La Institutriz

Capítulo 2

Si Bea no la ayudaba, no habría forma de entrar en esa casa.
Y tenía que entrar.
Porque allí estaba él.

—Marina… —dijo Bea, inquieta—. ¿Lo has pensado bien?

—Sí.

—Los Robinson son millonarios, buena gente, no lo dudo. Mimsy es encantadora. Pero nunca podrán ofrecerte algo más que un trabajo modesto. Y tú misma has dicho que no te gusta ese círculo. Serás siempre la institutriz.

—Eso no me importa.

—Pero con tu edad, tu belleza, tus estudios…

—Bea, por favor.

—Tengo dos hijos —insistió—. Podrías quedarte aquí, ser institutriz y parte de mi vida. Podría presentarte hombres interesantes, con futuro. Sabes que yo conocí a mi marido …

Marina sonrió apenas. Conocía la historia de Beatriz, pero ella no era Beatriz, y tenía muy claro su futuro.

—No quiero vivir en un mundo donde todos me miren por encima del hombro—dijo—. Quiero un lugar donde nadie me mire.

—¿Para qué?

Marina dudó un segundo… y luego habló:

—Tengo algunos ahorros. En casa de los Robinson podré guardar más. Dentro de un año o dos quizá pueda cumplir mi sueño.

Bea se inclinó hacia ella.

—¿Cuál?

—Abrir una boutique de ropa para chicas jóvenes.

Los ojos de Bea se iluminaron.

—Tomas podría prestarte el dinero.

Marina negó despacio.

—Eso sería hipotecar mi vida.

—Marina…

—Perdona —susurró—. Te agradezco todo, pero quiero hacerlo sola.

Bea la estudió largo rato.

—No te entiendo —admitió al fin—. Pero te recomendaré.

—Puede que el puesto ya esté cubierto.

—No. Llamé antes de sentarnos a merendar.

—Gracias.

—Mimsy es como una hermana para mí —añadió—. Ya lo sabes.

—Mamá me habló mucho de ella.

—Mi padre fue tutor de los chicos hasta que Lex se hizo cargo de su hermana. Mimsy se quedó aquí hasta casarse, porque Lex… —hizo un gesto—. ¿Sabes quién es Lex?

Marina sintió un nudo en el pecho.

—No.

—Pues mejor. Aléjate de él.

—¿Está… con su hermana?

—¿Lex? —rió Bea—. Nunca se sabe dónde está. Ese va por libre.

Marina lo sabía.

—Un sinvergüenza, sí —continuó Bea—, pero muy pendiente de los suyos. Jamás faltaría al respeto. Tiene sus defectos, pero también muchas virtudes. Vive como quiere, sin dar explicaciones...

Marina asentía, en silencio.

—…Pero si Mimsy no estuviera tan feliz con George, Lex no se habría ido nunca —siguió Bea—. Invirtió parte de su fortuna en los negocios de George para que a su hermana no le faltara de nada y desapareció cuando estuvo seguro de que ella estaría bien. Hace tres años que no se nada de él.

Se levantó.

—Luego llamaré a Mimsy.

—Gracias, Bea.

—Eso sí —la señaló—, sigo sin entenderte.

Marina sonrió con serenidad.

Ella sí se entendía.

Y sabía que, muy pronto, volvería a encontrarse con Lex Berger.

—Sí, dime, Bea —respondió Mimsy al otro lado del teléfono.

—No he podido llamarte antes. He estado merendando con Marina Lozano.

—¿Marina Lozano? —repitió Mimsy, frunciendo el ceño.

—La chica de la que te hablé hace un par de horas. La que te recomiendo para Janet.

—Ah…

—Espero que te guste.

—Si viene de tu parte, confío en ti. Pero dime… ¿quién es exactamente? ¿La conozco?

—No. Hasta hace poco trabajaba como modelo publicitaria, pero está cansada de ese mundo. Sueña con montar una boutique algún día.

—Curioso cambio —murmuró Mimsy—. ¿Es joven?

—Veintitrés.

—¿Y deja la publicidad por un puesto de institutriz? No lo acabo de entender, Bea.

—Yo tampoco del todo. Pero te la recomiendo sin reservas.

—¿De dónde la conoces?

—¿Recuerdas a mi amiga Laura?

—No, Bea.

—Éramos amigas del colegio. Hace años. Cuando me plantó Jaime...

—¿Ella fue quien te presentó a Tomas?—la cortó Mimsy.

—Bueno, no exactamente..., pero algo tuvo que ver.

Beatriz no quería dar mas explicaciones de las necesarias. Si, fueron los padres de Marina quienes arreglaron un matrimonio entre ella y Tomás. Pero eso ya pertenecía al pasado.

—...la cuestión es...—continuó Bea evitando su historia —…que conocí a su hija hace unos años.

—¿Y qué sabes de ella ahora?

—Lo justo. Estuvo viviendo en Francia y en España. Habla idiomas, es culta, inteligente… y muy guapa.

—¿Y aun así quiere cuidar de Janet?

—Te gustará. Es una chica normal, elegante, con clase, pero nada escandalosa.

—Bien… —dudó Mimsy—. Que venga mañana.

—Llevará una carta de recomendación mía.

—Bea, si no me convence…

—¿Cómo no va a convencerte?

—No la quiero para enseñarme a mí, la quiero para mi hija. Janet tiene siete años.

—Precisamente por eso te gustará —replicó Bea, divertida—. ¿Desde cuándo dudas de mi criterio?

—No dudo, solo quiero conocerla. Ver cómo es.

—Ya te digo que rechazó trabajar con Tomas y también ser institutriz de mis hijos. Solo aceptó mi amistad.

—Eso me desconcierta.

—Cuando la veas lo entenderás.

—¿Lo lleva escrito en la cara?

—Mimsy, eres insoportable hoy —rió Bea—. Marina necesita tranquilidad. Le atrae vuestra casa, el entorno...




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.