La Historia de Jorge

Capítulo XII: Un Ángel del cielo...

Al pasar el tiempo después de aquella experiencia, comencé a comprender todo lo relacionado con la energía de nuestro cuerpo y como canalizarla. Teniendo conocimiento básico, ya sentía que podía ayudar a alguien.

Comenzaron mis días como sanador, pero nadie se me acercaba para nada relacionado con aquello. Entonces, me sentía algo confundido: ni espíritus, ni situaciones paranormales. Un día me acosté y pedí a Dios una señal, entonces soñé que estaba en una plaza, leyendo un libro solo y una señora se me sentaba a mi lado y me preguntaba:

−¿Qué lees?

−"El Alquimista"

−¿Qué tal?

−Muy bueno, se lo recomiendo...

Al despertar, quedé con el nombre del libro en mi mente y salí a caminar, pero antes, busqué en el diccionario el significado de "alquimia". Era el arte de transformar el metal en oro. Pensaba en el sueño y quería saber qué significado tendría en mi vida. Seguí caminando y me detuve al frente de una gran librería. Mientras observaba los diferentes títulos que se encontraban en la vitrina de exhibición, me sorprendió una voz diciéndome:

−Compra "El Alquimista", te lo recomiendo.

Volteé para saber quién me había hablado, pero no logre ver a nadie. Cuando volví a mirar, salté de alegría al ver de nuevo a aquel hombre que me ayudó a comprar la medicina de mi hijo. Le grité:

−¡Manuel! − Y me lancé emocionado, abrazándolo.

− Amigo creí que jamás lo volvería a ver.

−Controla tus emociones que la gente va a pensar mal− Respondió sonriente.

Le pedí que me acompañara a comprar un libro. Luego nos fuimos a un café cercano al lugar y hablamos durante un largo rato. Me dijo:

−Tienes un potencial muy grande, Jorge. Todos en esta vida tenemos una misión, busca la tuya, ya yo sé cuál es, pero debes saberlo por ti mismo.

−Pero, dame una clave− Le pedí, mientras él tomaba papel y lapiz.

−Piensa en un nombre y dilo.

−John...

Y me mostró un papel en el que estaba escrito el nombre "John". Volvió a escribir y me pidió que pensara en un número rápidamente.

−9...

−Otro, sin pensar...

−3...

−Otro...

−8...

Y me mostró el papel en el que estaba escrito: 938. ¿Cómo lo pudo hacer? Por último, escribió rápidamente y me preguntó:

−¿Qué pasa por tu mente? ¿Qué escribí?

Un color −respondí.

¿Cuál?

Amarillo.

Volvió a mostrarme la servilleta y tenía escrita la palabra "Amarillo". Le pregunté:

−¿Cómo lo haces?

−No, lo hiciste tú −me respondió −Tienes que confiar en tu intuición, es lo primero que debes hacer. Lo segundo: déjate fluir con el medio ambiente. Solo hazlo.

Tenía que hacer unas diligencias y me preguntó si podía llevarlo. Le dije que el carro estaba estacionado lejos y me propuso que nos viéramos en una hora en la plaza Altamira. Mientras él se adelantaba a hacer sus diligencias, yo buscaba el carro y luego lo esperaba para llevarlo a su casa. Al llegar a la plaza, me senté y comencé a leer el libro, el cual captó completamente mi atención.

De pronto, sentí que alguien se sentó a mi lado, pero no le presté mucha atención. La persona se dirigió hacia mí y me preguntó:

−¿Qué estás leyendo?

Al mirar a la persona, era la misma del sueño y le respondí: "El Alquimista", tal como lo había soñado... Me pregunté qué tal era, reí y le dije:

−Muy bueno...

La señora se levantó y se fue. Apenas llegó Manuel, le conté y me dijo:

−Van a empezar a sucederte cosas. Vámonos ya, apúrate.

Noté su prisa y su nerviosismo. Yo insistía con mis preguntas, cuando nos abordó una señora llorando, diciéndole:

−Gracias, usted es un ángel.

Él le decía:

−Señora, usted está equivocada...

−No, yo lo vi cuando puso su mano en la cabeza de mi hija y ella despertó después de haber estado tres meses en coma, usted tenía una luz inmensa en sus manos...

Mientras los observaba, Manuel me incluyó en la conversación:

−¿Verdad que he estado contigo todo este tiempo y no me he movido de aquí?

La señora no soltaba las manos de Manuel, y sus lágrimas las enjugaban. Me pregunté:

−¿Será que Manuel es un ángel?

Con mucha educación, Manuel se despidió y caminamos rápido hacia el carro. En el camino hacia su casa, trataba de interrogarlo. Hacía preguntas en relación al poder de la mente, él solo me decía que llegaría el momento en que lo sabría y lo aprendería por mí mismo, sin que nadie me lo enseñara o me lo dijera. Yo quedé en silencio, me sentí molesto ya que su respuesta era algo egoísta, porque no me quería enseñar. Lo dejé en la entrada del lugar donde vivía y continué manejando hasta llegar a un sitio apartado. Había enormes árboles y todo quedaba bajo sus sombras, excepto una enorme fuente, que, con sus sonidos y las palomas a su alrededor, me hicieron sentir en un santuario de paz.

Me senté en un banco frente a la fuente. Escuchaba el sonido del agua y los pajaritos cantar. Observé el reloj y eran las 2:45 p.m. Tenía tiempo para contemplar el lugar y reflexionar. Comencé a hablar mentalmente:

Dios... ¿Qué soy? ¿De dónde soy? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué me han pasado tantas cosas que a los demás no les suceden? ¿Por qué he sufrido tanto en el amor? ¿Por qué me han traicionado?

Una tristeza enorme llegó a mi pecho, una sensación de soledad y de cansancio, como si ya no quisiera caminar más. Quería acostarme en el banco a dormir y no despertar jamás. De pronto, sentí una brisa fría que tría una melodía lejana, casi no podía escuchar la canción que sonaba; tan solo lograba entender cuando decía la palabra "amor".



#2252 en Paranormal
#24154 en Otros
#2004 en No ficción

En el texto hay: amor, espiritual, clarividencia

Editado: 01.03.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.