—¿Emmy? preguntó un señor con bata blanca.
—Sí. —susurré, acurrucada en un rincón de la habitación, temblaba del frío que sentía.
—Necesitamos platicar, siéntate a mi lado. —ordenó el doctor.
—¿Cuándo me iré? pregunté desesperada.
—Primero debes escuchar lo que dire. —dijo con firmeza. Su voz era imponente.
—Dígame. —Obedecí y me senté a su lado.
—Emmy, quiero que te confieses conmigo, puedo ayudarte, pero necesito que te confieses. — Me miró con preocupación.
Decidí hacerlo, le dije todo lo que había hecho. Los asesinatos, la muerte del director, y las heridas que le causé a Lissie.
El doctor escuchó todo sin inmutarse, escuchó con calma, y tomó algunas anotaciones. Por un momento pensé que era escritor de alguna novela, y tomaba nota para tener algunas ideas, pero desistí de esa idea, estaba vestido de blanco, era un doctor.
—Bien, ahora quiero que me escuches a mí. Tienes un problema Emmy, estás enferma, y puedes empeorar si no te ayudamos. —aseguró.
—Pero yo me siento bien, desde que entré a éste sitio me he sentido peor, pero yo estoy bien, no estoy enferma, ¡usted se equivoca! —Lloré enfurecida.
—Escúchame, estás envuelta en un mundo que tu mente creó, lo que has vivido no son más que alucinaciones, e ideas delirantes, lo que has vivido, es sólo producto de lo que te está afectando, nada ha sido real.
—¡No es cierto! ¡No estoy loca, yo vi como murieron mis compañeros, vi cómo murió el director y su familia! grité tan fuerte, que mi garganta ardía. Quería golpearlo, acabar con él, pero algo hizo que me detuviese, no entendía qué, pero no podía hacerlo.
—Emmy, no estás loca, solo estás viviendo una realidad distorsionada. El director al que crees haber asesinado, murió dos meses después que abandonases la ciudad. Un infarto acabó con su vida. Era viudo, y no tenía hijos. Era un hombre miserable, Emmy. — El doctor se colocó de pie, y comenzó a caminar alrededor de la habitación.
—Eso no puede ser verdad. —Comencé a llorar desenfrenadamente.
—Te inscribieron en un lugar especializado para chicos con problemas de comportamiento, eran clases personalizadas, a las cuales pocas veces asistías, sólo te atendían a ti. Ya que eran cubículos individuales, no socializabas con nadie, por el problema que presentabas. Eso también fue parte de tu delirio, Emmy.
— ¡Cállate maldito! ¡Yo vengué a mi hermana Anny! grité lanzándome encima del doctor, no aguantaba sus mentiras.
—Anny no es real. —Me sujetó de los brazos, y los apretó con fuerza.
—No te atrevas a decir eso de Nuevo. —supliqué. Con Anny no, por favor, con Anny no te metas.
—Necesito que reacciones, y te des cuenta que presentas un problema, se llama esquizofrenia, también trastorno de personalidad, tu mente creó una imagen distorsionada de todos los hechos, Anny, ella, eres tú misma, es la versión de ti que intenta controlarte, es la imagen que deseas que todos vean de ti, la chica perfecta que merece protección, ¿O no es así? ¿Acaso Anny no es perfecta ante tus ojos? —Su tono no temblaba era firme, tal parece que leía un dialogo, sus palabras fluían sin detenerse, y cada una de ellas perforaba mi corazón. — Eres hija única Emmy Kell, después de ti, tus padres no pudieron concebir otra criatura.
—¡Anny es real! , yo la escucho, por favor, créame, lo que hago es real, ¡herí a una chica de verdad! ¡Estuve detenida por herir a Lissie!
—Emmy, la chica a la que lastimaste no era Lissie, se llamaba Mairem Grutell, su descripción encaja con la que tenías de Lissie, pero tu mente te traicionó, y por eso estás aquí, y te ayudaremos, las pastillas que tomas cada día irán calmando tus pensamientos, e irán desapareciendo las ideas que formas que son irreales.
—No quiero perder a Anny, no puedo perderla. —rogué.
—Lo siento, pero no podemos permitir que sigas creyendo que Anny es real. —Me soltó, y caminó hacia la puerta.
—Déjeme irme, por favor. —mascullé.
—Cuando mejores, podrás salir. —Respondió con frialdad. Cerró la puerta, dejándome sola de nuevo.
Lloré como nunca antes lo había hecho, no entiendo nada. ¿Por qué me dijo eso? Yo lo sentí, yo viví todo, si cerraba mis ojos y me concentraba podía recordar el olor a sangre que provenía del director, podía escuchar los gritos agonizantes de su esposa, y las suplicas de su hija. Podía sentir el temor de cada uno de mis compañeros que fueron asesinados sin piedad.
Incluso podía sentir el horror de Anny al verme asesinando a esos chicos que la molestaban.
No podía ser mi imaginación, no era posible.
Emmy, me estás abandonando.
Editado: 29.11.2018