—¿Cómo te sientes hoy? preguntó Damián con un tono lleno de amor y ternura.
—Estoy mejor, gracias por dedicarte todo este tiempo a mí. —Acaricié su mejilla, y le brindé un dulce beso.
—No agradezcas, eres el amor de mi vida, eres un ángel, mereces tener la felicidad de nuevo en tu vida. —Sonrió débilmente. Sé que aun no se repone de aquel día.
—Sé que ha sido difícil, cuando recibí la llamada del doctor, dándome la noticia de Emmy, sentí que no saldríamos adelante. Fue un golpe tan duro, que no pensé que lograríamos levantarnos de Nuevo. —Sentí como unas lágrimas cayeron.
—Samantha, yo también pensé que no nos recuperaríamos, pero estamos…
—¡Damián! —grité.
—Samantha, amor, ¿qué pasa? —Noté como su tono desbordaba preocupación.
—Creo que rompí fuente, las contracciones son muy fuertes, creo que ya va a llegar el bebé —dije emocionada, y adolorida. Pensé que no volvería a salir embarazada, pero el milagro ocurrió. Y pronto lo tendría en mis brazos.
—¡Mierda! Dame unos segundos por favor. —Corrió a la habitación. Me ayudó a subir al auto, y arrancó.
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Vivir de nuevo el dolor de un parto fue horrible, no dejaba de pensar en el día que nació Emmy, vivir esto de nuevo me llenó de nostalgia.
—Es una niña. —dijo la doctora emocionada.
No queríamos saber el sexo hasta el día del nacimiento. Después de lo que sucedió con Emmy, no quería rehacer mi vida, pero Damián tenía razón, debíamos hacerlo por ella. Después de varis meses intensivos de tratamiento, logré quedar embarazada, y ese día toda la felicidad volvió a nuestras vidas.
—Se llamará Anny. —dije con firmeza.
—¿Estás segura? —preguntó Damián con un hilo de voz, la emoción que él sentía era evidente.
—Lo estoy si tú no tienes algún inconveniente.
—No, no lo tengo, se llamará Anny. —Me sonrió.
—Te daré de alta en un par de días, debo hacerle unos exámenes a la niña, y luego podrán estar reunidos en familia. —Nos dijo la doctora encargada de mi caso.
—Gracias. —Le sonreí con gratitud. Desde que llegué no me había dejado sola, y me cuidó con esmero.
*****
Sentí que los días que transcurrieron fueron una eternidad, hasta que llegó el día de tener a nuestra princesa en nuestros brazos.
Tenerla en la casa nos hacía sentir felices, tener de nuevo una familia, era el mayor regalo que la vida nos pudo dar. La felicidad en su expresión más perfecta. Ella era una luz que llegó para iluminar nuestro camino.
Anny era hermosa, nuestra pequeña princesa, de ojos oscuros, y piel blanca y suave, era hermosa.
—Te cuidaremos con nuestra vida, princesa. —dijo Damián, y yo sonreí.
Editado: 29.11.2018