SEIS AÑOS DESPUÉS.
No reconozco quien soy, observo mi reflejo, y no entiendo cómo terminé así. Mi rostro está pálido, mis clavículas sobresalen tanto, que rozarlas duele, mis ojeras reflejan los días sin dormir, y el cansancio mental que me carcome, mis labios están rotos, incluso puedo saborear mi sangre, y mis pómulos se marcan en mi rostro, mis ojos perdieron su brillo... No recordaba su color hasta me observé en el espejo.
No recuerdo de qué forma conseguí el pequeño espejo que estaba utilizando, no poseo objetos de éste tipo. Sólo me proporcionan lo necesario.
No sé porqué sigo aquí, dicen que mejoraré, pero cada día me siento peor. El vacío está acabando con mi vida, la ausencia de Anny me desgasta. No recuerdo mi voz, no he hablado con nadie desde que entré, no tengo permitido salir, las enfermeras no me dirigen ni una pequeña mirada.
Estoy vacía. Sola. Perdida. Confundida.
¿Por qué no puedo irme? ¿Por qué no me permiten visitas?
Cada día entra una enfermera distinta a suministrarme pastillas, finjo tomarlas, pero cuando sale, las escondo debajo del colchón. Quizá por eso no me he curado.
Los dolores de cabeza cada día son peores. Oigo la voz de Anny llamándome, pero no encuentro su escondite. Ella está jugando conmigo.
Me reclama que la he abandonado... No soporto su voz gritando, quiero estar con ella, pero no puedo, no sé cómo salir de aquí.
La agonía de saber que la he dejado sola me consume. El dolor oprime mi pecho y me dificulta respirar.
Sus llantos de agonía perturban mi mente, me causan escalofríos. No puedo dormir ante semejante desesperación. No puedo descansar de sus gritos, no puedo eliminar esta culpa que me persigue, no puedo...
Ella era mi mundo, y la he dejado sola.
Editado: 29.11.2018