Era un día completamente soleado, de hecho demasiado para la estación actual. Cada rayo de luz bañaba con su calidez las hojas de los árboles.
La señora Sonia regaba las plantas de su jardín, manteniendo con especial cuidado a su hermoso Helecho; el agua de la regadera caía en finas gotas que pareciera no tener fin.
El ambiente se percibía alegre... salvo por... Ángela Morales, una bella joven de ojos verdes y larga cabellera color castaño. Miraba su reflejo en ropa interior, frente a aquel espejo con una grieta remendada con cinta.
Ángela odiaba su figura, se veía robusta aunque no lo era, además siempre que se acercaba al traicionero espejo pensaba:
"ESTÚPIDO ESPEJO ME HACE SENTIR MAL", "NO ÉL SOLO REFLEJA LA LUZ GORDA, ESTAS GORDA", se auto reprochaba así misma sin compasión.
Se mordió el labio, tocó su estómago y al tiempo que lo hacía pensaba: "GRASA, FLACIDEZ, GOORDAA".
Una lágrima le recorrió por el rostro y de forma rápida se la enjuago con la palma de su mano. Sus delicados labios temblaban, su mirada la volvía a traicionar... otra lágrima.
De repente la puerta sonó, su madre la llamaba.
–Ángela, vení a almorzar.
–¡Ya voy mamá!
–No tenés que gritar estoy acá nomas.
Oía los tacones de su madre alejarse, tomó su jean, su par de zapatillas, su musculosa. Se los puso lentamente y bajó a la cocina.
Era hija única, en tan solo unos meses tendría quince, ella no quería ser gorda. Todos los días se miraba ante el acusador espejo. Esa grieta... la recordaba bien, fue causada por el golpe que le dio con un desodorante.
Bajó las escaleras, se dirigió a la cocina, su madre había preparado empanadas de jamón y queso. La mesa estaba decorada con un hermoso mantel blanco con rayas rojas, como centro de mesa; un florero con rosas color pastel.
Su madre empezó a servir las empanadas, mientras su padre leía el diario en la sección de deportes.
Ángela se sentó en la mesa, ella podía apreciar el enunciado del diario.A pesar de ser un tema que ella sufriría después no le prestó atención. El enunciado rezaba:
"BULIMIA ¿QUÉ HACER?"
Ignoró eso y algo la atrajo como ratón a su queso. El olor de las empanadas tentaba. Era una tortura. Un cruel plan macabro hecho por su madre, ya se imaginaba que pensaba ella: "COMÉ HIJA MÍA ENGORDÁ, SE UNA LINDA Y REDONDA BEBOTA".
–¿Qué pasa hija? ¿No comés?
Ángela solo lanzó una sonrisa forzada a su mamá y volvió nuevamente su atención al plato que tenía en frente.
Levantó una empanada cubierta con una servilleta y... "NO POR FAVOR MAMÁ NO ME OBLIGUES" mordió "GORDA, GORDA, GORDA...".
Sonrió otra vez forzosamente.
–Mmmm, rico.
Le pareció deliciosa, rica, sabrosa, más de lo que recordaba incluso; pero horrenda al misma tiempo. Iba a engordar. Pensaba.
Más tarde, terminaron de almorzar en aquel mediodía. Era viernes. Sus padres se levantaron junto con ella; Ángela se dirigió al baño. Una vez allí, de cuclillas ante el inodoro, llevó dos dedos a su garganta (ASQUEROSO) forzó un vómito de todo lo que comió en el almuerzo y tiró de la cadena. Era desagradable incluso para ella, no obstante, debía –según ella– hacerlo.
Agarró su celular, marcó el número de su mejor amigo Tomás; él atendió con un tono de voz cansado, sin embargó pareció devolverle la alegría al saber quién le llamaba.
–Ángela ¿qué contás?
–Quiero que pases por mi casa Tomy, y traé ropa para hacer ejercicio.
–¿Vas a entrenar? Joya.
–¿Qué otra cosa sino? Nos vemos.– Y colgó.
Tomás Ramírez solo tardó media hora en llegar a la casa de Ángela, llegó trotando, con solo dieciséis años ganó una medalla en una carrera.
Tocó el timbre y esperó, llevaba una musculosa negra con unos pantalones deportivos de igual color y zapatillas azul marino. Ángela lo atendió con una hermosa y blanca sonrisa de modo que sus dientes se asemejaban a brillantes perlas. Ella llevaba una musculosa gris con la frase: "I LOVE SHOPPING", pantalón corto y zapatillas color cielo de marca. Se veía preciosa.
–Estás...
–Gorda, ya sé no me veas.–Se tapó con los brazos ruborizada.
–No, si ni estás gorda.
–Cecilia y Carolina no dicen lo mismo. Siempre se burlan de mí por ser gorda, me llaman fea. Ellas se creen divas por ser delgadas y huecas. Y lo peor de todo es que yo quiero ser así.
–¿Hueca?
–No tonto, flaca.–Dijo y empezó a llorar.
–Para mí que ellas se tiren a un volcán lleno de lava. No le hagas caso. Están celosas.
Cecilia y Carolina eran mejores amigas. Detestaban a Ángela. Según Tomás eran igual de detestables que sus repulsivos novios Braían y Franco.
Ángela de calentamiento saltó la soga, llegando hasta veintitrés.
Luego jugaron una amistosa partida de voley. Sin embargo las piernas de Ángela se debilitaron y cayó al suelo raspándose la rodilla derecha, y golpeándose la cabeza contra el suelo.
"QUE VERGÜENZA ME QUIERO MORIR, HICE EL RIDÍCULO. ME DUELE" se empezó a atacar en sus pensamientos.
Tomás fue de inmediato a socorrerla. Ella intentó levantarse, no obstante él no la dejo. Fue y buscó el botiquín de la casa de ella, trató la herida, luego reposaron.
Bebieron agua, Tomás arrojó un poco de ella en su cabellera negra y a Ángela en ese instante se le vino a la cabeza la imagen de una cascada.
Inesperadamente Tomás sacó de su bolsillo un bombón y amablemente se lo ofreció con tierna sonrisa.–Te compré un bombón, sé que te encanta el chocolate y más este.
Ella se quedó mirándolo perpleja, no quería tener que fijar su vista en aquello. Era un golpe demasiado bajo.
–¡Sabés que estoy gorda y aun así me dás chocolate!–Expresó indignada.
–¿Qué tiene de malo? ¿No te encantaba?
–¡Ayyy! ¡Tomás sos... tremendo tarado!– Manifestó furiosa
.Ángela siempre lo llamaba Tomás cuando estaba enojada.