La Historia de Ángela

CAPÍTULO IV: "ÁNGELA CADA VEZ MÁS EN PELIGRO"

Comenzó un nuevo día, Ángela se despertó muy agotada sin entender bien el por qué; ya que a pesar de su mala situación dormía plácidamente. Se durmió pronto la noche anterior por los tantos mareos que sentía, en ese preciso momento no sentía ningún mareo. Sin embargo, sentía un cansancio fatal.

Se observó detenidamente al espejo roto y alejó su vista de inmediato. Sintió además su cabello resecó y quebrado, lo tocó pensando lo siguiente: "DIOS MÍO, VOY A TENER QUE COMPRAR OTRO SHAMPOO". Iba a ir de inmediato pero descartó la idea, se sentía muy exhausta.

Se metió otra vez a la cama cuando su padre llamó a la puerta. Ella no contestó, porque solo deseaba dormirse, nada más. Él padre abrió la puerta, le trajo el desayuno.

–Tomá hija, ayer no comiste nada, estabas mal y yo te respete; como sabés siempre lo hice. Mirá acá tenés café, tostadas y dulce de leche.

A Ángela le llegó el olor de las tostadas y el hambre no se hizo esperar. No obstante, estaba en pie de batalla contra la comida y no iba a perder por nada.

–¿Por qué me trajiste el desayuno?

–Porque mamá está desayunando y me imaginé de que no desayunarías con ella.

–Imaginaste bien, no voy a desayunar ni con ella, ni sin ella.

–¿De qué hablás? Necesitás desayunar, es una de las comidas más importantes del día. Si no comes nada te vas a debilitar y enfermar.

–No te preocupés, porque para eso va a faltar mucho. ¿Acaso no me ves papá? Estoy gorda, gorda.

–¿Quién te dijo eso? No éstas gorda.– Respondió Daniel, y estaba en lo cierto.

Ángela no respondió. Él suspiró y dejó el desayuno en la mesita de luz, beso en la cabeza a su hija y se marchó. Ella sin querer se le escapó alguna que otra lágrima, aún estaba sentada en la cama pensando... En su vida... En Tomy... Su papá... Su mamá... Sus amigos... 

Daniel abandonó la habitación, pero su hija y su esposa quedaron en su mente. En especial su hija. Le había dicho a Ángela que el desayuno era una de las comidas más importantes, imprescindibles y sin embargo, él no desayuno.

La mañana de Micaela estaba de cabeza, todavía tenía en su cerebro una inquietud que le carcomía el alma. Ángela. Simplemente ella.

¿Cómo estaba? Ella se cruzó en contra de su voluntad con Cecilia, Carolina y sus novios. Le dijo que su amiga estaba suspendida y se querían vengar, aparte todavía no juntó valor para decirle a Ángela lo que le paso y que se cuidara. ¿Sí es que no se vengó todavía? Pensó eso y su cuerpo se estremeció.

Hacía lo que hacía, no hallaba calma. Su hermana le sugirió que la llamara para que sepa cómo se encontraba. Lo hizo.

Marcó el número de la casa de Ángela, y reunió una fuerza más que sorprendente. Su pulso empezó a acelerarse y en su garganta un nudo que casi no la dejaba respirar de la preocupación.

Atendió Daniel. Su tono de voz sonaba apurado, seguro se tenía que ir a trabajar, así que hizo todo lo posible para no tardar demasiado.

–Hola señor, de casualidad... ¿Se encuentra Ángela? –Dijo con un hilo de voz, apenas audible.

–¿Mica? Si se encuentra, esperá que le paso el teléfono.– Dijo y Micaela esperó exactamente un minuto para volver a escuchar, detrás del tubo. Salvo que esta vez era la voz de Ángela.

–Mica, ¿cómo estás? Decime, te escucho.

–Si, bien... ponele, ¿vos?

–Bien, cansada ¿Pasó algo? Te escucho un poco rara.

–Yo... Quería decirte algo muy importante.

–Decime...

–Pero no por teléfono, solamente llamaba para preguntar si estabas bien y ¿si más tarde podría ir a tu casa? Si no estás ocupada, obvio.

–Ah dale, te espero entonces, vení cuando puedas, no creo tener ganas de salir hoy. Nos vemos.

–Nos vemos.– Y colgó.

Tomás a pesar de lo que días atrás le dijo a Luís, estaba preocupado por Ángela. Quería verla pero de verdad seguía enojado. Quería confiar en ella, sin embargo; primero ella debería aparecer e intentar mostrar su arrepentimiento.

Tal vez sonara tonto, pero él estaba enamorado de Ángela, siempre que pensaba en ella; era imposible no pensar en ella. Amanecía pensando en declararle su amor, pasaba el día intentando con todas sus fuerzas confesarse y nunca lo lograba. Llegaba, el anochecer en su casa y se lamentaba por perder otro día. Un día sin estar cerca de ella, era uno perdido.

Tomás y Luís se prepararon el desayuno, el segundo se quedó a dormir porque quedaron jugando fútbol hasta tarde. Luís por su parte ya extrañaba horrores a Soledad, quería visitarla en su casa; tal vez esté sola y aburrida. Luís tomaba su café muy deprisa, mientras con la otra mano veía ansiosamente la hora en su bonito reloj.

–¿Te vas a ir tan temprano?–Preguntó Tomás.

–Sí voy a ir a ver a Soledad. Chau, luego vuelvo. Feliz cumpleaños. Luego te traigo el regalo.

Lo que más deseaba para su cumpleaños era que se arreglara con Ángela. Con eso ya era feliz. También se sentía raro una parte de su ser se hallaba enojado con ella, mientras la otra le extrañaba. "Seguro ella ni recordaba su cumpleaños" pensaba y se equivocaba.

Ángela se quedó en su cama, sabía que hoy era el cumpleaños de Tomás, pero tenía miedo de ir. Se sentía una tonta. Aparte seguía agotada, pero tal vez lo pensaría mejor. Sí, iría al cumpleaños de Tomy, compraría un regalo y se arreglaría con él.

Se levantó de la cama, todavía se encontraba igual de exhausta. No obstante, hizo un esfuerzo.

Se vistió, tomó las llaves de la entrada de su casa y se las guardó en el bolsillo de sus jeans desgastados, bajó por las escaleras. Ya estaba justo enfrente de la puerta de entrada incluso colocó en la cerradura la llave, cuando la detuvo su madre con un tono áspero.

–¿A dónde pensás ir pendeja?– Preguntó, y siguió ordenando:

–Dame las llaves. No vas a ir a ninguna parte, ¿me escuchás?

Ángela dio media vuelta y fijó su mirada en su madre, que se acercaba lentamente a ella con la mano extendida como pidiendo dinero.




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