalteciéndolo.

—Es lo que alguien como tú merece —agregó Amir.

—Ese es mi hijo —dijo la reina Samira—. Un hombre de bien.

Amir se contuvo durante el trayecto. Mantener la mente en el objetivo mientras escuchaba a sus padres planear su boda le costaba tanto como no saber de ellas.

Pensar en Lia le daba la sensatez que necesitaba para contenerse.

Rindió tributo a los padres de Yara, el rey marroquí Dris Al-Mansur.

—Su Majestad, Dris Al-Mansur, le agradezco mucho que haya decidido recibirme. Le ofrezco mis más nobles disculpas por todo lo acontecido en el pasado.

Con gesto soberbio, el hombre saludó a todos. Aun en su papel, el rey saludó con arrogancia, pero permitiendo que su hijo tomara las riendas.

—Majestad, mi padre y yo creemos que la unión entre nuestras casas sería de gran beneficio para ambas naciones. Me sentiría honrado de contar con la mano de la Princesa Yara en matrimonio.




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